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Idles: “Cuando era un gilipollas nuestras canciones eran de gilipollas también”

Con su nuevo disco y su reciente gira por España han confirmado su talento para mezclar poesía, activismo y post punk. Y con esta entrevista, su capacidad de autocrítica y su gusto como catadores de batidos de chocolate

La banda Idles, que acaba de presentar en una gira por España su álbum 'Tangk'. Arriba, de verde, Joe Talbot.
La banda Idles, que acaba de presentar en una gira por España su álbum 'Tangk'. Arriba, de verde, Joe Talbot.Daniel Topete
Xavi Sancho

“¿Qué haces? No apagues. Enciende de nuevo la grabadora, que no he acabado”. Joe Talbot (Newport, Gales, 39 años), el líder de la banda de post punk Idles señala amenazante el móvil con el que estamos registrando esta entrevista en una sala del Wikink Centre de Madrid, horas antes de que el grupo se suba al escenario ante unas 6.000 personas para presentar en directo su quinto álbum, Tangk. “Si alguien me lanza sobre el escenario una bandera palestina esta noche, la cogeré, la ondearé y gritaré (en español) ‘¡viva Pelastina libre!’. Y bueno, no hace falta que me lancen nada, lo voy a gritar igualmente, como hice ayer en Oporto y como voy a hacer durante toda la gira, mientras este genocidio indecente siga. No tengas ninguna duda”. Al vocalista, visto lo timorato que se ha vuelto el mundo de la música con las causas políticas, se le había dado la opción de manifestarse off the record. Vehemente ha declinado la posibilidad.

Horas más tarde, sobre el escenario, Talbot llamará a la libertad palestina y también proferirá soflamas contra la monarquía. Una parte del público responderá entusiasmada; otra, considerable, callará, como si asumiera que el compromiso político de un grupo en el año 2024 no es un plus para hacerse seguidor del mismo, sino un pequeño peaje que hay que pagar para poder seguir bailando. Ya saben, Bella ciao no puede ser un tema politizado porque La casa de papel es una serie de Netflix que le gusta a toda la familia y La zona de interés es una película sobre jardinería.

Media hora antes de la llamada a la resistencia palestina, Talbot ha entrado junto a Mark Bowen (Exeter, Inglaterra, 37 años), el guitarrista y gurú musical del combo, en la sala como un torbellino. Se ha quejado de un molesto dolor de espalda, ha recordado que todos los carteles que decoran el backstage los ha diseñado él y ha sacado de la bolsa una de las dos botellas de Cacaolat que las chicas del sello le han comprado. Tras dejar de beber, el vocalista se dedicó durante la pasada gira europea a valorar las bebidas de chocolate más populares de cada territorio que Idles visitaba. Parece que una de las ganadoras fue este elixir creado por la familia Viader en Barcelona a principios del siglo XX. “Mmmm. Vanos a ver. No sé si me va a gustar”, informa ante nuestra sorpresa. Le recordamos que hace nada era una de las cosas que más le gustaban en el mundo. “Ya, pero la probé en cristal. Esto es plástico”.

La banda Idles, que se formó en Bristol hace 15 años.
La banda Idles, que se formó en Bristol hace 15 años. Daniel Topete

Idles se formó en Bristol en 2009. Tras varios EPs en los que la banda, en vez de pulir, parecía que embrutecía su sonido, y de actuar en todas las salas mal ventiladas y sin salida de incendios de Reino Unido, en 2017 lanzaban su disco de debut, Brutalism. Aclamado por la crítica, el consenso alrededor de aquel bestial artefacto de un post punk que rozaba lo hardcore, era que el siguiente álbum sería el que les haría estrellas. Esta profecía, que normalmente no se cumple, en su caso si se materializó. Al año siguiente vio a la luz Joy as an act of resistence, un disco mucho más rico en el nivel compositivo, aunque igual de brutal. Fue ese largo en el que Talbot halló su voz como poeta, mezclando lo social con los sentimental y presentando lo político como un gesto de amor al prójimo, de empatía. El éxito les sentó regular, y su siguiente trabajo, Ultra mono (2020), fue una broma que aún espera sus risas. Un año más tarde lo remediaron con el musculoso Crawler, precedente de este nuevo Tangk, en el que los guiños electrónicos y los pasajes más pausados de aquel disco se llevan casi a la perfección. Producido por Nigel Godrich (Radiohead, Beck, REM, U2) junto a Kenny Beats, productor especializado en hip hop (Schoolboy Q, Denzel Curry) que ya se hiciera cargo de Crawler y que hoy Idles acepta como sexto miembro del grupo, Tangk es la confirmación de que esta banda podía ser capaz de deshacerse de lo redundante y rellenar ese espacio con algo sorprendente.

“Con Nigel queríamos explorar más”, interviene Bowen. “En Crawler lo hicimos un poco y nos gustó. Queríamos que se involucrara lo máximo posible. Tensionar el rock y la electrónica. Nigel me dijo que todo es rock, pero que se puede hacer algo elástico y sin límites como se hizo en Kid A. Nos llevó hacia sitios poco cómodos y nos dejó allí hasta que nos sentimos bien. Algo muy bueno también fue juntarlo con Kenny Beats. Nigel no sabía quién Kenny era y Kenny admira a Nigel. Se creó una dinámica muy guai. Nigel no había trabajado nunca junto a otro productor”. Talbot interviene. “Amo a Mark”, dice señalando al guitarrista. “Un día él será un gran productor. No tengo ninguna duda de que algún día los discos de Idles los producirá él”.

Trazos del sonido primigenio de Idles remiten a bandas como Gang Of Four, Bauhaus o Joy Division. En Crawler se introdujeron, gracias a Kenny Beats, elementos propios del grime, Bowen insiste aún adía de hoy de que la principal influencia en su Brutalism fue el Yeezus de Kanye West. En Dancer, el primer single de Tangk, colaboraban LCD Soundsystem y en cortes como Pop Pop Pop se intuye la sombra de Talking Heads. Toda esta macedonia redunda en un sonido que es propio y que ya de por sí les eleva por encima de otras propuestas actuales en la misma onda. Pero lo que realmente dota de una personalidad intransferible a Idles es Joe Talbot, su forma de entender el mundo y el arte, la manera de gestionar su masculinidad. Da la sensación de que, en ocasiones, su propuesta ha sido excesivamente complicada para un mundo que a los artistas solo les reclaman sentimientos primarios. Aliade de palo. Pijo vestido de obrero. Arribista. Narcisista.

Los Idles: verdes, post punk, poetas, heavies y angelitos, todo a la vez.
Los Idles: verdes, post punk, poetas, heavies y angelitos, todo a la vez. Daniel Topete

“¿Que si aún temo que me malinterpreten? ¿Qué tipo de mierda insegura de persona sería si me subiera al escenario pensando eso? Todo está abierto a interpretación. He sido malinterpretado cada puta vez y eso es magia. Si soy honesto, si soy sincero, siempre seré yo. Mira, mi hija iba el otro día por primera vez iba a clase de gimnasia. No quería llevar pantalones largos, sino shorts y unos leggins debajo. Cuando se lo puso, me dijo que se iban a reír de ella. ‘¿Por qué?’, le pregunté. ‘Porque parezco boba’, me respondió. Le dije: ‘Si te digo que eres púrpura, ¿eres púrpura? Si te sigo que eres un tigre, ¿eres un tigre? No, ¿verdad? Pues eso. Sabes quién eres y no eres boba’. Y yo sé quién soy. Lo bonito es que cuando me miras a mí, ves tu infancia, tus mierdas, tu vida. No eres mío, sino que te propongo algo que despierta cosas en ti, cosas que hacen que te sientas vivo. Si alguien te ama, te dejará siempre ser quien eres, explotar si lo necesitas… A ver, cuál es tu banda preferida…”, nos inquiere finalmente Talbot. Se lo decimos. “Vale, ¿y qué significa para ti esa banda?”. Soltamos media docena de adjetivos. “Pues esa banda es justamente eso”.

Tangk es un disco que trata del amor. Porque, según Talbot, todo es amor. No solo en lo musical han logrado encontrar la forma de traducir todas las ideas, incluso las mejores, en canciones lo más fieles posible a lo que sonaba en sus cabezas. En lo lírico, afirma haber conseguido también dejar atrás un periodo en el que “era una mierda de persona, pido perdón” y lograr escribir desde el amor y hacia el amor, tome este la forma que tome, porque amor en el diccionario de Talbot es un término con infinidad de acepciones. Eso sí, siempre nace de la necesidad. “Empecé el grupo porque estaba muy solo y muy perdido”, rememora. “Quería ser parte de algo y que ese algo me llevara. Necesitaba hacer cosas, dialogar con el mundo y conectar con él. Crear algo eléctrico y hacer a otros sentir lo que me hicieron sentir tantas bandas antes. Todo nace del amor… y de la violencia, porque la violencia es importante. Toda gran historia tiene mucho de eso. A veces cuesta entender cómo nuestro gobierno rompe el país. Y si escribo de eso en realidad estoy escribiendo de amor por la gente que merece algo mejor que esa mierda. La gente a la que debe llegar el dinero de los impuestos. Eso es amor, no es política. Intento ser inocente y que la gente se sienta vulnerable. Y esa inocencia es a veces bombástica, a veces infantil. Y ahora soy padre y todo tiene más sentido, más empatía, más fe. Cuando era un gilipollas las canciones eran de gilipollas también. Pero ya no soy esa persona. Me la he comido. No quiero aburrirme porque no soy aburrido, porque soy un tipo interesante. Lo soy porque me interesa la gente. Me voy a seguir moviendo junto a mi grupo. Ellos me ayudan a moverme. No vamos a mirar atrás, no vamos a pedir perdón. Siempre vamos a ir hacia adelante”.


La banda, afirman Bowen y Talbot, ha llegado a un punto en el que las dinámicas están claramente definidas. Ellos dos lideran y los otros tres juegan tres roles secundarios perfectamente determinados, compatibles y no redundantes. “Es que es así”, interviene Bowen al ver cierta sorpresa ante un arrebato de sinceridad no muy común en las bandas de rock. Talbot mira al techo. Describir a este señor, o transcribir sus palabras, es una tarea ímproba y que sabemos que, por mucho que intentemos, no lograremos acometer con éxito. Hay que verlo y hay que escucharlo, porque si no puede parecer un simple fantoche o un visionario de feria. Habla bajito, intimida en el susurro y en vez de encajar los golpes, responde con otros de inmediato. ¿Cuándo supo que podía ser todo esto? “Me di cuenta de que podía hacer esto cuando tenía siete años y lograba que la clase y el profesor se mearan de risa. Los tenía comiendo en la palma de mi mano. Cuando estaba muy gordo, tuve con mi madre una conversación. Ella me animó a dedicarme a hacer que la gente se sintiera bien y poderosa. Eso me hacía poderoso a mí también. Siempre he podido hacer esto de gobernar la sala. Era entonces tan enigmático como ahora, incluso más”.

“La música no puede arreglar problemas políticos y creo que su postura sobre eso es un cliché. Se han apropiado de la voz de la clase obrera”. Esto dijo Jason Williamson, de la banda Sleaford Mods, sobre Idles en 2019. Las declaraciones levantaron cierta polvareda en Reino Unido. Sleaford Mods eran auténticos, Idles eran de plástico. El pasado 14 de noviembre, cuando Sleaford Mods actuaron en Madrid, un miembro del público lanzó una bandera palestina al escenario. Williamson no solo no la recogió, sino que paró el concierto, abandonó el escenario y nunca volvió. “¡Ah! Coño. Me has preguntado lo de la bandera por esto”, dice Talbot mientras Bowen sacude la cabeza y murmura: “Esto no fue exactamente así…”. Talbot señala de nuevo la grabadora. “Enciende de nuevo. Graba. Ese tipo es un ser maravilloso y créeme, él quiere la paz y que termine el genocidio tanto como nosotros. No es justo con ellos creer que, tras eso, ahora nosotros podemos estar del lado bueno y ellos del malo, cuando antes muchos creyeron lo contrario. No hay lados buenos ni malos. Eso sí, ¡viva Palestina libre!”.

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Xavi Sancho
Forma parte del equipo de El País Semanal. Antes fue redactor jefe de Icon. Cursó Ciencias de la Información en la Universitat Autónoma de Barcelona.
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