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Corbyn intenta reconciliarse con la comunidad judía tras una semana de protestas

El líder laborista pide perdón por avalar en el pasado un ´grafitti´ de banqueros judíos jugando al Monopoly a espaldas de los pobres

Un grupo de judíos británicos protesta frente al Parlamento el 26 de marzo de 2018.
Un grupo de judíos británicos protesta frente al Parlamento el 26 de marzo de 2018.Jack Taylor (Getty Images)

“Los laboristas debemos hacerlo mejor en la lucha contra el antisemitismo”, fue el acto de contrición pronunciado el Viernes Santo por Jeremy Corbyn. El líder de la oposición británica no ha dejado de repetir ese mensaje a lo largo de la última semana —progresivamente con mayor contundencia— frente a las críticas que volvieron a aflorar sobre su indulgencia ante el supuesto discurso antisemita de algunos miembros del partido.

La tregua entre el ala izquierda que sustenta a Corbyn y los críticos que ven con aprensión su liderazgo, fraguada con vistas a las elecciones locales del próximo mayo, saltó por los aires el 23 de marzo cuando éste se vio forzado a pedir perdón por haber defendido hace seis años un mural callejero que denigraba a la comunidad judía. Así se lo exigió una diputada de su propio partido, Luciana Berger, tras sacar a la luz un antiguo mensaje escrito por Corbyn en Facebook criticando la retirada de un grafitti en el este de Londres que retrataba a un grupo de empresarios y banqueros judíos jugando al Monopoly a espaldas de los pobres.

Su difusión se tradujo en una protesta organizada por asociaciones judías frente al Parlamento de Westminster, a la que asistieron medio centenar de diputados, y en la consiguiente respuesta de Corbyn subrayando que se había opuesto al racismo toda su vida. Desde sectores de la izquierda se pide no confundir las posiciones del líder laborista, muy críticas respecto al trato que Israel dispensa a los palestinos, con un sesgo antisemita. Lo que sí acaba de admitir él mismo es que su partido ha desestimado a menudo, como hechos meramente puntuales, las denuncias recibidas —300, desde 2015— sobre episodios de antisemitismo. Y que se impone una rectificación.

Casos muy recientes avalan las críticas, como la de Alan Bull, candidato a los comicios locales hasta que trascendió públicamente su negacionismo del Holocausto (compartió un artículo en las redes en el que se calificaba de “engaño” el asesinato de seis millones de judíos). Su inmediata suspensión fue cuestionada por la directora de la junta disciplinaria del partido, Christine Shawcroft, cuya cabeza pidieron 39 dirigentes laboristas en una carta abierta. Shawcroft acaba de anunciar que en verano no aspirará a renovar su puesto al frente del organismo que canaliza, de forma muy lenta y poco efectiva, las quejas sobre la conducta de sus miembros. Pero, antes de salir de escena, ha empañado los gestos conciliadores de Corbyn alegando que las críticas sobre el supuesto antisemitismo de sectores del laborismo son una treta para socavarlo.

El laborismo encara las cruciales municipales de mayo (donde ambiciona infligir una severa derrota a los conservadores en el poder) en plena guerra interna y ante la recepción hostil de sus candidatos en algunas circunscripciones con importantes comunidades judías. “Corbyn no dirige un partido antisemita”, pero es “demasiado indulgente” ante una cuestión que “amenaza su autoridad moral”, ha subrayado The Guardian. El líder laborista “aún puede resolver ese problema”, apostillaba el Financial Times, “pero al menos tiene que parecer que quiere hacerlo”.

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