El Foro de Davos pierde el miedo al populismo
El fantasma del populismo se aleja del debate aunque las razones que apuntalaron su auge, especialmente la desigualdad, siguen en vigor
Ahora que los peores temores de 2017 no se han materializado, que el riesgo de Gobiernos populistas en Francia o en Holanda no se ha producido y que Donald Trump ha empezado a combinar sus andanadas antimigratorias con reformas fiscales muy favorables para las grandes corporaciones, Davos parece mirar con otros ojos y definitivamente sin miedo el fenómeno populista. No necesariamente con razón, pues las razones que apuntalaron la subida de estos políticos, especialmente la desigualdad, siguen en vigor, como advierten los expertos.
“Davos estaba equivocado el año pasado porque esperaba una especie de tsunami, una ola populista que acabaría con los partidos tradicionales y con el sistema establecido y no ha sido así”, advertía ayer Jan-Werner Müller, profesor de políticas de la Universidad de Princeton, en un debate sobre el futuro de la política después del populismo, relegado en el programo oficial del Foro Económico Mundial (WEF, por sus siglas en inglés) a una pequeña sala y en la hora de la sobremesa, más propicia para las reuniones empresariales que para las conferencias. “Pero quiero recordar que ningún populista llega al poder sin la colaboración, al menos, de una parte del establisment”, apuntó.
Pese a las advertencias, el populismo ha dejado de ocupar un puesto destacado en la agenda del hombre de Davos. La presentación de la encuesta de directivos de PwC el pasado lunes fue un buen ejemplo de cómo ha cambiado el ánimo de los ejecutivos en estos 12 meses. Mientras el populismo ocupó buena parte del debate del año pasado en torno a qué preocupa a los responsables empresariales y todos insistían en la necesidad de apostar por un crecimiento más inclusivo y hacer que la recuperación llegara a todos, la palabra desigualdad no se pronunció en ningún momento de la presentación por parte de su presidente global, Bob Moritz.
“Pero las raíces del problema siguen ahí. La creciente desigualdad que dio lugar a votos de protesta y a que los partidos con discursos más excluyentes ganaran apoyos siguen vigentes y no se le ha buscado ninguna solución”, advertía Timothy Hwang, consejero delegado de FiscalNote y antiguo colaborador de campaña de Barack Obama.
No es que en esta edición las instituciones no hayan puesto el acento en la necesidad de un crecimiento más inclusivo, que reduzca la brecha existente en términos de renta y nivel de vida. Tanto el Fondo Monetario Internacional (FMI), como el propio WEF y la ONG Oxfam han alertado de los riesgos que conlleva la desigualdad, aunque las recetas para combatirla difieran según el ponente. Pero no es algo a lo que el hombre de Davos, como representante de la élite global, esté prestando atención en este encuentro, a diferencia del nerviosismo con que lo abordaba en 2017.
Puede ser un error, en opinión del profesor Müller. “Ningún populista reconoce serlo pero todos se arrogan la representación y la voz del pueblo, apelando a políticas identitarias y excluyentes. Lo hemos visto en Turquía, en Hungría o en Polonia. Y deberíamos prestar atención a algunas de las medidas, no solo a la retórica de Donald Trump que siguen ese mismo camino. Cuando debilitas las instituciones independientes, como los jueces o la prensa, estás debilitando la democracia. El final de la prensa es el enemigo del pueblo”, alertaba
El vicepresidente belga, Alexander de Croo, fue más allá al alertar sobre las potencias extranjeras, en concreto el papel de Rusia, a la hora de alentar los populismos. “Lo vimos en el Brexit, lo estamos viendo en lo que está pasando en Cataluña o en Hungría, donde los poderes extranjeros están alentando la polarización. Es hora de dejar la ingenuidad en la geopolítica”, subrayó.
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