El presidente francés viaja a las Antillas en plena jornada de protesta
Varios dirigentes europeos acuden a las islas caribeñas para comprobar los destrozos del huracán Irma
Varios responsables europeos se desplazaron este martes a territorios de sus países en las Antillas que han quedado devastados por el huracán Irma. Francia, Reino Unido y Holanda afrontan la acusación de haber abandonado a su suerte a las islas y no haber adoptado suficientes medidas preventivas ante la catástrofe natural.
El presidente francés, Emmanuel Macron, viajó a San Martín, uno de los territorios antillanos azotado por la catástrofe, donde un 90% de las construcciones quedaron arruinadas, según datos citados por Le Monde. Y lo hizo el mismo día en que en la Francia continental se habían convocado las primeras protestas contra su reforma laboral. El ministro británico de Exteriores, Boris Johnson, visitó las islas Vírgenes Británicas y Anguila, mientras el rey Guillermo Alejandro de Holanda visitaba la parte holandesa de la isla de San Martín y otros territorios holandeses en el Caribe.
“Ahora no es el momento de las controversias”, dijo Macron tras aterrizar en la isla francesa de Guadalupe y antes de desplazarse a San Martín. “La prioridad absoluta es volver a la normalidad”.
En un mensaje a los residentes de los territorios británicos, Johnson consideró las críticas “completamente injustificadas”. “Reino Unido estará con vosotros a largo plazo”, prometió. El monarca holandés declaró a la cadena NOS que “incluso desde el avión vi algo que jamás había visto”.
Los destrozos causados por Irma —sumados al aislamiento de estas islas diminutas sin los medios ni las vías de escape que tienen otros lugares como el Estado de Florida, en EE UU— abren el debate sobre las medidas de prevención y de rescate.
En Francia la oposición, desde la derecha de Los Republicanos a la izquierda de la Francia Insumisa, ha pedido la creación de una comisión de investigación para aclarar dónde fallaron las autoridades. En un país fundado sobre un Estado fuerte, la sensación, aunque sea en un territorio lejano, de que el Estado ha dejado de existir resulta difícil de digerir.
En San Martín, Macron conversó con varios residentes, que le expusieron sus reclamaciones en escenas tensas registradas por las cadenas de televisión. “No tenemos nada que comer, no tenemos nada que beber”, le decía una mujer. “Déjenos marchar”, le dijo otra. Casi todas las escuelas han quedado destruidas, y los hospitales han quedado dañados. A esto se añade los pillajes en las primeras horas tras el paso del huracán, el 6 de septiembre. El ministro del Interior, Gérard Collomb, anunció 23 detenciones. Unos 45.000 habitantes residen colectividad de San Martin, de 90 kilómetros cuadrados, y en la cercana isla de Saint Barthélemy.
En rueda de prensa, el presidente francés dijo que estaba allí para “reconfortar” a los supervivientes, “escuchar su cólera” y trabajar en la reconstrucción. Macron defendió la actuación de los funcionarios del Estado, en la metrópolis y en la isla. Explicó que se había establecido “uno de los mayores puentes aéreos desde la Segunda Guera Mundial”. Y aceptó que en el futuro pueda abrirse una investigación parlamentaria. “El Gobierno deberá responder ante el Parlamento de sus actos, pero hay que hacerlo en la calma y en el buen momento”.
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