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El cambio de régimen se atasca en Sudán

Los militares quieren mantener la 'sharia' y dominar la transición, a lo que se oponen los manifestantes

Un manifestantes sudanés, el pasado jueves en Jartum.
Un manifestantes sudanés, el pasado jueves en Jartum.MOHAMED EL-SHAHED (AFP)
José Naranjo

Un mes después del derrocamiento de Omar al Bashir en Sudán, los militares que tomaron el poder y los representantes de los manifestantes que forzaron su caída no logran ponerse de acuerdo respecto al consejo de transición que debe gobernar el país hasta la celebración de elecciones y tampoco respecto al modelo del nuevo Sudán. Los primeros pretenden mantener el control de dicho consejo y continuar rigiéndose por la sharía o ley islámica como fuente del Derecho, al igual que en tiempos de Al Bashir; los opositores proponen un órgano civil con limitada presencia militar y apuestan por una legislación de inspiración laica. Si sus peticiones no son escuchadas, amenazan con acciones de desobediencia civil.

Las intensas negociaciones en curso entre la junta militar creada tras la caída de Al Bashir el 11 de abril y los representantes de la Alianza por la Libertad y el Cambio (ALC), una amalgama de movimientos sociales y partidos de oposición que organizó las protestas que tumbaron al dictador, han llegado a un punto de colisión. Por ello, la sentada de miles de personas en torno a la sede del Estado Mayor de la Defensa en Jartum continúa activa incluso durante el Ramadán y bajo temperaturas que pueden alcanzar hasta los 45 grados.

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“Los generales”, aseguró la ALC esta semana en un comunicado, “buscan una prolongación de las negociaciones y no avanzar hacia la transición”. A su juicio, la posibilidad de continuar aplicando la sharía, tal y como exigió un portavoz de la cúpula castrense el martes, supone “una aburrida repetición de las apuestas del antiguo régimen”. Los defensores de derechos humanos denunciaron en reiteradas ocasiones al Gobierno de Al Bashir por la flagelación de mujeres acusadas de “comportamiento indecente” y los castigos corporales a delincuentes comunes, como latigazos.

Otro punto de fricción tiene que ver con la composición del consejo de transición. Los generales, que de facto son el aparato castrense del régimen de Al Bashir, piden que este órgano esté formado de manera mayoritaria por militares y que estos tengan el control; los representantes de los manifestantes exigen que sea dirigido por civiles. Las conversaciones prosiguen y los mediadores han llegado incluso a plantear la coexistencia de dos consejos, uno civil y otro militar, pero hasta ahora no ha habido ningún acuerdo.

El general Chamseddine Kabbachi, portavoz de la junta, ha manifestado también sus reservas respecto a una transición de cuatro años, tal y como piden los líderes de la ALC, quienes consideran que este período no debe prolongarse más de dos años. Por su parte, los opositores rechazan la propuesta de los militares de celebrar elecciones en seis meses si las negociaciones para la composición del consejo soberano fracasan. Dichos comicios, aseguran los representantes de los ciudadanos, “no servirán sino para legitimar a un antiguo régimen que sigue manteniendo una fuerte presencia en la Administración”.

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La dificultad para superar todos estos obstáculos ha llevado al presidente de la Unión Africana (UA), el egipcio Abdelfatá al Sisi, a plantear la ampliación a tres meses del plazo que este organismo dio a los militares sudaneses para el traspaso del poder a un consejo civil de transición. La propuesta de Egipto, principal valedor del nuevo régimen sudanés junto con los países del Golfo, ha encontrado eco en otros jefes de Estado africanos, como el ruandés Paul Kagame, el chadiano Idris Déby o el sudafricano Cyril Ramaphosa.

Estados Unidos, que mantiene a Sudán en la lista negra de países que apoyan al terrorismo a la espera de ver cómo evoluciona la transición, ha hecho un llamamiento a los generales para que alcancen un acuerdo con los manifestantes, informa la agencia France Presse. El número dos del Departamento de Estado, John Sullivan, mantuvo una conversación telefónica con el líder de la junta militar, el general Abdelfatá al Burhane, y le instó, una vez más, a ceder el poder a los civiles.

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Sobre la firma

José Naranjo
Colaborador de EL PAÍS en África occidental, reside en Senegal desde 2011. Ha cubierto la guerra de Malí, las epidemias de ébola en Guinea, Sierra Leona, Liberia y Congo, el terrorismo en el Sahel y las rutas migratorias africanas. Sus últimos libros son 'Los Invisibles de Kolda' (Península, 2009) y 'El río que desafía al desierto' (Azulia, 2019).

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