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Gingrich acorta distancias con su mayor rival ante las primarias de Florida

Romney entra en un duro cuerpo a cuerpo con el expresidente de la Cámara de Representantes

Antonio Caño
Newt Gingrich y su esposa, Callista, el sábado en Carolina del Sur.
Newt Gingrich y su esposa, Callista, el sábado en Carolina del Sur. ERIC THAYER (REUTERS)

Ante la estupefacción general, el fenómeno Newt Gingrich crece, y el vencedor de las primarias republicanas en Carolina del Sur avanza sólidamente hace otro triunfo en Florida y recorta rápidamente la distancia con Mitt Romney en el conjunto del país. Los dos candidatos midieron de nuevo sus fuerzas anoche en otro debate electoral, que han sido hasta ahora el principal instrumento con el que Gingrich ha transmitido el mensaje que enardece a las bases conservadoras.

En apenas un par de días, Gingrich ha pasado de estar 20 puntos por detrás de Romney en las encuestas de Florida a igualarle o superarle en algunas. En el sondeo nacional de Gallup, en el que Romney tenía a principios de la semana pasada una ventaja de 25 puntos, hoy tiene cinco. Las primarias de Florida, que se celebrarán el próximo día 31, se han convertido en unas elecciones que Romney tiene que ganar a toda costa si no quiere que su máximo rival se le escape quizá de forma inalcanzable.

El exgobernador de Massachusetts, que se ha pasado toda la campaña flotando sobre cualquier polémica, convencido como estaba de su segura nominación, ha entrado ahora en el cuerpo a cuerpo con el antiguo presidente de la Cámara de Representantes ante la evidencia de que se le escapa la victoria.

Romney ha cedido en hacer públicas hoy sus declaraciones de Hacienda de los últimos años, pero a cambio ha exigido que Gingrich saque a la luz su relación con la compañía Freddie Mac, de la que cobró 1,7 millones de dólares (1,3 millones de euros), supuestamente por asesoramiento en materia histórica.

Romney tiene que ganar las primarias del día 31 a toda costa si no quiere que su máximo rival se le escape quizá de forma inalcanzable

Romney acusó ayer a Gingrich directamente de hacer lobby para esa empresa, lo que demuestra, según él, que su rival, lejos del rebelde iconoclasta que dice ser, es en realidad un clásico producto de Washington que se ha aprovechado de la corrupción que domina la política nacional. “Gingrich dijo en un debate que la gente que se había aprovechado del modelo fracasado de Freddie Mac y Fannie Mae deberían de devolver su dinero; bien, entonces él debería de devolver los 1,7 millones que cobró”, ha pedido Romney.

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Freddie Mac y Fannie Mae son dos empresas de patrocinio público creadas en 1970 con el fin de facilitar créditos en mejores condiciones para la compra de viviendas a personas con menores recursos. Su quiebra en 2008 hizo reventar la burbuja inmobiliaria que se había creado en años anteriores. Actualmente, por tanto, son dos marcas que despiertan gran rechazo entre los votantes, especialmente los republicanos.

Gingrich ha asegurado que no ha hecho lobby para Freddie Mac. “No soy un lobbysta ni lo he sido nunca”, afirma el candidato. Pero no ha conseguido aclarar qué tipo de asesoramiento histórico necesita una empresa del sector crediticio, qué clase de asesoramiento era ese para merecer tan alta retribución y por qué el historiador elegido tenía que ser precisamente el propio Gingrich.

Hacer lobby es una actividad que consiste en influir sobre el Congreso a favor de ciertas leyes. Es una actividad legal siempre que la realicen las personas y las empresas que están registradas para ese propósito, y aunque tienen muy mala fama, no siempre la acción de un lobby equivale a corrupción. En ocasiones, los lobbys aportan información, datos y antecedentes que pueden ayudar a los congresistas a tomar una decisión.

Hacen lobby tanto organizaciones que defienden causas de izquierdas —medio ambiente, matrimonio homosexual o aborto— como grupos que defienden causas de derechas —religión, antiaborto, energía nuclear—. Pero lo cierto es que, en muchos casos, esa influencia trata de ejercerse por métodos como viajes a lugares exóticos o vuelos en aviones privados que rebasan los límites de la legalidad. La consecuencia es que los lobbys son muy impopulares, tanto entre los demócratas como entre los republicanos.

En el caso de los republicanos, mucho más impopulares ahora que el partido está invadido por una insólita furia contra el Estado central. Por esa razón, el asunto de Freddie Mac puede acabar siendo perjudicial para Gingrich. Sin embargo, no lo ha sido todavía. Gingrich está todavía en esa fase en la que goza del fervor popular y todo lo que se dice contra él se le vuelve a favor. Basta con que Gingrich culpe de su distribución a la prensa de izquierdas para que los conservadores le resten importancia.

La campaña de Romney trata de atacar también otro ángulo vulnerable de Gingrich, el de su vida personal. Estos días el exgobernador aparece con frecuencia acompañado de su esposa de toda la vida, Ann, quien le explicó a sus seguidores que la única riqueza que le importa es la riqueza de su vida familiar.

Gingrich, que lleva tres matrimonios, ha conseguido hasta ahora compensar ese pecado con una insistente confesión de culpa, acorde con su conversión al catolicismo. A juzgar por los resultados de Carolina del Sur, los votantes religiosos le han perdonado.

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