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Columna
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Los líderes políticos nos deben un mundo de explicaciones

Los dirigentes españoles empiezan 2024 como terminaron 2023: sin explicarse y atiborrados de eslóganes

Política
Patricia Bolinches
Soledad Gallego-Díaz

“Las aventuras, primero; las explicaciones llevan un tiempo espantoso”, se quejaba Alicia en el País de las Maravillas. Efectivamente, exponer asuntos difíciles en palabras claras suele llevar un tiempo espantoso. Aun así, suele ser muy necesario que los dirigentes políticos lo hagan, y tenemos todo un año por delante para que se esfuercen en ello. Sobre todo, porque terminamos 2023 bastante ayunos de ellas. Por todos lados, Gobierno, oposición, partidos de la coalición, independentistas, han faltado explicaciones y sobrado eslóganes, frases breves y rotundas, dignas de la mejor publicidad y de la peor política. No todos son iguales, por supuesto, pero todos parecen tener una incapacidad patológica para explicarse.

Por ejemplo, Carles Puigdemont cierra 2023 con una nueva amenaza. Si el PSOE no cumple en un año sus compromisos, “irá a una moción de censura”. Quiere decir que pedirá al Partido Popular que presente una moción de censura con su propio candidato al frente, porque no es posible que crea que Junts puede pedir a Alberto Núñez Feijóo que vote al candidato independentista. Todo ello merecería que Puigdemont diera una explicación, bastante larga, a sus seguidores. Sobre todo, si mientras tanto los catalanes han votado en unas elecciones autonómicas adelantadas (segundo semestre del año) y han decidido que sea el socialista Salvador Illa su nuevo president (el gran sueño de Pedro Sánchez) o que Junts siga siendo una fuerza política menor (aunque no lo parezca, ahora es nada menos que la quinta). Todo es posible, aunque como contaba Artur Mas esta semana en La Vanguardia, ya están todos los que pueden presionar advirtiendo a ERC y a Junts que tienen que llegar a un acuerdo como sea, no para proclamar la independencia, desde luego, ni celebrar un referéndum, ni tan siquiera adelantar elecciones, sino para lograr en comandita un concierto económico a la vasca.

Las cosas se han ensuciado tanto que es posible que Núñez Feijóo no necesitara dar explicaciones a los populares de por qué está sentado a la espera de que le llame un prófugo independentista y le diga: “Ahora, Alberto, ¡adelante¡”, pero aun así, en caso de que se convoquen desde La Moncloa elecciones generales anticipadas, el PP tendría que explicar cuál es su plan para Cataluña, se supone que poco agradable para Junts y para ERC y sin concierto que valga. Puestos a dar explicaciones, el PP lo mismo debería aclarar cómo se le ha ocurrido que él también necesita un mediador para cumplir la Constitución y renovar el Consejo General del Poder Judicial. Y ya en vena, definir su posición respecto a Vox, aunque quizás ya esté para entonces sobradamente aclarada, en el caso de que los populares europeos hayan decidido llegar a acuerdos con la extrema derecha en las previas elecciones parlamentarias europeas (junio de 2024). Ojalá no sea así y la Unión Europea no tenga que dar explicaciones al resto del universo durante décadas.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, por su parte, necesita tomarse mucho más en serio este año lo de dar explicaciones. Este 2023 terminó con un balance de lo logrado, un decreto ley ómnibus con las primeras medidas económicas del nuevo año y tres nombramientos significativos: un ministro de Economía, Carlos Cuerpo, gran conocedor de Bruselas y mano derecha de Nadia Calviño, la ampliación de las competencias de Escrivá para que se ocupe de la imprescindible reforma de la administración pública y el ascenso de María Jesús Moreno, número dos del PSOE, a vicepresidente primera, un movimiento interesante cara a la recomposición socialista en Andalucía. En la conferencia de prensa, se prodigó lo que se supone que es la idea central de todo su mandato: mientras yo consiga estar en el Gobierno, habrá importantes medidas sociales. Es una oferta, pero no una explicación de su política. Tampoco la hubo en la humorística presentación de su libro Tierra firme (claro que también están ausentes del propio libro). Sánchez lleva esquivando una explicación sobre su política territorial desde hace mucho tiempo y todo tiene un límite. El diálogo y serenar Cataluña es un objetivo político, pero no una estrategia y eso, el diseño para dirigir todo este asunto, es lo que hasta ahora nunca ha explicado con claridad. Las sesiones parlamentarias de 2024 podrían ser la ocasión, inexcusable ya, para describir las evidencias sólidas en las que se van a basar sus inmediatas decisiones. Es, dicen los politólogos, la condición para suscitar la confianza, casi tanto como la regularidad en el cumplimiento de las tareas y ofertas electorales. Seguramente muchos seguidores del PSOE preferirían que Sánchez se diera prisa.

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