Phoenix, todo en familia y entre amigos: “Si tienes hermanos en un grupo, lo importante es que ninguno cante”
Son los reyes del pop francés y este viernes actúan en el Festival Bilbao BBK Live para presentar su último disco, ‘Alpha Zulu’, surgido tras una experiencia cercana a la muerte en un vuelo inquietante
Afirma la sabiduría popular que para conservar a los amigos y a la familia es mejor no trabajar con ellos. Thomas Mars (Versalles, 46 años) ha decidido ignorar este consejo. Lleva más de dos décadas haciendo ambas cosas. Y a veces, como ahora, al mismo tiempo. Este mes está de gira con Phoenix, el grupo que montó en los noventa con sus amigos de infancia. “Y además estamos escribiendo la banda sonora de Priscilla, la próxima película de mi mujer, Sofia Coppola. Ya, ya sé que dicen que no se debe hacer, pero yo qué sé, nació de forma natural. Supongo que no me resulta complicado, porque en realidad no considero esto un trabajo”, dice entre risas desde su piso en Nueva York.
Phoenix, que el viernes (7 de julio) actúan en el BBK Live de Bilbao, su único concierto en España este verano, son gente ocupada. El resto del mes harán festivales por Europa. Hace unos días publicaron una colaboración con Beck, Odyssey, anticipo de su gira conjunta por Estados Unidos en agosto. Será una especie de minifestival móvil al que han llamado Summer Odyssey en el que también participarán Jenny Lewis, Japanese Breakfast, Weyes Blood o Sir Chloe. Este verano te quedas sin vacaciones con la familia, Thomas. “Sí”, dice. “Y tengo a todos muy preocupados, pero la pandemia nos impidió tocar dos años y esto es desquitarse un poco”. Entre otras cosas, cuenta, las giras le gustan porque son el momento para juntarse con el resto del grupo. Los cuatro componentes de Phoenix viven repartidos por el mundo. Él en Nueva York, dos en París y el cuarto en Roma. “Nos va bien así. Podría haber salido mal, pero de momento, nos arreglamos. Lo que hacemos es ponernos de acuerdo en las fechas para grabar. Luego en las giras pasamos mucho tiempo juntos. Supongo que en algún momento volveremos a vivir todos en el mismo lugar”.
Phoenix nació con el French touch, aquel movimiento musical entre el house y la nostalgia disco surgido en el París de los años noventa. “Éramos parte y no lo éramos”, recuerda Mars. “Nos movíamos con ellos. Pero éramos los más jóvenes, así que muchas veces nos limitábamos a mirar”. Encarnaban la parte pop de una escena de baile en la que Thomas Bangalter, de Daft Punk, actuó de catalizador. Mars menciona como fundamental a otro miembro de aquella escena que fue su mentor: Philippe Zdar, miembro del dúo Cassius, y productor diez años mayor que ellos. “Era el más versátil. Estaba en todas partes. Hacía hip hop, electrónica, house... Oyó dos canciones nuestras en una maqueta y fue muy generoso al apostar por nosotros”, cuenta. “Pero todo aquel grupo nos hizo sentir muy bienvenidos”.
Así, aquellos cuatro amigos del colegio del muy pijo suburbio parisino de Versalles se convirtieron un poco en las mascotas del movimiento. Aunque todo indicaba que Phoenix era un proyecto no destinado a triunfar. “Somos muy raros. No nos conocimos respondiendo a un anuncio, crecimos juntos. Este es nuestro primer grupo, no el tercero o el cuarto, cuando en teoría ya sabes algo del negocio”. Además de Thomas Mars, este grupo de amigos está compuesto por el bajista Deck D’Arcy y los hermanos Laurent Brancowitz y Christian Mazzalai, guitarras. Es una relación sólida en el pop, algo muy extraño en un mundo que tiende a quemar este tipo de vínculos. “Tengo varias teorías. Una es que si tienes hermanos en el grupo, lo importante es que ninguno de los dos cante. Si uno es el vocalista, la cosa se complica”, bromea Mars. También es complicado si el cantante y líder es un tipo guapo y carismático como él, que además forma parte de la familia Coppola. Obviamente le han tentado para que vuele en solitario. “Hay muchas cosas en la industria musical que se hacen para poner el foco en mí, en el vocalista. Si haces una portada, el fotógrafo dirá: ‘¿Puede acercarse el cantante? El resto que se vaya un poquito hacia atrás’. Tienes que luchar un poco contra esos clichés. Incluso cuando tocas en un late night show en EE UU, si tienes un micrófono, ganas más dinero. Cuando estábamos empezando, poníamos micrófonos a todo el mundo. A veces colaba”.
El éxito de verdad, les llegó en 2009 con su cuarto disco, Wolfgang Amadeus Phoenix. Antes de publicar aquel álbum, que tras una lenta progresión terminó ganando el Grammy a mejor disco alternativo, signifique eso lo que signifique, estaban contra las cuerdas. “Wolfgang... fue lo más. El momento de ‘ahora o nunca’. Cuando empezamos a grabarlo no teníamos discográfica, no teníamos mánager, no teníamos nada. Pero estábamos seguros de que era bueno. Lanzamos 1901 de forma gratuita en Internet. En ese momento no se daba nada gratis. Si dabas algo gratis, pedías un correo o algo así a cambio. Necesitabas algunos datos de la gente. Pero en ese momento decidimos que no lo haríamos así. ¡Gratis del todo Y a la gente le encantó la canción. Todo comenzó con un regalo. Eso fue una gran lección para nosotros porque fue algo que no comenzó con un plan de marketing”.
En septiembre publicaron su séptimo álbum, Alpha Zulu, que han grabado en el Louvre, algo que bate todos los récords de francesidad. “No me lo recuerdes, que ya se acabó, hemos devuelto las llaves. Fue alucinante. Estábamos en medio de la pandemia y no había visitantes. En el museo solo estábamos los guardas y nosotros”. Al parecer todo se debe a que una de las compañeras de yoga de Laurent Brancowitz terminó siendo nombrada responsable de Artes Decorativas del museo y les ofreció una residencia. “Fuimos los primeros. Dejamos un estudio perfectamente montado allí, para los próximos. Se pueden hacer instalaciones, podcasts, lo que sea. Es importante para nosotros que haya vida en los museos. Al fin y al cabo crecimos en Versalles que es un gran museo al aire libre en el que no hay vida”.
Alpha Zulu está marcado por la muerte. La de Philippe Zdar, fallecido en 2019, que con los años se había convertido en el quinto Phoenix. Su pop es aparentemente tan chispeante y alegre como siempre, pero si uno se fija, se nota que está teñido de melancolía. “Hemos pasado una etapa de pérdidas. En este disco me siento como una antena, ¿sabes? Como si la música hubiera llegado a mí”. El disco demuestra que la muerte se puede tratar sin ponerse trágico. “El nombre viene de un vuelo que hice en Belice. La avioneta iba llena y me sentaron en el asiento del copiloto con los auriculares. De repente todo empezó a moverse y escuché el diálogo entre el piloto y el control de vuelo. Él les decía que teníamos problemas, y ellos no le oían bien y le contestaban con el indicador de la nave: ‘Alpha Zulu, Alpha Zulu, ¿me oye?’. Cuando miraba detrás, veía al pasaje aterrorizado. Nunca había presenciado cómo alguien reacciona ante la posibilidad de su muerte. Pensé que lo había olvidado, pero un día en el estudio, improvisando, me puse a cantar: ‘Alpha Zulu, Alpha Zulu’. Los demás me preguntaron qué era eso. Obviamente, aquel vuelo me traumatizó más de lo que creía”.
Mars tiene dos hijas. La mayor, Romy, de 16 años, subió hace unos meses un hilarante vídeo a TikTok, tan perfectamente guionizado en su parodia de los nepobabies, los hijos de famosos, que colaba por real. ¿Hay otra cineasta en la familia, Thomas? “No lo voy a comentar, ya ha recibido demasiada atención”, dice con cara de padre al que se la han liado. “Lo que sí te diré es que hace unos meses estuve en la función de fin de curso de mi ahijada y fue un espectáculo mucho mejor que cualquiera que haya visto últimamente. Había verdadero talento. Así que salí muy esperanzado con el futuro”. Nos hacemos mayores, ¿no? “Sí, tío. Nos hacemos mayores”.
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