A un voto de hacer historia: Deb Haaland promete ser la primera indígena en llegar al Congreso
La candidata demócrata, en empate con su contrincante republicano, se define como la “peor pesadilla de Trump”
Deb Haaland es una entre un millón, siendo poco generosos. Podría ser una entre millones. La indígena y madre soltera es la favorita dentro del Partido Demócrata en Nuevo México para llegar al Congreso y, si lo consigue, sería la primera nativa estadounidense en lograrlo. La victoria en la Cámara de Representantes supondría otro capítulo digno de esa biografía de bestseller que ha protagonizado por 57 años. “Todas las experiencias que he vivido me han preparado para esta elección”, afirma, consciente de que su pasado guarda de lo que le pidan.
Tiene el cuerpo de una atleta y en su mirada caben todos sus ancestros. Las 35 generaciones que la anteceden provienen del Cañón del Chaco, un parque nacional al sudeste de Estados Unidos. “Es como el Vaticano para los católicos”, explicó una vez. Haaland pertenece a la tribu de Pueblo de Laguna, una de las 566 reconocidas legalmente en el país norteamericano, cuyo porcentaje de habitantes nativos roza el peligro de extinción con un 0,8%.
Su padre fue un militar con 30 años de servicio, veterano de la guerra de Vietnam. Su madre hizo lo suyo en la Marina y luego se dedicó al hogar hasta que sus cuatro hijos ya podían cuidarse solos. Debido a los constantes traslados de su progenitor, Haaland vivió en nueve ciudades antes de mudarse a Albuquerque a los 14 años y no recuerda en cuántas casas. Cada uno de sus hermanos nació en un sitio distinto de California. A ella, la tercera, le tocó en Winslow, Arizona, donde vivieron y trabajaron sus abuelos durante 45 años producto de la ‘era de asimilación de los indígenas’. “Mi hogar es Albuquerque”, dice sin pensárselo dos veces.
El destierro que sufrieron los abuelos de Haaland -ambos fueron separados de sus familias- es lo que alimenta la lucha de la candidata contra la política migratoria de Donald Trump. En su página web se define como la peor pesadilla del mandatario, quien podría dormir bajo un atrapasueños. “Estoy lista para ir con un bate por cualquier inmigrante que tema ser deportado”, ha desafiado la candidata. Los ideales demócratas no le vienen de cuna. Sus padres eran republicanos, aunque nunca se implicaron mucho en política. La madre de Haaland, tras décadas en el bando rojo, se cambió en 2014 al Partido Demócrata para poder votar por su hija cuando se presentó sin éxito a vicegobernadora de Nuevo México.
Al acabar la secundaria, acumulando 13 escuelas públicas en su currículo escolar, Haaland fue promovida en la panadería en la que trabajaba. Pasó de las ventas a decorar los pasteles. Por sus manos grandes de dedos largos pasaron las tortas que alcanzan en un par de años de oficio. “Mi jefe me enseñó lo que era la ética de trabajo. Es algo que me ha acompañado desde entonces”, recuerda con orgullo. Un día colgó el delantal y decidió mudarse una vez más, pero esta vez, de campo laboral. Estudió leyes en la Facultad de Derecho de la Universidad de Nuevo México y entre cupones alimentarios, préstamos, y libros, fue madre. “Soy mamá soltera y sé lo que es decidir entre pagar el alquiler o comprar la comida. Necesitamos gente que sepa esas cosas”, postula a las puertas de que su hija celebre su cumpleaños número 25.
Como indígena, defiende las tierras sagradas; como mujer, el aborto; como madre soltera, un preescolar gratuito y universal; como trabajadora, un salario mínimo de 15 dólares la hora; como empresaria, un macroproyecto de energía solar y como minoría, la igualdad ante los derechos civiles. “Me identifico más fuertemente con ser mujer. Hoy estamos tan subrepresentadas. No hay suficientes mujeres ni en el Congreso, ni en el Senado, ni en los cargos locales… pelearé por los derechos de todas, no solo el de las nativas”.
Lleva casi dos décadas entre las bambalinas del escenario político. Pero en 2007 se le abrió el apetito y decidió con la determinación de quien quema un papel, que se convertiría en un actor ante el público. Hizo un curso enfocado en potenciar a mujeres demócratas a ocupar cargos públicos y al año siguiente trabajó de voluntaria en la primera campaña presidencial de Barack Obama. Cuatro años después volvió a trabajar por el entonces candidato, pero esta vez como directora del voto de los nativos de Nuevo México. En medio recorrió los pueblos más remotos del árido sur en busca de nuevos militantes y se introdujo en el tema de las cooperativas medioambientales. “Es el trabajo más importante que he tenido y creo que se asemeja mucho al que quiero hacer ahora: organizar a las comunidades para que se involucren con lo que está pasando”, reflexiona tras varios segundos de silencio. En 2015, se convirtió en la líder del Partido Demócrata del estado y ayudó a que la Cámara de Representantes de Nuevo México pasara a control demócrata.
En la era de Trump las causas de Haaland son un soplo contracorriente. “Es verdad que es un momento difícil para las minorías, pero también hemos visto salir a protestar a las mujeres, a los estudiantes contra las armas, a los dreamers por sus derechos…, la gente se está movilizando porque sabe que pueden hacer la diferencia. Espero que voten para sentirse literalmente representados en el Congreso”, proclama la candidata como si estuviera sobre un atril de un mitin. Y puede confiarse, al menos para las primarias de su partido del 5 de junio.
En la última convención demócrata de Nuevo México, Haaland obtuvo el 35% de los votos, un triunfo holgado frente a los otros cinco candidatos en la contienda. Y para las elecciones de noviembre, las encuestas no dan más de un 5% de diferencia entre los tres candidatos punteros, con un margen de error del mismo porcentaje, por lo que se considera que van empatados. Además, es un año que coquetea de cerca con las primeras veces. Stacey Abrams, demócrata, se convirtió este mes en la primera mujer afroamericana que disputará una gobernación (Georgia). Lupe Valdez, también demócrata, es la primera mujer hispana y homosexual en buscar la gobernación de Texas. Tal vez Deb Haaland, miembro de la bancada azul, consiga ser la primera mujer nativa en llegar al Congreso de Estados Unidos.
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