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Edén Pastora, revolución, lo contrario y contrición

La muerte del guerrillero nicaragüense resume el ciclo en espiral que caracteriza las vidas de las personalidades más interesantes del proceloso tránsito de los últimos dos siglos

El nicaragüense Edén Pastora, en una entrevista el pasado 18 de julio, en Managua.
El nicaragüense Edén Pastora, en una entrevista el pasado 18 de julio, en Managua.Jorge Torres (EFE)

La reciente muerte en Managua de Edén Pastora deja un hueco en la historia del atribulado istmo centroamericano donde discurrió su trepidante vida. Nacido en 1937 en Metapa, localidad nicaragüense bautizada luego con el nombre del gran poeta Darío, con apenas siete años sufrió la muerte de su padre a manos de esbirros del dictador Anastasio Somoza. Con vocación por la Medicina, logró una beca para estudiar en México donde, en tercer curso, es captado por la antena sandinista en el exterior y pasa a integrarse en las filas del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), artífice de la revolución nicaragüense en 1978-1979.

Edén Pastora fue un hombre de vital personalidad, expansivo, con gran sentido del humor y de una audacia extraordinaria, según sus allegados. Gozaba de un gran atractivo personal. Con media docena de compañeras, tuvo 21 hijos. Como guerrillero, uno de sus golpes más audaces fue la estratagema ideada por él para dar muerte del general somocista Castillo quien, enamoriscado de una mujer amiga de los sandinistas, les alertó de su cita amatoria y desde el interior de un armario contiguo al tálamo, fue tiroteado y muerto en una acción considerada inverosímil.

Su protagonismo en la captura de la Asamblea Nacional, en 1978, le granjearía una extraordinaria e irreversible popularidad entre el pueblo llano nicaragüense, con el que estableció un vínculo afectivo profundo, que los politólogos adjetivan como carismático. Su fama cobró proyección mundial. Su audacia guerrillera es conocida y la peana de su celebridad también, pero lo que nadie parecía explicarse es cómo habiendo sido el más célebre y popular de los comandantes sandinistas, su estrella política comenzó a languidecer nada más consumarse la derrota del somocismo y la toma del poder por parte del FSLN. Mientras los hermanos Daniel y Humberto Ortega, Tomás Borge, Jaime Wheelok y otros líderes guerrilleros, ocuparon puestos decisivos en la nueva estructura de poder, Edén fue postergado a un segundo plano como viceministro del Interior, a la sombra del todopoderoso Tomás Borge.

Eclipse

En el origen del eclipse político de Edén Pastora se encuentra una anécdota que pocos conocen. Tras secuestrar la Asamblea Nacional y conseguir la liberación de 200 cuadros sandinistas, entre otros el propio máximo líder del FSLN, Daniel Ortega Saavedra, el dirigente socialdemócrata venezolano Carlos Andrés Pérez fletó un avión para la salida de los secuestradores desde Managua hasta Panamá, de acuerdo con el líder panameño Omar Torrijos. Al descender del avión los dirigentes sandinistas liberados, el único que se quitó el pañuelo que cubría su rostro y se desenmascaró fue Edén. Aquello le granjeó la inquina de sus compañeros, que comenzaron a atribuirle una sed de protagonismo que si bien era congruente con la nombradía derivada de su probada audacia militar y de su ascendiente popular, no casaba en absoluto con las exigencias de discreción política, incluso las de instrucción política, de las cuales Pastora carecía. Así lo explica Zoilo Gutiérrez, periodista asturiano mentor de la agencia Efe en América Central, consejero áulico de numerosos presidentes progresistas de países del istmo y amigo personal de Edén Pastora. “Era una buena persona, pero carecía de formación política y de luces estratégicas, tan necesarias en los albores de una revolución”, agrega.

Las autoridades sandinistas enviaron a Edén a Cuba, donde fortaleció sus lazos personales con Fidel Castro, que le apreciaba mucho. Prueba de su confianza mutua fue aquella anécdota vivida por ambos durante un paseo habanero por la Marina Hemingway: Edén le preguntó a Castro qué hacían tantos barcos colombianos allí fondeados. Y Fidel, con una sonrisa enigmática, le dijo que estaban de paso y que pronto zarparían “para blanquear el Imperio”.

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Pero su amistad con Castro no impidió su declinación política. Como una suerte de Guadiana, Edén Pastora inició su travesía personal del desierto político tras comenzar a destilar su indignación por la postergación sufrida: achacó a la comandancia sandinista el tomar posesión de propiedades y privilegios de los Somoza y cayó en desgracia. Se nacionalizó costarricense. A partir de entonces, se dedicaría intermitentemente a la pesca. “Cogía percebes descolgándose por los acantilados de la costa del Pacífico y me los cobraba a precio revolucionario para la causa”, explica Carlos Guerrero, militar español destacado en América Central y muy amigo del guerrillero nicaragüense.

Pero los negocios pesqueros –había conseguido ayudas para adquirir un barco con el cual capturaba incluso tiburones- no le fueron bien.

En el plano político, intentó formar un equipo de gente afín para lograr cierta proyección internacional, tarea en la que fue ayudado por líderes socialistas españoles, que pugnaban por hegemonizar la salida anti-dictatorial de los países del istmo centroamericano frente a las pulsiones hegemónicas cubanas en la zona. Pero tampoco tuvo suerte en aquel cometido. “Era un hombre apto para la revolución pero inadaptado a la posrevolución”, dice su amigo Carlos Guerrero.

La Contra Sur

Fue tiempo después cuando pasó a integrarse y a dirigir militarmente la llamada Contra Sur, organización paramilitar opuesta al sandinismo oficial por él cuestionado. Esta franja de la guerrilla opositora no estuvo nunca tan vinculada a la CIA como la Contra Norte, que operaba en la zona septentrional nicaragüense. Pastora, que no gozó de la confianza de los estadounidenses, que recelaban de él, iniciaría en 1982, una gira por España y en conversación con EL PAÍS, se quejaba amargamente: “¿Para qué necesitamos tanques rusos T-55 B en la selva tropical?”, comentaba con cierta sorna. Decía: “en vez de asesores militares, Fidel debería enviarnos asesores morales”. Y, tal vez por su afecto hacia Castro, precisaba que un revolucionario “no puede ser nunca anticomunista”.

Desde el punto de vista político, Edén, que según sus allegados, no mostraba una formación teórica en absoluto refinada, se consideraba partidario de una tercera vía que se alejara de la bipolaridad entre Estados Unidos y la URSS propia de la llamada Guerra Fría.

Un nuevo canal interoceánico

Comoquiera que él había desplegado su actividad guerrillera sandinista y, también posteriormente, contra-sandinista, en el frente sur, en el área del Río San Juan que él conocía como la palma de su mano –llegó a establecerse en una isla fluvial- sería aquel conocimiento de tan importante zona fronteriza con Costa Rica, el que le granjearía la salida de la desgracia política en la que había previamente caído.

Fue Edén quien entró en contacto con Daniel Ortega, líder del FSLN, para mostrarle la viabilidad de la construcción de un nuevo canal interoceánico -distinto y alternativo del panameño- que cruzase el istmo centroamericano, precisamente por el río San Juan y el lago al que tributa. Ese proyecto, de alto potencial geoestratégico, percibido con suma inquietud por Washington y que sería visto con enorme interés por China, re-acreditó a Edén Pastora y a partir de 2006 regresó a Managua para reconciliarse con la dirección sandinista a la que tanto había denostado y que a él tanto le había marginado. Por ende, se le encomendaría la tarea de supervisar el dragado del delta del río cuyas lindes marcaban los límites fronterizos, en disputa, entre Nicaragua y Costa Rica.

La muerte de Edén Pastora, con su ida y vuelta de la revolución a la contrarrevolución y su ulterior arrepentimiento, resume el ciclo en espiral que caracteriza las vidas de las personalidades más interesantes del proceloso tránsito del siglo XX a la centuria siguiente.

Rafael Fraguas es periodista, analista geopolítico y Doctor en Sociología por la UCM.

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