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Kohei Saito, filósofo: “Es estúpido gastar tanto dinero, esfuerzo y tiempo en ir a Marte”

El pensador japonés es un fenómeno en su país. Orgulloso marxista, cree que debemos prohibir el uso de jets privados o los transbordadores espaciales

Kohei Saito filósofo
Kohei Saito en su casa en una imagen de este año.SHIHO FUKADA ( New York Times / Contacto )
Pablo León

El filósofo Kohei Saito (Tokio, 1987) es un fenómeno marxista en Japón. En su país, El capital en el Antropoceno (2022, Ediciones B) ha vendido más de medio millón de ejemplares. Sus libros sintetizan sus investigaciones en las que vincula marxismo y ecologismo. “En EE UU, pero también en España, el término comunismo tiene implicaciones negativas. Algo parecido pasa en Japón”, dice Saito en su despacho de la Universidad de Tokio, donde es profesor asociado y “el único” especializado en marxismo. También ha publicado La naturaleza contra el capital: el ecosocialismo de Karl Marx (2022, Bellaterra).

No cree que el marxismo esté anticuado. Su exlibris es un simpático sello con una caricatura propia, de pie, junto a Karl Marx, sentado. Tras el desastre nuclear de Fukushima, comenzó a prestar atención a las consecuencias ambientales del capitalismo. Y se preguntó cómo deberían los marxistas lidiar con el desastre ecológico.

Pregunta. ¿De dónde parte usted?

Respuesta. Somos 8.000 millones de personas, mucho más materialistas que antes, en medio de una crisis ecológica cuya causa principal es el capitalismo. Hay sectores de la sociedad que dicen, con cierto simplismo, que la tecnología lo resolverá todo. Pero no podemos desarrollarnos continuamente y el crecimiento ya no es factible, especialmente en el Norte Global. Para superar el capitalismo, necesitamos algo que vaya más allá. La situación es difícil. Y solo los humanos podemos detener esta crisis. Si no lo hacemos, el planeta cambiará completamente durante milenios. Es una responsabilidad ética y moral.

P. El medio ambiente ha entrado en la denominada “guerra cultural”.

R. Sí, pero a la vez la percepción social con respecto a la crisis climática ha madurado. Cuando el exministro español Alberto Garzón recomendó disminuir el consumo de carne, un tipo de decrecimiento, se organizó una campaña de ataque. Un gran progreso; hace poco no imaginábamos a líderes políticos defendiendo esto. A la vez, emerge esa actitud reaccionaria; una respuesta de la extrema derecha y de conservadores que se sienten amenazados por las críticas al consumo de carne o a los coches. A la mayoría de la población le preocupa la crisis ambiental, pero también la renuncia a cosas que daban por sentadas.

P. ¿Esto causa ansiedad?

R. Estamos en situación de emergencia crónica. La pandemia no era la última crisis, sino el comienzo de más problemas. No debemos olvidar ese momento [el confinamiento] cuando, conscientemente, frenamos el capitalismo. Parecía imposible. Pero sucedió. Un tiempo corto. Una buena ocasión para tomar distancia: la gente se volvió más anticapitalista y proclive a hablar sobre decrecimiento. Recordémoslo.

“A la mayoría le preocupa la crisis ambiental, pero también la renuncia a cosas que daban por sentadas”

P. ¿Cuál es su propuesta de futuro?

R. Hablo de un comunismo de decrecimiento: una sociedad que se adapte a los límites de la naturaleza y proporcione un acceso universal a la educación, la sanidad, el transporte, internet… Debido a diferentes crisis, el acceso a estos servicios —el bien común— ha sido socavado para muchos. Pero sin visiones positivas de futuro, habrá cada vez más descontento. Lo que necesitamos es construir un movimiento amplio: ecologista, obrero, feminista, indigenista… Plantear un futuro inclusivo y emancipatorio.

P. ¿El capitalismo nos amarga?

R. Vivimos absorbidos por el sistema; a menudo, alienados: pobres, deudores de préstamos, ahogados por los alquileres, sin cobertura médica… De vez en cuando disfrutan, tal vez, viendo Netflix; yendo a un concierto; o comprando. Opio. Necesitamos darnos cuenta de que es posible otro tipo de felicidad; otra sociedad; otra vida más enriquecedora, alegre y vinculada con la naturaleza. Tendríamos que establecer qué es necesario y qué no.

P. ¿Qué no lo es?

R. Los jets privados. La mayoría nunca va a usar uno. Solo benefician a unos pocos superricos que, además, los usan como símbolo de estatus mientras destrozan el planeta. Por mucho dinero que tengan, los ricos no tienen permitido hacer eso. Deberíamos prohibir su uso. Hay muchas cosas homologables. Podemos empezar catalogando cosas innecesarias y, posteriormente, prohibirlas. En el siglo XXI, lo importante no es si algo contribuye al PIB, sino si es sostenible, justo, y fomenta el bienestar humano.

P. En las tertulias a las que acude, ¿defiende estas ideas?

R. Trato de llegar al público. Actualmente, soy el único tertuliano relativamente joven y explícitamente de izquierdas. Considero importante visibilizar estas posiciones en los medios de masas; de lo contrario, ese espacio será ocupado por la derecha. Las generaciones más jóvenes son más abiertas; es una buena oportunidad para movilizarlos hacia la izquierda. La situación es precaria; tenemos que tener cuidado. Los partidos existentes no siempre ofrecen una alternativa convincente. Esto puede ser favorable para el resurgimiento del marxismo.

P. Hay marxistas que niegan la conexión que hace con el ecologismo.

R. Marx leía y tomaba notas. En esas notas habla de cómo la naturaleza, en el siglo XIX, ya estaba siendo destruida, criticando la destrucción del capitalismo. Al morir Marx, Engels editó los volúmenes y enfatizó la idea de que el socialismo puede mejorar la vida de todos, especialmente de la clase trabajadora. La disertación se volvió optimista con el progreso tecnológico. Eclipsó las ideas ecológicas de Marx.

P. ¿No le parece que ese tecno-optimismo sigue presente, por ejemplo, en las ambiciones galácticas de los milmillonarios?

R. El Antropoceno significa que los humanos nos hemos convertido en una fuerza geológica, con capacidad de modificar el planeta. Pero no todo el mundo es igualmente responsable de esa situación. Lo son, principalmente, las personas del Norte Global; especialmente, los superricos que creen que con su dinero pueden hacerlo todo, incluso huir de la Tierra. Esa idea de conquista se origina con el colonialismo europeo, vinculando imperialismo, capitalismo y progreso. Deberíamos restringir también los transbordadores espaciales, como Space X. Me parece estúpido gastar tanto dinero, esfuerzo y tiempo en ir a Marte; deberíamos invertir esa energía en salvar nuestro planeta. Como filósofo, soy optimista. Nuestra percepción, nuestros valores, puede cambiar en dos o cinco años. Las oportunidades para el cambio están en todas partes. Quiero explorar cuáles son.

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Sobre la firma

Pablo León
Periodista de EL PAÍS desde 2009. Actualmente en Internacional. Durante seis años fue redactor de Madrid, cubriendo política municipal. Antes estuvo en secciones como Reportajes, El País Semanal, El Viajero o Tentaciones. Es licenciado en Ciencias Ambientales y Máster de Periodismo UAM-EL PAÍS. Vive en Madrid y es experto en movilidad sostenible.

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