Michel Temer: “Nunca traicioné a la expresidenta Dilma ni a nadie”
A un año y medio de entregar el poder, el predecesor de Jair Bolsonaro en Brasil aclara que no apoya su destitución
Cuando Michel Temer (Tietê, São Paulo, 1940) dejó la presidencia de Brasil en 2018, parte de la población lo veía como un golpista, un traidor de la presidenta Dilma Rousseff, de quien fue vicepresidente por casi dos mandatos (2011-2014 y 2015-16). Una élite económica cansada del Partido de los Trabajadores y protestas callejeras de la centro derecha culminaron con el impeachment de Rousseff y alzaron a Temer a la presidencia. Tuvo apoyo de esa misma élite y del Congreso, pero no alcanzó la popularidad. Dejó el puesto con un 7% de aprobación. Sucedido por Jair Bolsonaro, un radical de derechas, el político del Movimiento Democrático Brasileño (MDB) ha pasado a despertar nostalgia. A sus 79 años vuelve al debate público en la ola de las entrevistas por videoconferencias que se multiplicaron en la pandemia. Ha participado en más de 60 encuentros online los últimos meses. En todas, evita criticar a su sucesor directamente. Hoy, Temer enfrenta varios procesos judiciales por sospechas de corrupción, algunas vinculadas al caso Lava Jato. Sobre su pasado, niega que haya traicionado a la mujer que le hizo vicepresidente, o que haya actuado a favor de su destitución. “Hice lo que pude”.
Pregunta. ¿Cómo analiza la repercusión mundial del positivo a la covid-19 del presidente Jair Bolsonaro, un negacionista del tema?
Respuesta. Ha habido una repercusión nacional e internacional, debido a la fuerte popularidad de su nombre, no quiero decir si es positiva o negativa, y de Brasil. Esperemos que se mejore pronto, que siga métodos científicos para curarse. Es importante para él y para el país. El país necesita saber que el presidente siguió criterios médicos. [Bolsonaro ha dicho públicamente que toma cloroquina, algo que la medicina pone en cuestión].
P. Usted fue invitado a dar su apoyo a un manifiesto por la democracia, y después desistió de participar. ¿Por qué?
R. Me pidieron un vídeo para el movimiento Direitos Já [Derechos ya]. El director de dicho proyecto, Fernando Guimarães, me llamó por teléfono para decirme que estaba juntando declaraciones de unas 100 personas, que iban a apoyar el concepto de democracia y vida, en la confrontación que hubo entre vida y economía [debate abierto en función de la pandemia]. Le dije que lo haría. Pero después vi que era un movimiento de oposición a Bolsonaro. Un expresidente tiene que ser muy discreto. Al ver que era un movimiento contra Bolsonaro, decidí no participar. No porque yo esté a favor o en contra de Bolsonaro, sino porque no quiero participar en ningún movimiento a favor o en contra. No hay lados. El lado es a favor de la democracia.
P. Pero en Brasil hubo la necesidad de defender la democracia.
R. Permanentemente.
P. ¿Cree que se está defendiendo la democracia por un juego político?
R. No. Cuanto más hablemos de defender la democracia, mejor. Defender la democracia es cumplir la Constitución. Cuando me preguntan si la democracia está en riesgo, confieso que no. Creo que las instituciones están funcionando adecuadamente. Mientras sea así, la democracia no corre riesgo. Resumiendo: tenemos que defender la democracia, pero yo no entro en movimientos políticos que busquen echar a A, B o C.
P. El país vive una calma en los últimos días desde que el presidente dejó de hablar diariamente [a la prensa] y de participar en actos que pedían incluso intervención militar. ¿Las instituciones estaban frágiles o era el presidente que promocionaba crisis?
R. En varias entrevistas, y a los interlocutores del presidente que me pedían algunos consejos, les decía, con toda sinceridad, que él no debería salir hablar a las puertas del palacio presidencial. Tiene 50, 100 seguidores, para un Brasil que tiene 211 millones de habitantes. La palabra del presidente en el presidencialismo es muy fuerte. Es el orden, la agenda del día de un país. No se puede hacer el orden del día, la agenda de un país, a las 8.30, a las 9.00 de la mañana. Entra muchas veces en conflicto. Él tiene que saber que es el presidente, que su palabra es muy fuerte, y repercute en todo el país. Sugerí lo que hice en mi Gobierno. Yo tenía un portavoz que, al final del día, a primera hora de la noche, contaba todo lo que se hizo. Y yo daba una rueda de prensa una vez por semana. Tampoco tiene sentido que un presidente acuda a actos en los que unos pocos defiendan el fin del Tribunal Supremo y del Parlamento, porque va en contra de la Constitución. ¿Intervención militar? Quítenselo de la cabeza. No existe la más mínima posibilidad.
P. Usted tuvo dos ministros militares en su Gobierno, algo que no se veía en casi 30 años de democracia en Brasil. ¿Cree que eso fue un inicio para la militarización que Bolsonaro trajo a la presidencia?
R. No. Yo no tuve tantos militares en mi Gobierno como para decir que inauguré una fórmula para traer a los militares al Gobierno. Quiero recalcar lo siguiente: nunca he hecho, ni hago, distinción entre militares y civiles. Son todos brasileños. Un militar, cuando va a ocupar una función civil en el ministerio, está desempeñando una actividad civil. El riesgo, el peligro, es que llegue ahí como militar y se porte como militar y entonces quiera dar el golpe como militar. Eso es peligroso.
P. Usted ya ha dicho que está contra el impeachment de Bolsonaro, por ser un proceso que se repite en Brasil. ¿Cree que podría haber hecho más contra la destitución de Dilma Rousseff?
R. Podría. Antes quiero registrar una cosa. La expresidenta Dilma, en el ámbito personal, era sumamente honesta. No tiene una sola deshonestidad que manche su vida. Por supuesto que tuvo problemas, las pedaladas fiscales [maquillaje de las cuentas públicas], las dificultades con el Congreso Nacional, los millones de personas [en las manifestaciones] en las avenidas. Porque quien echa a un presidente no es el Parlamento, es el pueblo en la calle, que sensibiliza al Parlamento, que echa al presidente. Ella [Dilma] se va a acordar de que fui una vez al palacio presidencial. El presidente de la Cámara de Diputados [Eduardo Cunha] me había buscado para decirme: “El PT está apoyándome, así que voy a archivar todas las peticiones de impeachment. Yo me acerqué a ella y le dije: “Presidenta, duerma tranquila. El presidente de la Cámara me ha acabado de decir esto”. Ella me dijo: “¡Anda! ¡Qué bueno, Temer! Excelente”. Pero al cabo de un tiempo, el PT empezó a reprender al presidente de la Cámara de Diputados. Y Cunha me había dicho que había una petición que era casi imposible no admitirla, y abrió el impeachment. Con esto lo que quiero dejar claro es que, evidentemente, no colaboré con la destitución. Cuando empezó el proceso de legitimidad de la acusación en el Parlamento me vine a São Paulo. Me quedé aquí una buena temporada. No volví hasta tres o cuatro días antes de la votación porque estaba empezando a quedar mal eso de no estar en Brasilia. Varias veces me llamaban exactamente para eso, y nada más que para eso. Cuando había dificultades con el MDB. Yo iba y lo arreglaba todo. O sea, apoyando al Gobierno. Hice lo que pude por el Gobierno.
P. Pero entonces, ¿podría haber hecho algo más?
R. No sé qué [más] podría hacer. Una vez, el presidente Lula me llamó durante el proceso [para charlar] sobre el MDB. Le dije: “Presidente, voy a examinarlo”. Incluso nos vimos en Congonhas [aeropuerto de São Paulo]. Llamé a la gente del MDB. Pero todo había tomado tamaña proporción que me di cuenta de que sería casi imposible sostenerlo [el impeachment].
P. ¿Usted no cree que la traicionó, como dicen algunas voces del PT?
R. De las voces del PT, esa palabra, “traición”, no la he oído nunca. Lo que he escuchado ha sido “golpe”. Me tienen incluso una cierta consideración. Nunca individualizan demasiado. Cuando dicen “golpe”, entienden que fue un golpe de varios partidos. Un golpe parlamentario. Confieso que es la primera vez que escucho la palabra traidor. Nunca he traicionado ni a la presidenta ni a nadie. Especialmente no me he traicionado a mí mismo.
P. ¿Cuál es el papel del Gobierno de Bolsonaro para Brasil?
R. El papel del Gobierno de Bolsonaro ha sido dar continuidad a mi Gobierno. Él, en varias ocasiones, además, critica los Gobiernos anteriores. Pero de mi Gobierno dice: “Si no fuese porque el Gobierno de Temer hizo esto, lo otro... “. Le dio continuidad al mío. Un tiempo atrás me dijo: “Mire, presidente, estamos haciendo las cosas que estaban prefijadas en su Gobierno”. Mi Gobierno no fue de cuatro años o de ocho años. Fue un Gobierno corto, de dos años y medio. Creo que él estaba dándole continuidad. Y, tanto es así, que la inflación permaneció estable, se mantuvo en un 3,75% y los intereses siguieron cayendo. El Gobierno iba caminando. De pronto, llegó la pandemia. La pandemia, realmente, acabó con todo. Habrá que empezar desde cero.
P. Usted es blanco de procesos e incluso llego a estar detenido en 2019, a raíz del caso Lava Jato. Esa investigación fue rápida en casos como el proceso contra Lula y lento en otros. ¿Es imparcial la Justicia brasileña?
R. Lava Jato es un vocablo. Se decidió rotular de manera cinematográfica o periodística el combate a la impunidad como Lava Jato. De hecho, una Justicia imparcial es fundamental. No tengo nada en contra del caso Lava Jato, tengo desprecio por el vocablo. La investigación tuvo un papel, el de despertar la idea del combate de la corrupción. Ahora, cuando se empieza a tratar diferente a gente del sector público, claro que hiere el principio de imparcialidad.
P. ¿Cómo cree que usted será recordado?
R. Se me está recordando como un presidente que hizo reformas [laboral y el inicio de la reforma de las pensiones] en el país, que recuperó la economía después de la recesión (2015-1016), aunque tímidamente. Espero que, más adelante, realmente, la gente pueda decir que hice las reformas indispensables para el país.
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