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PRECAMPAÑA PRESIDENCIAL

Las aspiraciones de una candidatura contra el sistema de partidos en Colombia

La exsenadora Piedad Córdoba recoge firmas para concurrir a las elecciones presidenciales

F. MANETTO
Piedad Córdoba
La exsenadora Piedad Córdoba en el Festival de mujeres en escena por la paz.

Colombia lleva ya meses instalada en una precampaña que, de momento, presenta un amplio abanico de 28 candidatos que aspiran a concurrir a las elecciones presidenciales convocadas para mayo de 2018. No hay alianzas claras ni están definidos todos los nombres. Entre quienes aún están recogiendo firmas, como el exvicepresidente Germán Vargas Lleras, el exalcalde de Medellín Sergio Fajardo o el exregidor de Bogotá Gustavo Petro, hay una figura que, si bien ha recorrido la política colombiana de las últimas décadas, se propone formar una candidatura contra el sistema tradicional de partidos. ¿Cuáles son sus aspiraciones reales y recorrido?

El recorrido de Piedad Córdoba (Medellín, 1955), más allá de las filias y fobias que genera en la sociedad recogidas la mayoría de las encuestas, representa un caso emblemático de la historia reciente de Colombia. Sufrió un secuestro de los paramilitares de las AUC en 1999. Tras 16 años como senadora del Partido Liberal, fue inhabilitada en 2010 por supuestos vínculos con las FARC, una decisión de la Procuraduría tumbada hace un año por el Consejo de Estado. Participó en la liberación, entre otros, de Clara Rojas, excandidata a la Vicepresidencia secuestrada por la guerrilla. Hizo campaña por el sí a los acuerdos de paz. No ocultó su amistad con el expresidente Hugo Chávez ni sus simpatías por el chavismo y defiende “una diplomacia de mediación y reconciliación” ante la crisis que golpea al país vecino, una visión rechazada por la mayoría de la clase política colombiana. Con esta mochila, Córdoba pretende concurrir bajo las siglas de Poder Ciudadano a una elección presidencial que considera “muy abierta”.

Su proyecto tiene que ver con algunas palabras clave que anticipan una ruptura con el esquema tradicional: cambio de modelo productivo, rechazo a lo que califica de “partidocracia”, además de cumplimiento de los acuerdos con las FARC. Optó por no acudir al congreso en el que la antigua guerrilla se constituyó como formación política, pero tuvo con gesto con Iván Márquez, jefe de su delegación de paz, al enviarle un ramo de flores. Aseguró en una conversación con EL PAÍS que hay que “ir hacia una transición donde el nuevo partido tiene que tener unas garantías para hacer política”. Pero se desmarcó de sus próximos pasos. “En este momento ellos tienen su propia dinámica, formando su partido, buscando los votos, yo no participé en el congreso”, recuerda.

Se presenta como una víctima de los poderes fácticos por haberse metido “a la zona de fuego, al pantano, a exigir la liberación de la gente”. “Eso me valió a mí una persecución atroz del establecimiento de todo el Estado. Siempre fui una de las mejores congresistas y casi quedé reducida a una criminal”, afirma. “Yo le generé mucho dolor a mi familia, dejé muy desprotegida a mi familia y por lo tanto a mí pues creo que no pueden reparar prácticamente nada. Y no es que yo esté pensando en odiar”, prosigue. “Intentaron asesinarme políticamente, pero yo siempre lo asumí con mucha entereza, mucha dignidad por mis principios”.

A pesar de la inhabilitación, Córdoba, abogada de formación, se mantuvo en primera línea como figura pública. De hecho, esa experiencia la ayudó, dice, a conocer más de cerca las luchas de los campesinos. Cree que la Colombia del futuro “no va a ser la misma” y asegura adherirse a la visión del Papa, que en septiembre visitó Colombia para dar un espaldarazo al proceso de paz. “Su espíritu, más que su religiosidad, le da la razón a los que durante muchos años decíamos que la guerra no puede continuar, que Colombia es un país con extrema desigualdad, es el segundo de la región más pobre”.

Defiende un nuevo modelo productivo y se muestra segura de que su propuesta logrará convencer contra lo que ve como una “economía financiarizada, de casino, casi de ruletas”. “Yo me opuse como la que más a la apertura económica, me opuse a la flexibilización laboral”, mantiene antes de aclarar que defiende a los empresarios. “Yo estoy a favor de la iniciativa privada, y estoy a favor de la inversión extranjera, pero en otras condiciones distintas”.

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Su discurso coincide con el léxico y algunos postulados introducidos en España por fuerzas como Podemos. Prefiere hablar de los arriba y los de abajo más que de izquierda y derecha. “He llegado a la conclusión absoluta que la gente no quiere que le hablen de derecha y de izquierda, por lo menos en ese país no. Es más, a la gente lo que hay que hablarle es de cómo los de arriba saquean a los de abajo. Saquean al país. Y cuando hablo de los de arriba hablo de una clase política que se ha enquistado y no se quiere mover”.

Sus adversarios políticos le reprochan sus relaciones con el chavismo, con el expresidente venezolano y con actual, Nicolás Maduro, pero Córdoba, que dice "vivir, amar y rumbear como colombiana", cree que lo hacen porque no pueden decir que es corrupta o se enriqueció. “A mí no me interesa Venezuela, a mí me interesa Colombia”, trata de zanjar. “Como dijo el Papa, uno tiene que insistir en el diálogo para una salida de un país como puede ser Venezuela”, señala sobre las relaciones con el país vecino. “Es un pueblo hermano al que no solo amo y agradezco lo que han sido capaces de hacer por Colombia”.

Sobre la firma

F. MANETTO
Es editor de EL PAÍS América. Empezó a trabajar en EL PAÍS en 2006 tras cursar el Máster de Periodismo del diario. En Madrid se ha ocupado principalmente de información política y, como corresponsal en la Región Andina, se ha centrado en el posconflicto colombiano y en la crisis venezolana.

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