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100 años del PCE
Tribuna
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Cien años en debates de la izquierda

El PCE tuvo serias dificultades para “normalizar la discrepancia” en su seno. Y eso le perjudicó en las urnas, escribe el ex vicesecretario general Nicolás Sartorius

Aniversario PCE
IX Congreso del partido Comunista, en Madrid en abril de 1978.EFE (EFE)

1. En 100 años de historia del Partido Comunista de España la mitad han transcurrido prácticamente en la clandestinidad. A pesar de las dificultades que ello comportó, el PCE se orientó con bastante acierto a lo largo del tiempo. Después de unos primeros años de “izquierdismo” estéril, ya en la República impulsó la política del Frente Popular, en cuyo gobierno, por cierto, no participaron ni socialistas ni comunistas hasta el inicio de la Guerra Civil. En la dura controversia con los anarquistas y otros extremismos sobre si lo prioritario, en aquellas circunstancias, era ganar la guerra o hacer la revolución, el PCE adoptó la primera, pues los excesos “revolucionarios” solo perjudicaban a la República y daban alas a la reacción. Luego, en la clandestinidad, los primeros años de lucha armada no fueron más que la expresión hispana de lo que hacían en Europa algunos demócratas, en la resistencia contra nazis y fascistas. Con el abandono de la guerrilla como consecuencia de la Guerra Fría y el abandono de España a su mala suerte por parte de las potencias vencedoras, el PCE se orientó a la organización de movimientos sociales. En este sentido, la labor de la militancia comunista en el desarrollo de Comisiones Obreras fue uno de los hechos más relevantes de los periodos dictatorial y democrático, sin el que no se entienden las luchas ciudadanas y el final de la dictadura.

2. Fue el PCE quien lanzó en 1956 la política de reconciliación nacional. Una política clave para situar la contradicción esencial de España entre democracia o dictadura y no entre república o monarquía, base imprescindible para alcanzar la unidad de la oposición, ir cerrando las heridas de la Guerra Civil y facilitar una salida pacífica al régimen liberticida. A partir de ahí se desarrollarían el Pacto para la Libertad, la creación de la Junta Democrática y los acuerdos de la Transición en los que el PCE participó, como fueron los Pactos de la Moncloa, hasta la Constitución de 1978.

3. En el PCE éramos muy conscientes de que, en el posfranquismo, o éramos fuertes o no seríamos legalizados. Teníamos que desarrollar un activismo en todos los frentes (obrero, estudiantil, profesional, cultural) si queríamos evitar una salida en falso de la dictadura y una débil posición del movimiento obrero y de la izquierda. Años después, Adolfo Suárez me comentó que había recibido fuertes presiones para que no nos legalizaran. Añadió: “¿No os hubierais quedado quietos, verdad”? Ante la obvia respuesta concluyó que eso hubiera terminado con cientos o miles de personas en las cárceles y hecho inviable las elecciones democráticas. Suárez necesitaba una salida y el PCE, coherente con su posición de que la cuestión no era entre república o monarquía, sino traer la democracia, aceptó al Monarca y la bandera, al igual que el PSOE y otros partidos. Carrillo, antes de someter la cuestión al decisivo Comité Central, ­reunió a algunos dirigentes de CC OO para conocer nuestra opinión. Estuvimos de acuerdo con la propuesta siempre que esa monarquía fuese como las europeas, donde el jefe del Estado reina pero no gobierna y la soberanía reside en el conjunto de los ciudadanos.

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¿Qué habría sucedido con el PCE en la ilegalidad? ¿O es que no se comprobó su fuerza y disciplina en la masiva movilización que siguió al asesinato de los militantes comunistas y de CC OO en el despacho de Atocha? Habría descarrilado toda la transición a la democracia.

Quizá un error del PCE fue presentarse a las primeras elecciones con líderes ligados a la Guerra Civil y unas siglas demonizadas durante 40 años. El Partido Socialista Unificado de Cataluña (PSUC) transmitió otra imagen y obtuvo el doble de votos. En todo caso, la decadencia del “socialismo real” y el ruido de sables hicieron el resto.

4. Por aquellas fechas hice mi primer viaje a Moscú. En la delegación me acompañaba un joven metalúrgico de CC OO. Hacía un frío espantoso y tras un largo paseo le propusimos a nuestro acompañante entrar en algún restaurante, bar o café. Respondió que no había nada de eso, solo algún hotel de entrada restringida. El amigo metalúrgico sentenció: “Compañero, esto no es para nosotros”.

El PCE había empezado a soltar amarras en agosto de 1968, cuando se opuso a la invasión de Checoslovaquia. Fue un intenso debate. No era solo que el sistema soviético estuviera naufragando, sino que no nos valían las teorías de Lenin sobre la conquista del poder o la construcción del “socialismo”. Eran concepciones muy rusas que, desde luego, no servían para Europa Occidental. En el primer congreso del PCE en la legalidad se planteó la eliminación del leninismo de la identidad del partido. Defendí, con otros, esa posición y fue adoptada con escasas discrepancias. En el fondo, era un tema ligado a la cuestión europea. El “eurocomunismo” respondía a una necesidad, pues en la realidad de Europa socialismo y democracia no se podían escindir. Gramsci, Luxemburgo, Togliatti, Berlinguer habían ya planteado esta cuestión y el PCE asumió temprano la realidad europea y votó a favor del ingreso de España en la Comunidad Europea y luego en la UE. Pero no era suficiente defender la democracia hacia fuera sino también hacia dentro. La dificultad en “normalizar la discrepancia” estuvo en la raíz de las divisiones internas que nos perjudicaron electoralmente.

5. A principio de los noventa, el PCE decidió apartarse de elementos centrales de la política histórica de los comunistas. La oposición al euro; la propuesta de un proceso constituyente hacia la república; la reivindicación del derecho de autodeterminación; la “teoría de las dos orillas” fueron, en mi opinión, planteamientos erróneos. Es probable que la actual experiencia en el Gobierno de coalición esté ejerciendo una benéfica influencia, que les haga comprender que no por declararse anticapitalistas se acaba con el capitalismo; que no es inteligente dejar en manos de la derecha una Constitución que los comunistas peleamos tanto; que en las condiciones de la globalización y la UE el derecho de autodeterminación solo beneficia a las derechas nacionalistas y es incompatible con una solución federal; que “otra Europa” no existe, pues lo que funciona es la concreta UE, que se debe mejorar pero nunca rechazar. Y por último, que con el capitalismo no se “acaba”, no se le “derroca” ni se “hunde”, sino que se le supera si es para algo mejor, como con todos los sistemas económico-sociales que han existido, pues no es el fin de la historia. Pero para eso hay que realizar ciertos trámites, empezando por evitar que acabe con la vida en el planeta.

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