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Texto con interpretación sobre una persona, que incluye declaraciones

Juan Manuel Moreno, un tipo normal y corriente

El presidente de la Junta de Andalucía cumple este lunes dos años en el cargo con las encuestas a favor. Cultiva una imagen de dirigente moderado, pese a gobernar con el apoyo de la ultraderecha de Vox

Lourdes Lucio
Juan Manuel Moreno, por Luis Grañena
Juan Manuel Moreno, por Luis Grañena

En política pasan cosas tan extraordinarias como las resurrecciones. De estar muerto a vivo pueden transcurrir meses. Pero en el caso de Juan Manuel Moreno Bonilla (Barcelona, 1970) fue cuestión de horas. La mañana del 2 de diciembre de 2018, fecha de las últimas elecciones andaluzas, todo estaba preparado en la sede nacional del PP para finiquitarlo. A las diez de la noche de ese mismo día, vista la aritmética de los resultados, el velorio se suspendió. El 18 de enero de 2019, juraba su cargo como sexto presidente de la Junta de Andalucía, el primero no socialista en 40 años de democracia.

Mañana lunes, Moreno (a quien todos llaman Juanma) cumple dos años en el puesto. Las encuestas le sonríen, la coalición con Cs se mantiene estable y Vox, su socio parlamentario, marca distancias. De todos los líderes políticos andaluces es el único que sabe que repetirá candidatura.

Su historia política es una carrera de superación. Nieto de jornaleros e hijo de emigrantes malagueños establecidos como comerciantes al volver a Andalucía. Grado en Protocolo y Organización de Eventos. Casado y padre de tres hijos. Curtido en las juventudes del PP, accedió a la presidencia nacional de Nuevas Generaciones en contra de la oficialidad. Cuando alcanzó la presidencia del PP andaluz, en marzo de 2014, por el poderoso dedo de Mariano Rajoy —en un proceso sin primarias, con una formidable disputa interna—, se encontró un partido gobernado por líderes provinciales a los que solo Javier Arenas había sido capaz de unir. La llegada no fue fácil. El PP venía de sufrir dos tsunamis consecutivos: el del fin de Arenas tras perder otra vez la Junta y el que provocó el mandato de Juan Ignacio Zoido, que dividió al partido en guerras internas.

Moreno llegó a Andalucía sin equipo y sin escaño en el Parlamento andaluz tras dejar la Secretaría de Estado de Servicios Sociales. Logró el acta en las elecciones de 2015, en las que el PP bajó de 50 a 33 escaños. Enfrente, el temido PSOE andaluz y Susana Díaz, a la que el propio Moreno valora. “Es un miura”, decía de ella. No había reciprocidad. Díaz lo comparaba a él con un visitador médico.

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El recibimiento a Moreno no fue entusiasta, recuerdan en su círculo, y los peores enemigos fueron de su propio partido. Lo daban por muerto, lo ninguneaban y muchos confundían su buen talante con inconsistencia y su humildad con debilidad, aseguran estas fuentes cercanas. También sufrió la indiferencia de los empresarios. Algunos patronos no le cogían el teléfono. La dureza de esa etapa lo curtió, apunta una persona que lo conoce bien.

El dirigente malagueño era de los pocos convencidos de que podía alcanzar la Presidencia en 2018. La tesis la compartían muy pocas personas, entre ellas su amigo y actual consejero de la Presidencia Elías Bendodo. Nueve meses antes de esas elecciones, Moreno explicó a un grupo de periodistas una extraña operación matemática: la resta que suma. Según su análisis, el PSOE ganaría las elecciones y el PP bajaría en escaños, pero sumaría la mayoría suficiente con Ciudadanos. Así fue, aunque en ese cálculo no contempló (tampoco lo hicieron las encuestas) que la llave de su investidura y posterior coalición con Cs la tendrían 12 diputados de Vox. “Íbamos a morir, pero acertamos porque había una pulsión de cambio. Dentro del PP muchos no lo creían”, afirman en su entorno.

Desde que es presidente, Moreno ha cultivado una imagen de dirigente moderado, prudente, centrista, pese a gobernar con el apoyo de la ultraderecha. El PP no ve ninguna contradicción porque el fin era acabar con casi 37 años de mandatos socialistas, y considera que el PSOE comete un error cargando contra Vox porque así refuerza a “los de la caverna”.

El poder de Moreno en la Junta ha pacificado el partido. La gestión de la pandemia, con la que está obsesionado, ha frenado las reformas prometidas. No obstante, algunos creen que, lentamente, el presidente está pilotando un gran cambio. “Es una persona afable, gana mucho en las distancias cortas, y eso, en términos políticos, es peligroso. Está llevando a cabo la gran privatización en Andalucía”, sostiene Antonio Maíllo, excoordinador de IU. Coincide con Maíllo la secretaria general de Comisiones Obreras de Andalucía, Nuria López, que cree que Susana Díaz abrió la puerta a algunas privatizaciones y que el Gobierno actual las ha abierto de par en par. “Cuando conciertas lo que haces es acabar con los servicios públicos sociales a medio y largo plazo”, advierte. La sindicalista opina que lo mejor del Gobierno andaluz es el propio presidente, aunque lo compara con el niño de una pandilla que rompe cristales pero al que el maestro no recrimina porque lo cree inocente.

A López le llamó la atención una entrevista reciente en el diario Sur en la que Moreno reconocía que 2020 ha sido el año que más ha trabajado en su vida. Es, reconoce, una afirmación poco habitual viniendo de un político, más propia de una “persona normal y corriente”.

En esa entrevista, Moreno advierte que solo estará ocho años en la Presidencia. Una afirmación que otro político tampoco haría, aunque sí una persona normal y corriente.

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