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un asunto marginal
Columna
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La empresa familiar

El juez quiere que todos los Pujol se sienten juntos en el banquillo. Resulta difícil deslindar responsabilidades

Enric González
Jordi Pujol y su familia en una imagen de los años 80.
Jordi Pujol y su familia en una imagen de los años 80.Sigfrid Casals (Cover/Getty Images)

La empresa familiar es la más abundante en el mundo. Las escuelas de negocios atribuyen a este tipo de empresa numerosas virtudes, como la claridad en los objetivos y la flexibilidad. También presentan problemas: sucesiones complicadas, disfunciones jerárquicas y confusión entre los intereses de la empresa y los de la familia. En este tipo de organización, sentimientos y emociones resultan muy relevantes.

Un juez propone sentar en el banquillo a toda la familia Pujol Ferrusola, porque considera que tenían montado un negocio ilegal en el que cada uno de los miembros participaba y se beneficiaba en mayor o menor medida. Se trata de un asunto complicado, porque, presuntamente, se manejaban dos actividades relacionadas pero no coincidentes: la financiación de la actividad política de Convergència Democràtica y el enriquecimiento personal.

El negocio de los Pujol sufrió varias de las dificultades propias de una empresa familiar. Una de ellas, típica, fue la confusión jerárquica. Quienes hemos seguido durante décadas las peripecias de los Pujol Ferrusola tendemos a pensar que en la actividad política, legal o ilegal, mandaba Jordi Pujol, y que la recaudación de ingresos privados, legales o ilegales, era dirigida por su esposa, Marta Ferrusola.

Con el eclipse del patriarca, que había gobernado Cataluña entre 1980 y 2003, se rompió el equilibrio. El partido quedó en manos de Artur Mas, casi de la familia, y las funciones internas dentro del clan tuvieron que reperfilarse.

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Si, como dice el auto del juez, Marta Ferrusola, la “Madre superiora”, se encargaba del dinero, su hombre de confianza era el primogénito Jordi Pujol Ferrusola, “el capellán de la parroquia”.

Si, como dice el auto del juez, Marta Ferrusola, la “Madre superiora”, se encargaba del dinero, su hombre de confianza era el primogénito Jordi Pujol Ferrusola, “el capellán de la parroquia”. A Jordi hijo se le atribuía una notable inteligencia (quizá no fuera tanta, vista su afición a exhibir por Cataluña y Andorra automóviles superdeportivos de colores chillones) y un ascendente indiscutible sobre el resto de los hermanos. Oleguer, el menor de los hijos, empezó trabajando en la vertiente política, como uno de los organizadores de la campaña Freedom for Catalonia y del boicoteo al entonces rey Juan Carlos I en los Juegos Olímpicos de Barcelona, pero luego pasó al ámbito de la pasta. Hizo grandes negocios inmobiliarios (se le acusa de blanqueo) y tal vez (esta es una idea personal) acabó ejerciendo como el auténtico cerebro de las inversiones familiares.

Quien heredó la parte política del negocio fue Oriol Pujol Ferrusola, el quinto de los siete, un hombre entusiasta de cuyo cerebro nunca se habló en términos elogiosos. Oriol Pujol llegó a ser durante un año, entre 2012 y 2013, secretario general de Convergència Democràtica y presunto “delfín” de Artur Mas. Dimitió cuando fue imputado por tráfico de influencias. En 2019 ingresó en prisión. Parece evidente que con el tiempo la parte financiera de la empresa familiar fue ganando importancia y absorbió los mejores recursos humanos, mientras la parte política se transformaba en actividad secundaria.

Los Pujol acabaron sufriendo los tres problemas clásicos de la empresa familiar: sucesión problemática, disfunción jerárquica (¿llegaremos a saber quién mandaba realmente y quién obedecía) y confusión entre los intereses de la empresa y los de la familia.

Al final, la empresa se reducía casi exclusivamente a enriquecer a la familia. Al patriarca Jordi Pujol nunca le interesó mucho el dinero en sí mismo, tendía a considerarlo un instrumento para conseguir fines políticos. A la matriarca o “Madre superiora”, Marta Ferrusola, sí le interesaba el dinero. Mucho.

Otro inconveniente de las empresas familiares es que las malas acciones de uno de los miembros acaban pesando sobre todos los demás. Cosa de patrimonios compartidos. De ahí que el juez quiera que todos los Pujol, entre los cuales debe de haber personas poco o nada culpables, se sienten juntos en el banquillo. Resulta difícil deslindar responsabilidades. La familia real española lleva también bastante tiempo con este tipo de problemas.


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