La campaña de odio machista contra la nueva temporada de ‘True Detective’: “Hay demasiadas mujeres con poder”
Las movilizaciones en redes para destrozar un producto audiovisual en los agregadores de críticas, que ya han tenido víctimas como ‘La sirenita’ o ‘El señor de los anillos’, se ceba ahora con la serie de Jodie Foster en la que hay, según algunos hombres, muy pocos hombres
Ha vuelto a suceder: un producto audiovisual protagonizado por mujeres ha sufrido lo que en inglés se denomina review bombing, o sea, una movilización en redes que acuerda dejar un aluvión de reseñas negativas de un producto audiovisual en los principales agregadores de críticas que permiten opiniones de espectadores. Siempre suelen estar motivados por el rechazo a la inclusión de personajes femeninos, LGTB o de cualquier raza que no sea la blanca. O sea, cuando se sospecha que eso que cierto sector reaccionario llama cultura woke pone sus garras sobre un producto que estaba bien como estaba: blanco, masculino y heterosexual.
La víctima en esta ocasión ha sido la cuarta temporada de True Detective (True Detective: noche polar, disponible en HBO Max) estrenada en todo el mundo el pasado domingo. El ataque fue tan furibundo que llevó a su directora, la mexicana Issa López, a lanzar un mensaje en X, antes Twitter: “Si te gustó el capítulo de anoche y tienes una cuenta de Rotten Tomatoes, ¿podrías ir allí y dejar una reseña? Los bros y el fandom de la primera temporada se han propuesto reducir la calificación, y es un poco triste teniendo en cuenta todas las valoraciones de 5 estrellas que tenemos”.
En Rotten Tomatoes, la web fundada en 1998 por Senh Duong y hoy propiedad de Warner Bros y NBC Universal, conviven las valoraciones de críticos profesionales con la de los usuarios, y mientras que los primeros otorgaron a la serie un 93% de reseñas positivas, las valoraciones de la audiencia apenas sobrepasaban el 50%. Ahora mismo se mantiene en torno al 70%. No es extraño que ambos grupos tengan visiones antagónicas sobre un mismo producto (la audiencia tiende a decantarse por productos más ligeros), pero algunos elementos comunes en los comentarios hacen pensar en un movimiento poco espontáneo: el hincapié en que en la serie hay demasiadas girl bosses, o sea, mujeres con poder.
“Demasiadas girl bosses” escribió un usuario, “Ojalá se hubieran centrado en contar una buena historia,en vez de distraerse con el girl bossing”, dejó reseñado otro. La lista es interminable y apunta siempre en la misma dirección: “Esto es woke y puedes ver este problema durante los sesenta minutos del primer episodio”, “Dejen de lanzarnos su mensaje a la cara, “¡Otra franquicia que deja al hombre como malvado!”, “No sé de quién fue la idea de dejar que Hannah Gadsby escribiera esta temporada” (Hannah Gadsby es una cómica lesbiana) o “¡Casi todo el mundo es lesbiana!”.
En realidad solo hay una lesbiana, una adolescente, que apenas aparece unos minutos en pantalla. Pero para esos bros a los que apela López el término lesbiana podría dirigirse a cualquier personaje femenino de ficción que no se ajuste a la feminidad tradicional y no se mantenga en un segundo plano respecto a los hombres.
López acabó borrando el comentario y sustituyéndolo por otro más amable, celebrando que las valoraciones hubiesen subido desde que publicó su primer mensaje y puntualizando que había generalizado injustamente: que había muchos tíos heterosexuales y fans de la primera temporada que amaban esta cuarta temporada y habían dejado reseñas positivas, por lo que pidió perdón. Después también borró ese comentario.
¿Pero quién es un bro?
En todo caso, la denuncia estaba hecha y el debate abierto. ¿Qué son exactamente los bros a los que se refería? La periodista Ann Friedman los definió en 2013: “Bro se ha convertido en una abreviatura del tipo de ignorancia privilegiada que prospera en grupos dominados por hombres ricos, blancos y heterosexuales” escribió en un artículo en el New York Magazine. Bro evoca a un tipo particular de hombre que opera socialmente al excluir a aquellos que son diferentes”. Once años después, esa definición sigue vigente.
¿Y cuál es el problema con el fandom (o sea, los seguidores más fieles y acérrimos) de la primera temporada, al que también apunta López ? Contextualicemos: True Detective es una serie antológica, cada una de sus cuatro temporadas trata un caso nuevo con personajes distintos, que va por su cuarta temporada. Mientras la segunda y sobre todo la tercera pasaron bastante desapercibidas, la primera, escrita por Nic Pizzolatto y dirigida por Cary Fukunaga, se convirtió instantáneamente en una serie de culto. Aquí aparece la primera clave: mientras aquella estaba protagonizada por dos hombres (Matthew McConaughey y Woody Harrelson), en la actual la investigación la lideran Jodie Foster y Kali Reis, una actriz oscarizada y una boxeadora profesional. Dos personajes femeninos fuertes, tenaces y poco complacientes.
En el primer capítulo, el único que ha podido verse hasta ahora, Foster es una jefa que no tiene problemas en censurar la conducta de un subordinado que acaba de comprarse una mujer rusa por catálogo y podemos ver a Reis apoyando a una mujer maltratada frente a su maltratador y llevando la voz cantante en una relación sexual con un hombre que parece querer algo más que sexo con ella. Son duras en su vida personal y brillantes en su trabajo. Dos características que, probablemente, serían universalmente bienvenidas si fuesen personajes masculinos. Otra clave: en la idolatrada primera temporada los papeles femeninos se reducían a una esposa sufriente, prostitutas o cadáveres y en casi todos los casos su denominador común era ir ligeras de ropa.
“Apesta a basura machista”, escribió la crítica de The New Yorker Emily Nussbaum en 2014. “Cada mujer viva que conocen es insignificante. Ninguna tiene vida interior”. También tenía palabras para su protagonista, el idolatrado Rust interpretado por McConaughey, al que calificaba de “fantasía machista sacada directamente de un libro de Carlos Castaneda”.
Si en 2014 ya hacía enarcar alguna ceja, vista con ojos de 2024, y tras la revolución #MeToo en la que se ha reflexionado sobre la representación de la mujer en los medios audiovisuales y su presencia en las salas de guion se ha incrementado, la primera temporada de True Detective parece una parodia de la masculinidad. Volver a verla en 2024 hace asombrosa la total ausencia de personajes femeninos relevantes. En una comisaría por la que pululan al menos una docena de agentes no hay ni una sola mujer si exceptuamos a la secretaria que responde al teléfono. En toda la temporada no aparece ni una sola mujer con una mínima autoridad, todo se lo cuecen los bros. Sobra decir que tampoco hay ningún personaje LGTB y todos son predominantemente blancos ¡a pesar de que están en Louisiana! Los únicos personajes afroamericanos son una pareja de molestos agentes que pretenden juzgar la actitud de Rust.
Una larga carrera
La cuarta temporada de True Detective sólo es uno más en la larga lista de productos boicoteados por espectadores airados y los motivos que les molestan son variados. Hace un año la víctima fue otra serie de HBO Max, The Last of Us. El tercer capítulo, Long, long time que reflejaba una relación homosexual entre dos hombre,s vio que sus valoraciones negativas se multiplicaban un cien por cien respecto al episodio anterior y en Metacritic recibió una puntuación de 4,8 sobre 10 mientras los dos primeros capítulos habían rozado el sobresaliente. “Literalmente no tiene nada que ver con la trama de la serie”, se lamentaba, a pesar de reconocer que jamás ha jugado al videojuego, un crítico de ultraderecha llamado Ben Shapiro. Si lo hubiese hecho, sabría que realmente esa trama si existía previamente, ya en el videojuego original. Uno de los comentarios vejatorios en Twitter se encontró con la celebrada respuesta de Nick Offerman, uno de sus protagonistas. “Amigo, tu tipo de ignorancia y odio es exactamente la razón por la que hacemos historias como esta”.
Buddy, your brand of ignorance and hate is exactly why we make stories like this. ❤️🕺🏻 https://t.co/KkyZoDh1g2
— Nick Offerman (@Nick_Offerman) February 3, 2023
La inclusión de personajes femeninos y no blancos en Los últimos Jedi causó una verdadera conmoción en el universo Star Wars. Los usuarios utilizaron puntuaciones negativas para protestar contra la inclusión de la actriz asiático-americana Kelly Marie Tran como Rose Tico en la película. Los ataques personales fueron tan violentos verbalmente que la actriz cerró sus redes sociales. También fue sonado el caso de Cazafantasmas. Hubo quien acusó a la versión de 2016 de “robar su infancia” simplemente por estar protagonizada por mujeres. La versión de 2021, una burda copia de Stranger Things sin ningún parecido con la original pasó bajo el radar bro: no había suficientes mujeres con autoridad para hacerla odiosa a sus ojos. Mrs Marvel (2022) donde la protagonista además era pakistaní, y Hulka (2022) fueron destrozadas antes de estrenarse.
Un fenómeno que sufrió Capitana Marvel (2019) en su momento con tanta intensidad que Rotten Tomatoes cambió su manera de puntuar recurriendo a las calificaciones verificadas: conscientes de que tienen un problema con este tipo de movilizaciones de odio, obligan a aportar un “justificante” de que se ha visto la película antes de criticarla, pero solo funciona con entradas compradas por Internet y no se exige para series de televisión.
Por ahora, esas medidas no han conseguido detener el fenómeno. El pasado año la bombardeada fue El señor de los anillos: Los anillos del poder. Y no por su endeble guión, sino por la representación de Galadriel, a la que se consideraba demasiado guerrera y poco espiritual, y la presencia de elfos negros. El racismo es la otra pata del banco del review bombing: la versión en acción real de La sirenita (2023) también fue atacada antes de su estreno y provocó que IMDB, la principal base de datos de cine, comenzase a usar un sistema ponderado para equilibrar las reseñas de una estrella.
Más allá de las pantallas
No es un fenómeno exclusivo de lo audiovisual, está presente incluso en la literatura. El pasado verano quinientos usuarios de Goodreads, una web de catalogación y crítica de lecturas, se organizaron para puntuar con una sola estrella la novela The Snow Forest, de Elizabeth Gilbert, que ni siquiera se había publicado. La acusaban de romantizar a Rusia. Aunque la ficción se situaba en el siglo XIX, la hostilidad despertada por la invasión de Ucrania provocó el aplazamiento de su lanzamiento.
La escritora y periodista Noelia Ramírez se preguntaba en un artículo al respecto: “¿Se nos está yendo de las manos el culto de puntuar y cifrar todo lo que consumimos culturalmente?”. Desde luego. Y no sólo lo que consumimos culturalmente. Ya nos hemos acostumbrado a pulsar las caritas sonrientes que nos incitan a marcar algunos centros comerciales para valorar a sus vendedores, a la sorda desesperación que intuimos en los teleoperadores que nos avisan de que recibiremos una encuesta para puntuar su atención, a las engañosas valoraciones en portales de restauración motivadas tantas veces por venganzas personales o las reseñas compradas o generadas por inteligencia artificial. Hay un pack de rollos de papel higiénico de una célebre marca disponible en Amazon que cuenta con 10.437 valoraciones. Algunas de una estrella y devastadoras. Tal vez hemos puntuado demasiado.
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