Más allá de Will Smith: otros momentos delirantes en los que los Oscar se saltaron el guion
Los premios de la Academia de Cine siguen un control riguroso pero no han sido capaces de frenar al menos media docena de momentos que han pasado a la historia
“Esta ha sido la mejor noche de la historia de la televisión”. La frase con la que Chris Rock reaccionó ante la agresión de Will Smith durante la gala de los Oscar celebrada el pasado domingo sonó a una mezcla de sorna y estupor. En realidad aquella bofetada, que Smith le propinó después de que Rock hiciese un chiste a costa de la alopecia de su esposa Jada Pinket Smith, no dio lugar a la mejor noche de la televisión, pero sí a una de las más insólitas de sus casi cien años de historia.
Esa bofetada es un hito porque ese tipo de cosas, sencillamente, nunca ocurren. Hasta que ocurren. Los Oscar son, con diferencia, la gala de premios más calculada y con menos espacio para la improvisación, los contratiempos o los imprevistos. Los Grammy están plagados de estrellas del rock, que no solo pueden permitirse saltarse las reglas, sino que se espera y se celebra que lo hagan. En los Oscar, por el contrario, lo que hay son estrellas de cine, y Hollywood no se ha distanciado tanto de sus primeros años en los que sus actores vivían con miedo a desviarse de la disciplina y la moral. En Hollywood un escándalo puede hundir carreras enteras, de manera que en Estados Unidos los actores tienden a ser discretos, correctos y prudentes.
Precisamente por eso las pocas veces que alguno se ha atrevido a saltarse el guion de la gala las consecuencias han sido explosivas.
Susan Sarandon y Tim Robbins, vetados por hablar de política
¿Qué pasó? Sarandon y Robbins eran una de las parejas más glamurosas de Hollywood, pero también la más comprometida políticamente. En 1993, antes de presentar el Oscar al mejor montaje, criticaron al Gobierno estadounidense por no acoger a refugiados haitianos. Los actores propusieron que se utilizase la base de Guantánamo para dar asilo a haitianos enfermos de sida.
¿Hubo consecuencias? El productor de la gala, Gil Cates, declaró que Sarandon y Robbins no volverían a los Oscar. “Si un nominado gana el premio y decide pasarse sus 45 segundos de discurso diciendo alguna estupidez está en su derecho, porque ha ganado y son sus 45 segundos. Pero que Richard Gere [quien criticó la opresión china en Tíbet], Susan Sarandon y Tim Robbins se presenten en la gala y expongan sus creencias políticas es un comportamiento maleducado, inapropiado e inaceptable”.
¿Qué pasó al final? La pareja no fue invitada al año siguiente, pero el veto no pudo alargarse más: en 1995 Sarandon estaba nominada por El cliente y Robbins protagonizaba una de las películas con más candidaturas de la noche, Cadena perpetua. A lo largo de la última década, el paradigma ha cambiado. La inmensa mayoría de actores que suben a recoger su Oscar dedican buena parte de su discurso a adherirse a una causa política y esta práctica es tan habitual que ahora casi se consideraría “maleducado, inapropiado e inaceptable” que no lo hicieran.
Marlon Brando rechaza su Oscar por El padrino
¿Qué pasó? En 1973, el protagonista de Un tranvía llamado deseo envió a la actriz y activista apache Sacheen Littlefeather a declinar el galardón como protesta por el retrato “degradante, ridículo, salvaje, hostil y maligno” que Hollywood hacía de los nativos americanos. El público reaccionó con una mezcla de aplausos y abucheos. John Wayne tuvo que ser sujetado por seis personas porque quería subir al escenario para echarla a sopapos.
¿Hubo consecuencias? El productor de la ceremonia, Howard W. Koch, le dio a la activista 60 segundos para dar su discurso, así que no pudo leer las 15 páginas que tenía preparadas. Pero sí las compartió con los periodistas congregados en el Dorothy Chandler Pavilion y The New York Times publicó el discurso íntegro al día siguiente. Al entregar el Oscar al mejor actor, Raquel Welch bromeó: “Espero que el ganador no tenga ninguna causa”. Clint Eastwood entregó el Oscar a la mejor película, que fue para El padrino, “en nombre de todos los vaqueros de las películas de John Ford”. Michael Caine, copresentador de la gala, criticó a Brando por “dejar que una pobre chiquilla india se lleve los abucheos” en vez de dar la cara él. La prensa trató de desacreditar a Sacheen Littlefeather asegurando que no era una activista nativa, sino una actriz mexicana.
Y ahora, ¿qué? A causa de este incidente, la Academia de Cine de Hollywood prohibió enviar portavoces a recoger los Oscar. Ninguna persona ha rechazado su premio desde entonces (aunque sí hay ausencias notables, como Katherine Hepburn o Woody Allen, que jamás acudieron a la entrega) y junto a Brando han quedado para la posteridad dos hombres en la historia de los “No, gracias”: el guionista Dudley Nichols rechazó el galardón en 1936 por solidaridad con la huelga de su sindicato, y el actor George C. Scott rechazó el que ganó por Patton en 1971 porque le parecía indigno poner a competir a los artistas.
Kim Basinger improvisa una reivindicación del cine afroamericano
¿Qué pasó? En 1990, Kim Basinger, la estrella más rutilante del momento gracias al fenómeno que fue el primer Batman, tenía que presentar una de las películas nominadas, El club de los poetas muertos. Visiblemente nerviosa, la actriz se saltó el guion para criticar que los Oscar hubiesen ignorado Haz lo que debas, de Spike Lee. “Tenemos cinco grandes películas que cuentan la verdad”, dijo en referencia a Paseando a Miss Daisy, Nacido el cuatro de julio, Mi pie izquierdo, Campo de sueños y El club de los poetas muertos. “Pero hay una que no está en esa lista y lo merece porque, irónicamente, dice la verdad más importante de todas”.
¿Hubo consecuencias? El público aplaudió con tanta tibieza que Basinger les animó a demostrar más efusividad. La prensa prefirió centrarse en su atuendo, descrito como uno de los más feos de la historia de los Oscar, y en que representase el cliché de la señora blanca bienintencionada que da la cara por los desfavorecidos. “Al salir del escenario no interactué con nadie”, recordaría la actriz, que aseguró que no tenía planeado su salida de guion. “Corrí a quitarme el vestido, que ocupaba cuatro asientos en el patio de butacas, y notaba que todo el mundo me miraba”. Spike Lee, que estaba allí en calidad de nominado a mejor guion, le hizo llegar una nota de agradecimiento, pero durante las famosas fiestas posteriores a la ceremonia, mucha gente evitó a Basinger. “Entré a la fiesta del Baile del Gobernador y volví a salir. Me fui al hotel”, contó.
Y ahora, ¿qué? Dos años después, John Singleton se convirtió en el primer director negro nominado gracias a Los chicos del barrio. Lee, por su parte, tardaría 29 años en tener una película nominada, Infiltrado en el klan. Tras aquella nominación, en 2019, el vídeo de Basinger se viralizó en redes sociales e incluso se la reivindicó como precursora del movimiento #OscarSoWhite, que dejó en evidencia en 2016 la aplastante mayoría blanca de los nominados en cada ceremonia. En 2010, Precious se convirtió en la primera película dirigida por un cineasta negro en conseguir la nominación y desde entonces ha ocurrido en nueve ocasiones. Dos de ellas, Doce años de esclavitud y Moonlight, se tradujeron en victoria.
Un hombre desnudo irrumpe en el escenario
¿Qué pasó? En 1974 el fotógrafo y activista por los derechos de los homosexuales Robert Opel cruzó el escenario haciendo el signo de la paz mientras el presentador de la ceremonia, David Niven, trataba de dar paso a Elizabeth Taylor. Hoy la imagen es casi, casi tan icónica como la reacción de Niven: “¿No es fascinante que probablemente las únicas risas que vaya a arrancar ese hombre en toda su vida sea mostrando sus pequeñeces?”.
¿Hubo consecuencias? El asunto se tomó con humor. Opel atendió a los reporteros y reivindicó el desnudo público. A él, dijo, le sirvió para lanzar su carrera. Opel se convirtió en una celebridad. El productor de Grease, Allan Carr, le invitó a irrumpir desnudo en la fiesta de cumpleaños de Rudolph Nureyev. En 1976 Opel se presentó a la mismísima presidencia de Estados Unidos con los eslóganes “Nada que esconder” y el intraducible “Not Another Crooked Dick” (Juego de palabras que se puede leer como “No soy una polla torcida más” pero también como “No soy otro Dick corrupto”, en referencia a Richard Nixon, que había dimitido dos años antes). En 1978 abrió una galería de arte masculino homosexual en San Francisco, a través de la cual artistas como Tom of Finland o Robert Mapplethorpe se dieron a conocer en Estados Unidos. Un año después, fue asesinado durante un intento de robo en su estudio. Los dos asesinos cumplen cadena perpetua.
Y ahora, ¿qué? Las cada vez más estrictas medidas de seguridad se han asegurado de que un incidente así no se repita. Con el tiempo se ha especulado con que la performance estuviese preparada con la complicidad del productor de la gala Jack Haley Jr. El gestor del evento, Robert Metzler, asegura que, durante el ensayo de la mañana, David Niven le pidió a su esposa un bolígrafo para apuntarse la mítica frase de reacción y se mostró orgulloso de su ocurrencia.
El beso sin consentimiento de Adrien Brody a Halle Berry
¿Qué pasó? Adrien Brody ganó el Oscar al mejor actor por El Pianista, una sorpresa tanto por su edad (con 29 años, sigue siendo el ganador más joven de esa categoría) como por sus rivales (competía con Jack Nicholson y Daniel Day-Lewis), de manera que subió a recogerlo en estado de shock. En el escenario le dio un intenso beso a Halle Berry, quien le entregaba la estatuilla porque había ganado el año anterior gracias a Monster’s Ball. “Apuesto a que no te avisaron de que esto venía en la bolsa de regalos”, le dijo Brody a la actriz.
¿Hubo consecuencias? Aquel beso se convirtió en un instante clásico de los Oscar y un emblema del glamur, el carisma y la belleza de Hollywood. En 2008 la cuenta de la academia subió el clip a YouTube dentro de su serie Momentos favoritos de los Oscar y hoy supera los siete millones de reproducciones. “El tiempo se detuvo”, recordaría él en 2015. “Tanto, que cuando me recompuse del beso ya me estaban indicando que abandonase el escenario”, añadió.
Y ahora, ¿qué? En agosto de 2017, Berry aclaró que nunca entendió el arrebato de Brody. “No se me pasaba nada por la cabeza, solo pensaba ‘¿Qué cojones está pasando?’. Sé que al subir a ese escenario sientes que estás fuera de tu cuerpo, así que me limité a seguirle el rollo”, dijo. La repercusión de esa entrevista, justo en los albores del Me Too (que explotaría dos meses después), abrió un debate en torno al hecho de que Brody no tuvo en cuenta el consentimiento de Berry, a quien no dejó con más opción de seguirle la corriente.
Los 151 segundos durante los que La La Land fue la mejor película
¿Qué pasó? Warren Beatty y Faye Dunaway acudieron a la gala para entregar el premio a la mejor película con motivo del 50 aniversario de Bonnie & Clyde en 2018. Al abrir el sobre, Beatty se mostró confundido y le dejó a Dunaway el engorro de revelar el contenido. La actriz exclamó “¡La La Land!” y, dado que el musical de Damien Chazelle había ganado seis galardones, incluyendo mejor director y actriz, el Dolby Theatre estalló en aplausos: La La Land era la película de la noche. De repente unos hombres irrumpieron en el escenario, que se iba llenando de más y más personas. Tras dos discursos, el productor de La La Land, Marc Blatt, levantó la tarjeta y anunció que la ganadora era Moonlight.
¿Hubo consecuencias? La histórica victoria de Moonlight, la primera película de temática LGTBIQ+ en ganar el Oscar, quedó eclipsada por la aparatosa manera en la que ocurrió. Pero al menos el entuerto despejó dos leyendas urbanas de los Oscar. Por un lado, demostró que la academia y la cadena ABC no saben quién va a ganar, un rumor despertado por elecciones de presentadores como Sofía Loren o Penélope Cruz, que le entregaron el premio a sus compatriotas Roberto Benigni y Pedro Almodóvar, o Spielberg, Lucas y Coppola para darle por fin el Oscar a su amigo Scorsese. Por otro, confirmó que si un presentador se equivoca, la academia no permitirá el error. Y así Marisa Tomei vio cómo su victoria quedaba legitimada por fin: desde 1993, la actriz llevaba sufriendo el rumor de que la única explicación por la que Tomei, una joven americana, se impusiese a cuatro grandes damas de la interpretación británica era que el entregador, Jack Palance, se había inventado su nombre.
Y ahora, ¿qué? PricewaterhouseCooper’s, la empresa encargada de garantizar el recuento de los votos y el secretismo de los ganadores, no despidió a los dos empleados que supervisaron la entrega correcta de los sobres, uno a cada lado del escenario, pero sí les vetó de los Oscar. Y eso a pesar de que solo uno de ellos era responsable de haberle dado a Beatty por error el sobre de mejor actriz. La prensa publicó varios selfis que el trabajador en cuestión se había hecho durante la gala, lo cual sugería que no había estado tan atento como debería, y la academia prohibió el uso de teléfonos móviles. Desde aquel año, PricewaterhouseCooper’s designa un tercer notario que se aprende los ganadores de memoria para que actúe enseguida en caso de que se repitiese la confusión.
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