Mi persona
Sorprende que se acuse de narcisismo a quien usa una fórmula prevista para todo lo contrario
El presidente Pedro Sánchez utiliza con frecuencia la expresión “mi persona” para referirse a sí mismo: “Es la dirección federal, y mi persona, quien marca las líneas” (23 de diciembre de 2015); “están haciendo una concentración en contra de mi persona” (10 de febrero de 2019); “todos tenemos que explicar cuál ha sido la posición del Gobierno y de mi persona” (18 de septiembre de 2019)…; “quiero reconocer también en mi persona ese esfuerzo” (8 de junio de 2020); “no van a encontrar ni al PSOE ni a mi persona en ninguna intencionalidad de socavar la confianza” (28 de julio de 2020)…
Alejandro Fernández, presidente del PP catalán, tuiteó el 4 de agosto de 2020: “Pedro Sánchez refiriéndose a sí mismo como ‘mi persona’ recuerda a Maradona hablando de sí mismo”. Y algunos comentaristas también han volcado sus críticas en esa zanja: “Hablar de sí mismo como ‘mi persona’ es de un merengue que se indigesta” (25 de agosto de 2020), “Pedro Sánchez y su cómo me gusto con el reconocimiento a ‘mi persona’, pero ¡qué cursi!”, “es un narciso reflejado en el espejo de la televisión” (8 de junio de 2020)… Incluso un articulista ha sustituido el nombre del presidente por esa locución: “A la presidenta de Ciudadanos le han quitado la escalera que Mi Persona le puso para pintar de naranja la huerta murciana” (12 de marzo de 2021).
Quizás llame la atención de quienes conozcan algo más la lengua que se acuse de culto a sí mismo precisamente a quien utiliza una fórmula concebida hace siglos para todo lo contrario.
Ya de antaño no se creía muy elegante el uso continuo de los pronombres de primera persona del singular, y por eso surgieron en el lenguaje público y en el privado ciertas locuciones de la tercera, como “un servidor”, “quien les habla”, “el abajo firmante”, “quien suscribe”, “mi persona”… La Gramática de las academias las considera “tratamientos de modestia”. Y tienen largo uso.
El peruano Alfredo Bryce Echenique escribió en La vida exagerada de Martín Romaña (1981): “No lograba entender qué podía estar pasando en torno a mi persona”. Y Galdós, en El amigo Manso (1882): “Interpreté su turbación de un modo favorable a mi persona”. Y el argentino Jorge Bucay, en El camino del encuentro (2001): “Cuanto mejor esté a cargo de mi persona, menos dependiente seré”. El banco de datos de la Real Academia ofrece ejemplos literarios de todas las épocas.
Se trata por tanto de una locución asentada.
Sin embargo, el pasado 8 de febrero un articulista afirmaba que Sánchez es “el único mandatario que se llama a sí mismo Mi Persona”. Tanto ese autor como los arriba no mencionados (solo aludidos) han seguido poco las declaraciones del presidente de Castilla y León, Alfonso Fernández Mañueco, del PP: “Ha generado falsedades sobre mi persona” (14 de junio de 2019); “quien obtuvo la confianza fue mi persona” (25 de febrero de 2021); “Pablo Casado tiene en mi persona uno de sus principales apoyos” (3 de marzo de 2021); “… confianza plena de Pablo Casado en mi persona y lealtad plena de mi persona en Pablo Casado” (12 de marzo de 2021)…
La mismísima Dolores de Cospedal decía el lunes 8 en un comunicado: “… le impuso la obligación de no volver a hablar de mi persona”. Y Cayetana Álvarez de Toledo, el 7 de junio de 2020: “Desde antes de ser nombrada portavoz fui objeto de comentarios sobre mi persona o aptitudes para el cargo”.
Ay, cómo funcionan los sesgos cognitivos. Y nadie está libre, tampoco mi persona de ustedes.
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