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“Hungría es un país pequeño. No cabe todo el mundo”

Los votantes de Fidesz argumentan la estabilidad y la economía. Son partidarios del discurso nacionalista y contra la inmigración de Orbán

María R. Sahuquillo
Un hombre vota en una urna portátil, sujetada por un agente electoral, este domingo en Orgovany.
Un hombre vota en una urna portátil, sujetada por un agente electoral, este domingo en Orgovany.SANDOR UJVARI (EFE)

Reka Pleva ha votado sin dudar. Lo ha hecho por el partido de Viktor Orbán, el hombre que, según ella, ha sacado al país de la crisis y garantiza la seguridad de todos. “Estamos mucho mejor que hace ocho años y tiene que seguir así, estable”, afirma esta ingeniera de 45 años. Explica que para su familia, las recetas de Orbán y su Fidesz para el país han supuesto una diferencia. Su hermana, desempleada, trabaja ahora en labores de mantenimiento gracias al programa de empleo público de la Administración. Recibe unos 170 euros al mes por ese trabajo. Como ella, más de 200.000 húngaros forman parte de ese proyecto (cerca del 4% de la fuerza de trabajo del país).

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Para Pleva, madre de dos hijas, son sobre todo esas medidas las que han terminado por convencerla. Para su esposo, Richard, ha sido sobre todo su “defensa de Hungría”. “Es casi el único que no permite que la Unión Europea le imponga lo que nuestro país tiene que hacer”, dice. Este funcionario considera, como Orbán y su Gobierno, que la inmigración supone una amenaza para el país. “Somos un país pequeño aquí no cabe todo el mundo, y estamos hablando de gente que no se integra”, asegura. En Hungría, solo el 1,5% de la población es extranjera, y la mayoría procede de la UE. La pareja participó en el referéndum contra los refugiados que el Gobierno de Fidesz organizó en octubre de 2016. Votaron contra la acogida de asilados. La consulta no logró la participación mínima para ser considerada vinculante, pero a pesar de todo Orbán lo consideró un logro y un espaldarazo a sus posturas radicales. Rea y Richard reconocen que tarde o temprano Hungría necesitara, como muchos países europeos, trabajadores extranjeros. “Pero pueden venir de Ucrania o de países que tengan unos valores más parecidos a los nuestros”, afirma él.

A Tibor Biro, de 74 años, le gusta especialmente el carácter del primer ministro. “Habla sin tapujos”, comenta en el colegio electoral del centro viejo de Budapest donde le ha tocado votar, a un par de calles de la casa donde ha vivido toda su vida. Vota a Fidesz desde hace años. Es uno de los dos millones de votantes fieles que tiene el partido ultraconservador, sobre todo en las zonas más rurales, donde también sus medidas económicas y el discurso antiinmigración tienen más efecto. Budapest, aunque menos cosmopolita que otras capitales europeas, esta más acostumbrada a los extranjeros y, sobre todo, al turismo. Orbán tiene menos tirón. Biro comenta que le gusta especialmente la idea de Fidesz de una “Hungría grande”. “Queremos una Hungría fuerte. Ha protegido a los húngaros que viven fuera, por ejemplo”, apunta mencionando a las minorías que habitan en Rumania y otros lugares de la región y han recibido el derecho de voto gracias a las reformas de Orbán. El ultraconservador tiene en ellos también un buen granero de votos.

El miércoles, en Miskolc, donde en las anteriores elecciones Fidesz se impuso en una zona obrera que había sido de izquierdas durante años, Timi confesaba que volvería a votar por el candidato nacionalista. Funcionaria, divorciada y madre de una niña de siete años, explicaba que la estabilidad es para ella lo más importante. “A nivel regional quizá hay casos interesantes, pero lo cierto es que a nivel global no hay otro partido más que Fidesz. El resto son la nada”, afirmaba observando a su hija pasear felizmente montada en una bicicleta rosa.

También Alexandra, pero en Budapest, remarcaba que había votado por Orbán por la estabilidad. La joven de 25 años, que prefería no dar su apellido, comentaba que apostar por el primer ministro le había costado un disgusto en su grupo de amigos, que preferían votar por los socialistas. “En mi familia preferimos que las cosas sigan como están”, abundaba.

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Sobre la firma

María R. Sahuquillo
Es jefa de la delegación de Bruselas. Antes, en Moscú, desde donde se ocupó de Rusia, Ucrania, Bielorrusia y el resto del espacio post-soviético. Sigue pendiente de la guerra en Ucrania, que ha cubierto desde el inicio. Ha desarrollado casi toda su carrera en EL PAÍS. Además de temas internacionales está especializada en igualdad y sanidad.

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