Íñigo Onieva: “Los ‘paparazzi’ saben dónde estoy antes que mi madre”
Empresario nocturno, copropietario del concurrido Lula Club y objetivo de la prensa rosa por su relación con Tamara Falcó, Iñigo Onieva se unió al galerista Sergio Sancho para organizar una fiesta memorable durante la gran semana del arte en Madrid. Y esto, sostiene, solo es el principio
Llega tarde y se marcha pronto. Íñigo Onieva (Madrid, 32 años), empresario nocturno y desde hace meses enigma favorito de la prensa de sociedad por ser el novio de Tamara Falcó, vive deprisa. A su lado, Sergio Sancho (Madrid, 44 años), fundador de la feria de arte contemporáneo UVNT, ejerce de contrapunto. El pasado jueves celebraron en Lula, el club que Onieva y sus socios abrieron el pasado diciembre en Gran Vía, la fiesta para celebrar la apertura de UVNT, creada por Sancho en 2017. Ninguno confiesa a qué hora terminaron, pero ambos coinciden en lo bien que lo pasaron: “La energía era increíble”. Antes de empezar, desde la agencia se muestran estrictos: “Íñigo no habla de Tamara”. Al final, haciendo uso de cierto carácter imprevisible que muestra durante toda la conversación, hablará un poco.
Más allá de su mediático noviazgo con la marquesa de Griñón, o en parte gracias a él, Onieva se ha convertido en un imán para las marcas (propias o ajenas) y ha sabido profesionalizar una cualidad innata que ejerce sin aparente esfuerzo: el liderazgo. “Me encanta ser anfitrión. Cuando vivía en el extranjero y venía con mis amigos a Madrid los llevaba a restaurantes maravillosos y disfrutaban un montón con la gastronomía. Pero luego, a la hora de salir, era un bajón porque todo era muy flojo”, reconoce. Y entonces nació Lula, el club que pretende devolver la vida a la noche madrileña, debilitada no solo por la pandemia, también por una escena nocturna que, cree esta pareja, se había marchitado en la última década. Un local nocturno inspirado en el mítico Studio 54 de Nueva York, el local favorito de la jet a finales de los setenta. “Madrid está viviendo un crecimiento espectacular y se está posicionando entre las grandes ciudades cosmopolitas del globo, como pueden ser París, Londres y Nueva York. Los grandes hoteles y los grandes restaurantes internacionales están abriendo en Madrid, pero a nivel noche había un nicho que no estaba cubierto”.
¿En qué momento decidió abrir Lula Club?
Íñigo Onieva: En plena pandemia. Uno de mis socios, Mercado de Fuencarral, encontró este local y nos juntamos con Mattia Torrione, que se encarga de la parte musical, y Pablo Marín, enfocado en el servicio y la experiencia. No había fecha de apertura ni visos de que este proyecto fuera a abrir pronto, pero nos lanzamos. Sabíamos que en el momento que esto abriera iba a ser mágico.
¿Qué tiene que no tengan otros locales?
Í. O.: Nuestra referencia es Studio 54, donde la clave era la diversidad. Allí se mezclaba la jet set europea, las celebrities de Hollywood y una comunidad homosexual emergente muy interesante. Era un público transgresor, un mix muy bueno. Queríamos conseguir eso involucrando perfiles y gente estratégica dentro de cada escena: la moda, el arte, la música…
¿Y lo están consiguiendo?
Í. O.: La mezcla es espectacular. Nacho Cano ha venido tres veces, también Mario Vaquerizo… Pero también gente internacional. El fundador de La Voz, un billionaire holandés que se ha mudado a Madrid, está como loco con Lula. Aunque el público es muy variado, el servicio es excelente.
¿Quién es su personaje favorito de Studio 54?
Í. O.: El socio que no falleció, Ian Schrager. Después de Studio 54 se pasó al negocio de los hoteles. Creo Edition, una cadena exclusiva de hoteles en asociación con Marriott. Ese es un poco mi objetivo.
¿Con quién reproduciría la mítica imagen de Bianca Jagger entrando en la discoteca sobre un caballo blanco?
Í. O.: Uy, si hago eso ahora mismo los animalistas se me echan encima.
¿Nota a la gente con más ganas de salir?
Í. O.: Sí, está entusiasmada. Venimos de un bajón importante. Eso ha pasado siempre a lo largo de la historia: después de cada gran depresión, cada gran crisis o desastre social, siempre ha habido un repunte maravilloso.
Sergio Sancho: Yo creo que Madrid había caído a los infiernos en cuanto al tema de la noche. Yo ahora soy mayor, pero en los noventa salí mucho. OHM, Space, Attica, New World... En los noventa hubo mucha cultura de club, aquel Madrid era más canalla.
Sergio Sancho se dedica al mundo del arte, al que llegó por casualidad. Trabajó durante 10 años en la agencia de publicidad La Despensa, donde estaba en el equipo de dirección, y antes había pasado por Comunica +A, otra de las grandes. “Cuando entré en La Despensa había un espacio común donde salíamos a fumar y a hablar por teléfono. Allí, en ese espacio, montaban exposiciones unas chicas que tenían una galería en el Mercado de Fuencarral. En una de esas ocasiones expuso Julio Falagán y conecté mucho con su arte. Tanto que decidí comprar una obra. Hablé con la galerista y me la financió a tres meses, la pagué a plazos. ¡Y eran solo 450 euros! Pero entonces yo era mileurista”. Desde entonces empezó a ir a ferias, pero no terminaba de conectar con lo que veía. Hasta que decidió dar el salto: dejó la publicidad y fundó UVNT, una feria con hasta 30 galerías nacionales e internacionales que reúnen más de 90 autores vinculados al graffiti, el postsurrealismo, el manga o el street art. Hoy su casa, en el Barrio de Salamanca, donde vive con su pareja y sus tres hijas, está repleta de arte urbano de inspiración pop, con obras de Sergio Mora, Javi Calleja, Din Matamoro y Okuda, por citar algunos.
¿También se nota en el mundo del arte este entusiasmo recuperado?
S. S.: Sí, ha habido mucha gente con un tren de vida alto que no ha gastado, y ahora están con muchas ganas de comprar. Además, hemos pasado mucho tiempo en casa…
Í. O.: …y se han cansado de sus cuadros.
Tamara Falcó ha tenido pocos novios. ¿Cuáles han sido sus cualidades para conquistarla?
Í. O.: Eso me pregunto yo (risas). Formamos muy buen equipo. Somos un buen match. Mismos intereses, mismos valores…
Ella es muy católica, quería ser monja.
Í. O.: Sí, bueno. Yo de pequeño quise ser cura. ¿Eso cuenta?
Desde que sale con Tamara Falcó se ha convertido en una figura pública. ¿Cuál es la información más extraña que ha leído sobre usted?
Í. O.: Todas las que leo. Se ha dicho de todo. Si alguna se basase en algo real…
¿Ha desarrollado algún truco para huir de los paparazzi?
Í. O.: Es difícil. Saben dónde estoy antes que mi madre. Por desgracia no tengo el garaje debajo de casa y siempre me pillan en la puerta.
Lula Club no es la única ocupación de esta joven promesa de la hostelería que domina la jerga empresarial del siglo XXI: sinergia, high end, experiencia, premium. También trabaja como director de hospitality en Mabel, el holding que desarrolla los negocios de hostelería y restauración de Abel Matutes, Rafa Nadal y Pau Gasol, entre otros socios, y cuyo buque insignia es el restaurante Tatel, que arrancó en Madrid, Ibiza y ahora también en Beverly Hills –”lo está petando”–, y que abrirá próximamente en Bahrein, Riad y Ciudad de México. Aunque parece nacido para el trabajo que desarrolla (una mezcla entre relaciones públicas, comunicador y generador de negocio), no siempre el destino lo llamó por este camino. Hubo una vida anterior en la que Onieva se formó a conciencia en otra disciplina, el diseño de coches.
¿Iba para diseñador de coches?
Í. O.: Sí, de hecho estudié ingeniería de diseño industrial, y luego cursé dos máster. Uno en Turín, en su día la capital del diseño italiano, y otro en Londres en la Royal College of Art, que es como el Harvard del diseño.
¿Se le daba bien?
Í. O.: Los coches me encantan. De hecho me dieron un premio en Ginebra a uno de los diez mejores diseños de coches de recién graduados del mundo. Lo entrega cada año la revista de automoción, Car Design News, que luego publica un libro, Design Year Book.
¿Y lo dejó todo?
Í. O.: Sí, mi madre me quería matar.
La familia de Onieva, como la de su novia, es extensa. Íñigo tiene dos hermanos: Alejandra, actriz, y Jaime, licenciado en CUNEF. Los tres son fruto del matrimonio de sus padres, la empresaria Carolina Molas, dueña de la compañía de electrodomésticos Cemevisa, e Íñigo Onieva, alto ejecutivo del Grupo Barceló. Tras divorciarse, Carolina se casó con José Ignacio de Guadamillas, quien sumó dos hermanastros, Luis y Nacho, a la familia. Por su parte, Íñigo tuvo otro hijo, Guillermo, con su nueva pareja. A la familia materna hay que sumarle tres perros, Hugo, Tito y Rumbo, y el loro Julito.
¿Su loro le debe su nombre a Julio Iglesias?
Í. O.: En efecto. El marido de mi madre es un enamorado de Julio Iglesias y mi madre le regaló este loro y lo bautizó con su nombre.
¿Y se sabe sus canciones?
Í. O.: Nada, no dice ni ‘Hola’. Pero pica. Tiene mucho carácter.
¿Su padrastro se puso muy contento cuando se enteró de quién era su novia?
Í. O.: Sí, toda mí familia la ama. Aunque su parentesco con Julio Iglesias es solo un plus colateral.
Puedes seguir ICON en Facebook, Twitter, Instagram,o suscribirte aquí a la Newsletter.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.