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África: laboratorio de consultoras occidentales (y de Cambridge Analytica)

Firmas de relaciones públicas llevan al continente sus métodos encubiertos de influencia en la Red. La empresa británica protagonista del escándalo de Facebook trabajó en elecciones en Nigeria y Kenia

El presidente keniano, Uhuru Kenyatta (izquierda), y su rival político Raila Odinga estrechan la mano tras comparecer juntos el pasado 9 de marzo.
El presidente keniano, Uhuru Kenyatta (izquierda), y su rival político Raila Odinga estrechan la mano tras comparecer juntos el pasado 9 de marzo.SIMON MAINA (AFP)

La injerencia extranjera en la Red era evidente, concluyó el investigador especializado en política keniana Alex Otieno tras conocer la noticia, el pasado 6 de agosto. El estadounidense John Phillips, director ejecutivo de la consultora política norteamericana Aristotle, y el canadiense Andreas Katsouris, un alto ejecutivo de la misma, habían sido detenidos en Nairobi y deportados. Los 15 agentes de policía que requisaron sus ordenadores y esposaron les informaron de que estaban trabajando en Kenia pese a contar solo con una visa de turista, algo que no permite la ley. Una detención no obstante desproporcionada si se trataba de un problema burocrático. Había más.

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Tanto Philips como Katsouris estaban diseñando una estrategia digital y analizando encuestas por Internet en nombre de Raila Odinga, el principal líder de la oposición y candidato presidencial con su partido la Súper Alianza Nacional (NASA, por sus siglas en inglés). Bingo. La cita con Otieno tenía lugar durante los días previos a los comicios presidenciales kenianos. De fondo, una guerra sutil había sido declarada: la de la manipulación de los mensajes en Internet. Había mucho en juego, algo que era de conocimiento público. Uhuru Kenyatta, el otro gran candidato que optaba a la reelección por cinco años con su partido Jubilee, hacía lo propio. Kenyatta se había decantado por la consultora Cambridge Analytica con la que había estado trabajando mano a mano desde mayo, según publicaba el diario local The Star.  Finalmente, el Tribunal Constitucional keniano tumbó los resultados de los comicios por fraude electoral.

Medio año después, Cambridge Analytica, que también trabajó en la campaña en favor del Brexit, ha protagonizado un escándalo sin precedentes en la Red al recopilar datos privados de millones de perfiles de Facebook para influir en las elecciones de Donald Trump. En un vídeo con cámara oculta publicado por Channel 4 News se descubrió precisamente la hoja de ruta que habían seguido con la ayuda de Internet para envenenar a la democracia keniana y favorecer a Kenyatta en las elecciones de 2013 y 2017: “Hemos cambiado el nombre del partido dos veces, escrito el manifiesto, investigado, analizado y enviado mensajes… Creo que escribimos todos los discursos”, explicaba Mark Turnbull, el director de la división política de Cambridge Analytica y de su compañía hermana SCL (Strategic Communication Laboratories Group). Un documento que la propia consultora ha negado.

El keniano Moses Karanja, doctorando por la Universidad de Toronto y experto en la confluencia del binomio elecciones e Internet en África, explica así el contexto africano: “Este es un fenómeno en crecimiento, el de los ciberguerreros. Cambridge Analytica puede haber ganado popularidad debido al odio extremo que crearon y a la atención de los medios por su vinculación a las elecciones estadounidenses y el Brexit. Sin embargo, creo que los verdaderos protagonistas son redes de personas pagadas por los Gobiernos para influir en los debates que se originan en las redes sociales”.

La explosión de nuevas aplicaciones digitales ha impulsado el acceso a la información, pero también ha fomentado una aversión a las perspectivas en profundidad. Algo que Leonard Wanyama, profesor de relaciones internacionales y especialista en desarrollo matiza: “Debido al fácil acceso a Internet, los kenianos de clase media son los sujetos más adecuados para la manipulación política. Quedan atrapados en el entretenimiento de un juego político; una condición que luego se sintetiza a las masas ya sea en la televisión o en la radio”.

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Nigeria en el punto de mira

Pero el vídeo de Channel 4 News daba más de sí. En él, Turnbull mencionaba también el papel de Cambridge Analytica en las elecciones nigerianas de 2007 y 2015. Según informaba recientemente la agencia Reuters, un comité del gobierno nigeriano está investigando las afirmaciones de que SCL Elections, consultora afiliada a Cambridge Analytica, organizó mítines en 2007 para disuadir a los partidarios de la oposición de votar en contra del Partido Democrático Popular (PDP) de Goodluck Jonathan. En 2019 hay convocadas elecciones presidenciales en este país, el más poblado del continente (más de 180 millones de personas) la primera economía regional y el principal exportador de petróleo africano. Un trofeo goloso, sin duda.

Ya en 2014, el Gobierno de Jonathan contrató los servicios de Levick, una consultora con sede en Washington para asumir un contrato de 1,2 millones de dólares en el que se incluía la cláusula de ayudar al gobierno a combatir al grupo terrorista Boko Haram. Un acuerdo que no fue casual por dos motivos: en primer lugar, unos meses después tendrían lugar los comicios en el país, y, en segundo lugar, esta consultora trabajaría para revalidar el mandato de Jonathan –cosa que no consiguió– tratando de desacreditar la exitosa campaña #BringBackOurGirls que nació después del secuestro de las niñas de Chibok. Sin embargo, esta no es la primera vez que un líder nigeriano ha empleado este tipo de servicios. Durante la Guerra de Biafra entre 1966 y 1970, el gobierno del país contrató a la empresa norteamericana de relaciones públicas Burson-Marsteller para contrarrestar los informes de genocidio de la guerra.

Hay una idea que sobrevuela: la de África como laboratorio geopolítico durante las campañas electorales. Y quizás, uno de los casos más sonados de los últimos meses haya sido la humillación en Sudáfrica de una de las firmas de relaciones públicas más conocidas del Reino Unido, la consultora Bell Pottinger. La compañía fue contratada por la familia Gupta, tres hermanos de la India que han construido un imperio multimillonario en la nación del arcoíris con su holding Oakbay. Los Gupta han sido ampliamente acusados de corrupción y de ejercer una influencia indebida sobre el ex presidente sudafricano Jacob Zuma. Así que el papel de Bell Pottinger era el de desviar la atención mediática sobre los Gupta y Zuma, pero para ello, los británicos pervirtieron los métodos: llegaron a desencadenar tensiones raciales a través de una campaña masiva en redes sociales, y sitios web con discursos llenos de odio.

Otro ejemplo menos sonado es el de la consultora política Weber Shandwick, con sede en Nueva York, y la firma Cassidy & Associates, ambas propiedad de InterPublic Group. Las dos rubricaron acuerdos con Egipto a fines de enero de 2017, ocho días después de que Trump asumiera el control de Estados Unidos. Desde entonces se ha evidenciado las buenas relaciones de la Casa Blanca con el Gobierno de Abdel Fattah el-Sisi. Hace unos días, el propio Trump reafirmaba esta asociación estratégica llamando a su homólogo egipcio que acaba de ser reelegido por un 97% de los votos en las elecciones presidenciales.

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