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El Egipto que apoya a Al Sisi no quiere mirar al pasado

Los votantes de zonas acomodadas y barrios coptos de El Cairo acuden a las urnas para refrendar al presidente

Juan Carlos Sanz
El papa copto Tawadros II vota en las presidenciales, el lunes en El Cairo.
El papa copto Tawadros II vota en las presidenciales, el lunes en El Cairo. KHALED ELFIQI (EFE)

Los interminables comicios presidenciales de Egipto siguen sin atraer el interés de los electores. En la segunda de las tres jornadas de votaciones organizadas para refrendar en el poder al antiguo mariscal Abdelfatá al Sisi, estimaciones no oficiales apuntan ya a una elevada tasa de abstención. Sin ofrecer datos, el Gobierno asegura que la participación está siendo “muy buena”, aunque admite que necesita mejorar. Por ello animaba este martes a los ciudadanos a acudir hoy a las urnas, último día en que permanecerán abiertos los colegios electorales, para otorgar un mandato sólido al presidente, elegido hace cuatro años con el 97% de los sufragios y con una abstención del 53%.

Los votantes de los distritos acomodados y de los barrios cristianos de El Cairo se presentan en estas elecciones como firmes pilares de la candidatura de Al Sisi. La clase media alta no quiere que regresen las convulsiones económicas que marcaron la revolución de 2011, y la minoría copta —un 8% de los 96 millones de egipcios— teme también la vuelta de un gobierno hegemónico de los Hermanos Musulmanes.

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Fuentes de la Administración electoral consultadas por Reuters han estimado en un 13,5% la participación en la jornada de votaciones del lunes. Estos datos vienen a coincidir con muestreos efectuados por la prensa en distintos centros de votaciones de la capital egipcia y de Alejandría. Era el caso del colegio de enseñanza primaria del distrito popular de Shobra, en el norte de El Cairo, donde el juez que preside la única mesa confirmaba a primera hora de la tarde de este martes que algo más del 18% de los 4.350 electores censados habían ejercido ya su derecho al sufragio.

Shobra es un vecindario mayoritariamente cristiano. Gibil Sobhi, una comerciante de material informático de 39 años, lleva un colgante con la característica cruz copta con los cuatro brazos iguales. “Ahora hay mucha más seguridad, antes no podíamos salir a la calle”, puntualiza sin desvelar su voto. Al Sisi ha autorizado la construcción de nuevas iglesias para reemplazar a las destruidas en atentados y ha emprendido una campaña de mano dura contra el yihadismo, que se ha cebado con la minoría copta. En los dos últimos años, una cadena de ataques a templos cristianos se ha cobrado la vida de 29 personas en El Cairo y de otras 45 en la provincia de Alejandría.

También con la cruz copta al cuello, la funcionaria del Ministerio de Educación Zizvet Suleimán, de 56 años, coincide en que “cristianos y musulmanes conviven puerta con puerta en Shobra”. Acaba de depositar su papeleta en la urna y se dirige hacia la avenida principal del barrio, donde un enorme cartel con las imágenes del presidente Al Sisi y del papa copto, Tawadros II, domina el acceso al colegio electoral.

En el distrito de Zamalek, un oasis de sedes diplomáticas y lujosas residencias asentado en una isla del Nilo, la ingeniera civil Wafed Ismail, de 26 años, también ha votado ya en la facultad de Bellas Artes de la Universidad de Helwan. Le acompañan su madre —Imam, de 67 años— y su hijo Omar, con tres meses recién cumplidos. “Tenemos que acudir a las urnas para que haya una participación inequívoca que garantice el futuro de Egipto”, proclama con convencimiento.

El programa de ayuda del Fondo Monetario Internacional ha promovido desde 2016 el gasto en infraestructuras y ha duplicado la tasa de crecimiento del PIB desde el 2,1% de 2013 al 5,3% estimado a finales de 2017. También ha impuesto un estricto plan de austeridad que ha forzado la devaluación de la libra egipcia en un 50% frente al dólar y el euro y elevado el tipo del IVA hasta el 14%.

El presidente de la mesa de Zamalek, el fiscal Amro Sharif, de 39 años, estima en un 20% la participación acumulada a tres horas del final de la segunda jornada electoral. Una gruesa novela le ayuda a pasar el rato ante la limitada afluencia de votantes. Los funcionarios reconocen que hubo mucha más animación el lunes, cuando se presentaron en el colegio celebridades del opulento distrito, como la actriz Hala Sedki, estrella de los culebrones de la de la televisión egipcia.

Cogidas del brazo, dos viejas amigas —la maestra de árabe jubilada Samiha Ahman y la exprofesora de inglés Nahya Hassan— no parecen estar decepcionadas ante el desangelado ambiente que reina en el colegio electoral. “En Estados Unidos tampoco se produce una participación electoral muy alta”, argumenta la segunda. “Con tal de que no vuelva la pandilla que gobernó hasta 2013 y destrozó Egipto, cualquier resultado vale”, replica la primera en una evidente alusión a la Hermandad Musulmana. El general Al Sisi, jefe del Ejército, derrocó entonces al presidente islamista Mohamed Morsi, el primer presidente civil democráticamente elegido en la historia de Egipto.

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Sobre la firma

Juan Carlos Sanz
Es el corresponsal para el Magreb. Antes lo fue en Jerusalén durante siete años y, previamente, ejerció como jefe de Internacional. En 20 años como enviado de EL PAÍS ha cubierto conflictos en los Balcanes, Irak y Turquía, entre otros destinos. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Zaragoza y máster en Periodismo por la Autónoma de Madrid.

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