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trabajar cansa
Columna
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Pobre patria si depende de estos valientes

Dan ganas de llevarles de la oreja a Ceuta, darles un fusil y ver si ante la visión del enemigo, estos pobres muertos de hambre empiezan a pegar tiros o se les quita la tontería y se ponen a ayudar como un soldado serio

Íñigo Domínguez
El cantante Franco Battiato, en Turín en 2010.
El cantante Franco Battiato, en Turín en 2010.Leonardo Cendamo (Getty Images)

El martes fue un día triste, se murió Franco Battiato. Un loco genial que con su poesía nos eleva sobre la mezquindad. Justo ese día pasó lo de Ceuta y fue más triste todavía. Todos vimos sobrecogidos las imágenes, bebés flotando en el agua, tiarrones llorando en la playa. Se podía decir muchas cosas, pero dos líderes de la derecha optaron por la más estúpida, y ya fue tristísimo. Pablo Casado: “El Gobierno tiene que actuar para preservar la soberanía nacional en una ciudad española como Ceuta, que lleva 600 años ondeando nuestra bandera”. Iván Espinosa de los Monteros: “España está siendo atacada. Una nación extranjera ha cometido una auténtica invasión violando nuestras fronteras con un propósito muy claro, invadir España”. ¿En serio? ¿Pero qué desayuna esta gente, krispis con lejía? Esta peligrosa columna enemiga de niños y hambrientos habría besado, y hasta jurado, la bandera de España si se la enseñan. Estos guardianes de la soberanía agitan el miedo y el odio como si menearan una copa de Soberano fumándose un puro, son patriotas de brandi. Cuando tiran de repertorio siempre se van al siglo XIX, o más allá. Pero hombre, que después han pasado muchas cosas, el mundo contemporáneo, han inventado la tele a color, el mismo Franco Battiato, un renovador del pop. Nosotros, los de los ochenta, ya no somos los mismos, pero es que estos con 20 años ya serían viejos. A estos héroes de los escrúpulos la única integridad que les debía de sonar era la territorial (aunque Casado confundía Harvard con Aravaca), porque a uno le regalaban un máster y otro se pasaba la ley por el forro en pelotazos inmobiliarios. Battiato cantaba que somos hijos de las estrellas, pero también hay algún cruce de enana blanca y merluzo. No se pueden decir estas tonterías el día que se muere Battiato, esta gente no debe de escuchar sus discos. ¿Qué música oyen, qué poesía leen? Así va bajando, un poquito cada día, el nivel de las burradas que se pueden decir y ya parecen normales.

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Dan ganas de llevarles de las orejas a Ceuta, darles un fusil y ver si ante la visión del enemigo, estos pobres muertos de hambre, empiezan a pegar tiros o ya se les quita la tontería y se ponen a ayudar como un soldado serio. Aunque no sé ni si han hecho la mili. Povera patria, una canción del maestro, habla de algunos políticos, “gente infame que no sabe qué es el pudor”: “Perfectos e inútiles bufones / Este país devastado por el dolor / ¿No os dan un poco de desagrado / esos cuerpos en tierra sin calor?”. Pobre patria, qué memeces se dicen en tu nombre. Más bien uno se sentía orgulloso de ser español viendo a guardias civiles salvando seres humanos, a una voluntaria de Cruz Roja consolándoles en sus brazos. Cómo está el servicio, pensaron algunos. A esa mujer, de 20 años, la machacaron en redes sociales y tuvo que cerrarlas. Por un abrazo. Pobre patria si depende de estos matones tan valientes.

Uno de los más preocupantes problemas de la derecha española, y por tanto de todos, es su alejamiento de los valores cristianos, ya no sabes en qué creen. La Iglesia debería evangelizarlos, hacer leer cada día a los troles de ultraderecha el cantar de los cantares, enviar misioneros a los mítines de Vox, a los comités del PP, antes de que hablen sin el menor sentido de compasión por el prójimo. Una vez estuve en Marruecos con unas monjas españolas que ayudaban entre mil dificultades a estos desheredados que sobreviven en las montañas, a la espera de saltar la valla. Tenían muy claro quiénes eran los buenos y los malos. Querido amigo, atraviesa las corrientes gravitacionales y cuida de nosotros, allá donde estés. Viva Franco, pero Franco Battiato.

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Sobre la firma

Íñigo Domínguez
Es periodista en EL PAÍS desde 2015. Antes fue corresponsal en Roma para El Correo y Vocento durante casi 15 años. Es autor de Crónicas de la Mafia; su segunda parte, Paletos Salvajes; y otros dos libros de viajes y reportajes.

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