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Duelo por la presidencia de Túnez: un jurista tertuliano contra el dueño del canal más visto

El profesor de Derecho Kais Said se enfrenta en segunda vuelta de las presidenciales del país magrebí al magnate Nabil Karui, recién salido de la cárcel por supuesta evasión fiscal

El jurista Kais Said (izquierda) frente a su rival, el magnate televisivo Nabil Karoui, durante el debate entre los dos candidatos a la presidencia celebrado en la noche del viernes en Túnez, dos días antes de las elecciones.
El jurista Kais Said (izquierda) frente a su rival, el magnate televisivo Nabil Karoui, durante el debate entre los dos candidatos a la presidencia celebrado en la noche del viernes en Túnez, dos días antes de las elecciones. FETHI BELAID (AFP)
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La sede del equipo de campaña de Kais Said ilustra en buena parte qué es lo que ha llevado a este profesor de Derecho Constitucional de 61 años sin ninguna experiencia en política, sin el respaldo de ningún partido, sin página Facebook, sin pronunciar un solo mitin, a imponerse frente a 25 candidatos y ganar el 15 de septiembre la primera vuelta de las presidenciales tunecinas con el 18,4% de los votos. Justo detrás de él, con el 15,5% de los sufragios, quedó Nabil Karui, un magnate televisivo de 56 años, que salió el miércoles pasado de la cárcel en libertad provisional acusado de lavado de dinero y evasión fiscal. Este domingo, los tunecinos decidirán quién de los dos será presidente durante los próximos cinco años.

El presidente de Túnez tiene sus poderes muy bien limitados por la Constitución de 2014. Pero puede determinar las políticas generales en defensa, relaciones exteriores y seguridad nacional. Sin embargo, la mayoría de candidatos, incluidos los dos finalistas, cuentan en sus programas con propuestas que exceden las competencias de la presidencia.

Por ejemplo, Karui promete acometer reformas económicas y sociales para luchar contra la pobreza, un área reservada al jefe de Gobierno. Said, por su parte, defiende un cambio radical del sistema político que reforzaría la democracia local y participativa, en detrimento de lo que él llama de forma despectiva “la partitocracia”. No obstante, una reforma de tal envergadura requeriría una enmienda constitucional, un proceso que necesita el apoyo de dos tercios del Parlamento, algo que se antoja imposible, habida cuenta de la fragmentación de la cámara que depararon las elecciones del pasado domingo.

Una de las prerrogativas de la presidencia es la inmunidad, lo cual le vendría muy bien al magnate Karui, procesado por evasión fiscal y lavado de dinero. De hecho, fue puesto en libertad el pasado miércoles tras de 46 días en prisión preventiva después de que la judicatura recibiera fuertes presiones tanto de dentro como de fuera del país.

Muchos tunecinos han visto en Kais Said a un tipo honesto y humilde, muy distinto de esos 87 diputados tránsfugas —de los 217 con que cuenta el Parlamento— que han cambiado al menos una vez de partido en la última legislatura. La sede del equipo de campaña no huele a dinero y mucho menos a corrupción. El edificio se encuentra en pleno centro de la capital, en un barrio popular. En la puerta del edificio el encargado de filtrar las visitas es Hocín el Bedui, un campesino de 36 años estudiante de informática que conoció a Said durante la revolución de 2011 que desató la llamada Primavera árabe.

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El Bedui había visto al profesor, como tantos tunecinos, en un programa de la tele, ejerciendo de tertuliano. Ahora trabaja junto a él, como otros tantos voluntarios. “He viajado con él a 19 provincias y he visto cómo lo ama la gente. Es honesto”.

Una escalera desvencijada conduce en la tercera planta a la oficina del equipo de campaña, donde solo hay dos mujeres voluntarias y un hombre. Un ordenador, dos mesas y tres sillas de plástico son casi todo el mobiliario. Sencillez, honestidad, pulcritud, poca o ninguna experiencia en política… Esos son los valores que transmite el profesor Kais Said y eso es lo que se refleja en la sede de su oficina de campaña.

Dudas

El contraste entre ambos candidatos no podría ser más marcado. Las dudas acerca de la honestidad de Karui, líder del segundo partido más votado en las legislativas, se han acentuado en la recta final de la campaña al desvelarse que habría firmado un contrato económico con un lobista israelí de oscura reputación afincado en Canadá. La transacción, valorada en un millón de dólares, una cifra que desborda ampliamente el techo de gasto electoral, tenía como objetivo impulsar su candidatura al procurar reuniones con líderes mundiales como Donald Trump o Vladímir Putin.

Hay quienes, frente a la integridad de Said, también ven a un hombre muy conservador en cuestiones sociales. Es partidario de la pena de muerte, suspendida desde 1981, y se opone a la despenalización de las relaciones homosexuales y a la equiparación de derechos en la herencia entre hombres y mujeres (en este asunto coincide con el 85% de la población tunecina).

Una antigua compañera del profesor Said señala, con la condición de anonimato: “Como jurista es trabajador, formalista y puntilloso. No es catedrático. Él siempre tuvo necesidad de reconocimiento. Y ahora, cuando lo veo hablar delante de cientos de jóvenes que lo miran como a un mesías temo que se le haya subido todo esto a la cabeza. Antes de la revolución de 2011 nunca destacó por ninguna actividad reivindicativa. Incluso en 2011 él siguió tranquilamente en su lugar”.

La citada compañera cree que el rival de Said y magnate televisivo, Nabil Karui, es “lo peor del mundo”, pero asegura que a pesar de eso, votará a Karui. “Al menos todo el mundo sabe que Karui es un mafioso. El problema es que Said guarda demasiadas cosas”.

Hay un hecho importante que distinguiría a un presidente de otro. Si vence Kais Said no dispondrá de ningún partido propio en el Parlamento. Si gana Karui, seguirá contando con su canal de televisión Nessma, el de mayor audiencia del país, con su fortuna y con la segunda formación política del país, Qalb Tunis, con 38 de los 217 diputados del Parlamento. Said se perfila como favorito al contar con el apoyo de varios candidatos perdedores de la primera vuelta. Pero, al estar prohibidas las encuestas, domina la incertidumbre sobre el resultado.

Un debate inédito en el mundo árabe

RICARD GONZÁLEZ / FRANCISCO PEREGIL

Túnez sigue marcando el camino al resto del mundo árabe y musulmán. La fiesta de la democracia, esa expresión que ahora suele cargarse de ironía, se ha convertido en una realidad innegable en este pequeño país de 10 millones de habitantes, entre Argelia y Libia.

Ocho años después de que los tunecinos expulsaran al dictador Ben Ali, este domingo se celebran las segundas elecciones presidenciales. Y, hecho inédito en Túnez y en la región, los dos candidatos se han enfrentado en un debate en la noche del viernes. Ahí estaban el profesor de Derecho Constitucional Kais Said, de 61 años, y el magnate de la televisión Nabil Karui, de 56, dándose la mano frente a los dos moderadores, un hombre y una mujer. Sin bolígrafo ni papeles, ante una mesa transparente, sin la posibilidad de consultar a sus asesores en ningún receso. A pecho descubierto frente a los electores. Todo ello retransmitido por la televisión nacional, pero traspasó fronteras a través de Internet y de la cadena Al Jazeera para llegar a cientos de millones de telespectadores musulmanes.

En los cafés de la capital se siguió con mucho interés un debate que batio todos los récords de audiencia, al reunir 6,4 millones de habitantes frente a las pantallas, más de la mitad del país. Como si fuera un partido del Esperance, el club de fútbol más laureado del país, decenas de jóvenes se arremolinaban alrededor de las pantallas. El ambiente era distendido, a menudo acompañado de risas. “Karui suelta cada tontería. No sé si está cansado o poco preparado por estar recién salido de la cárcel”, decía Manar, una licenciada de Periodismo que no ejerce.

Muchos partidarios de Kais Said, que parecían mayoría en las terrazas, creen que el magnate es un empresario corrupto y populista, miembro de la casta política que ha ignorado las necesidades de los jóvenes que votan a Said. Y los seguidores de Karui piensan que Said es un aliado o una marioneta de los islamistas del partido Ennahda, ganador de las legislativas.

Pero ninguno de los candidatos atacó frontalmente al otro con acusaciones personales. Al debate le faltó debate, eso sí. La inexperiencia hizo que los dos rivales hablasen más con los moderadores que entre ellos. Said, que aparece como favorito al ganar la primera vuelta de las elecciones y al contar con el apoyo de varios candidatos perdedores, mencionó decenas de veces la palabra jóvenes, que se supone que son sus principales votantes. Y Karui, que salió de la cárcel el miércoles, tras seis semanas de prisión preventiva, acusado de evasión fiscal y blanqueo de dinero, no se mostró lo suficientemente incisivo ante su rival.

“Los moderadores no han hecho bien su trabajo. Ni los periodistas, ni el formato ayudaban a una verdadera confrontación de ideas entre los candidatos”, comentaba Anís, un hombre de mediana edad del mundo de la cultura. “No creo que haya un ganador claro. Simplemente, cada uno ha consolidado sus votantes”, añadió. Él se decidió por Said hace un par de días. “No estoy de acuerdo. Karui ha ganado. Él habla el lenguaje de la gente sencilla. Su mensaje entra mejor que el de Said, demasiado intelectual”, tercia su amiga Khawla, una informática en la treintena.

El apretón de mano final dejó a muchos tunecinos satisfechos de la senda marcada. “Ahora será casi imposible que dentro de cinco años no haya debate entre los candidatos de las próximas presidenciales”, señaló uno de los organizadores del debate.

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