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“Ahora vas a atracar y tienes a 25 personas haciendo cola fuera”: por qué han desaparecido los ladrones de bancos

La sofisticación de los protocolos de seguridad en las sucursales y, en especial, la caída en picado del uso de dinero en efectivo cada vez desalientan más a los delincuentes, según el sector financiero 

Bonnie & Clyde, en la imagen, tendrían que renunciar hoy a sus aventuras para pasarse al mundo digital.
Bonnie & Clyde, en la imagen, tendrían que renunciar hoy a sus aventuras para pasarse al mundo digital.Getty Images / Blanca López )

Cada vez menos “¡manos arriba!”. Es lo que arrojan los datos que el Ministerio del Interior facilita a ICON: los atracos a bancos están desapareciendo y han pasado de contarse por miles (2.544 en 1998) a centenares (una horquilla entre 200 y 400 en la actualidad). Fuentes del sector financiero confirman que están “a un nivel ínfimo. Han caído de una forma brutal porque, sencillamente, no es rentable, ya no compensa”. El refuerzo y sofisticación de los sistemas de seguridad informáticos modernos es una de las claves que ofrecen, aunque no la principal. “En estos momentos, el apetito de provisión de efectivo por parte de las familias se ha reducido muchísimo. Los bancos cada vez distribuyen menos porque cada vez hay menos demanda”, explican.

El descenso del empleo de dinero físico se plasma, por ejemplo, en la bajada del número de cajeros automáticos: a finales del pasado año, en España había 48.081 terminales, lejos de las más de 59.000 que existían en 2010. También es sintomático de ello el volumen de dinero que se mueve mediante las transferencias instantáneas de Bizum, plataforma que ha llegado a superar los 2 millones de operaciones al día. El profesor Jay L. Zagorsky, en un artículo en el medio The Conversation, observaba, no obstante, que la tendencia a la baja en los atracos en Estados Unidos venía de antes de que la economía sin efectivo se normalizara. “Robar bancos se ha vuelto mucho menos lucrativo si ajustamos la inflación”, escribió.

Para ejemplificarlo, ilustraba cómo un ladrón común podía llevarse a finales de los sesenta una cifra de en torno a 5.200 dólares, que en la actualidad equivaldría a más de 38.000 dólares. En la actualidad, sin embargo, la media de dinero que se obtenía de los atracos oscilaba en torno a 4.000 dólares.

En una tesis británica del 2012, Robar bancos: el crimen compensa, pero no mucho, los investigadores Barry Reilly, Neil Rickman y Robert Witt escribían: “Suena bastante glamoroso. Unas horas de planificación, unos minutos de trabajo llenos de adrenalina, un camión lleno de billetes, cero impuestos que pagar y el resto de tu vida en la Costa del Sol o en algún otro lugar cálido y soleado, con piscinas y sin tratados de extradición. ¿Por qué alguien no elegiría el robo de bancos como carrera?”.

Una de las atracadoras más famosas de la historia, Patty Hearst, nieta del magnate William Randolph Hearst y que atracó un banco con sus secuestradores en abril de 1974
Una de las atracadoras más famosas de la historia, Patty Hearst, nieta del magnate William Randolph Hearst y que atracó un banco con sus secuestradores en abril de 1974Keystone (Getty Images)

El golpe de realidad llegaba después, cuando, tras analizar un gran conjunto de datos, los académicos concluían que el rendimiento del robo de un banco era muy modesto. “De hecho, es tan bajo que no merece la pena a los bancos pagar 4.500 libras por el puesto de un cajero en cada sucursal”, apuntan. “Una sola redada bancaria, incluso una exitosa, no mantendrá a nuestro aspirante a ladrón en una vida de lujo. No lo va a mantener mucho tiempo en una vida de ningún tipo. Dado que el salario promedio en Reino Unido para quienes tienen un empleo a jornada completa es de unas 26.000 libras, le dará para un estilo de vida modesto por no más de 6 meses. Y si decide hacer una carrera y robar dos bancos al año, sus posibilidades de que lo atrapen eventualmente aumentarán”.

Mientras estos artículos citan a iconos del robo como Bonnie y Clyde, Butch Cassidy o John Dillinger, España ha contado con un extenso y holgado imaginario propio de grandes ladrones. Dionisio Rodríguez, más conocido como El Dioni, que robó un furgón blindado con casi 300 millones de pesetas en 1989, es posiblemente la figura más mediática, dada la fama televisiva que adquirió tras su salida de prisión, con una parte importante del botín en paradero desconocido.

Jaime Giménez Arbe, El Solitario, fue detenido en 2007 tras perpetrar más de una treintena de atracos a mano armada y tener toda una leyenda a sus espaldas. En el juicio, El Solitario se declaró “expropiador de bancos a mucha honra”; incluso la banda Los Planetas llegó a dedicarle una canción, Libertad para El Solitario. En un capítulo de la webserie Reflexiones de Repronto, titulado El héroe proletario, el filósofo Raúl Minchinela citaba, por su parte, a El Lute, El Dioni, El Vaquilla y El Torete como los equivalentes españoles del arquetipo de acción representado por Chuck Norris o Clint Eastwood: “Son todos delincuentes. Pero ahí está la tradición y su pasión por la picaresca. El pícaro es el héroe español, desde el Lazarillo hasta los personajes de Bruguera”.

En su libro Esa maldita pared: Memorias de un butronero (Libros del K.O., 2019), el atracador de bancos retirado Flako, de 37 años, también conocido como el Robin Hood de Vallecas, también mencionaba al Vaquilla. Aunque, matiza a ICON, su héroe siempre fue Albert Spaggiari, el mercenario francés que en 1976 efectúo el conocido popularmente como “robo del siglo”, cuando se llevó una cantidad estimada de 60 millones de francos (el equivalente a algo menos de 30 millones de euros actualmente) de la Sociedad General de Niza y, sintetizando su filosofía criminal, escribió sobre una pared: “Sin armas, sin violencia y sin odio”.

Flako, en cualquier caso, tuvo más cerca otros referentes. “Desde que vi a mi padre salir de una alcantarilla con casi 25 millones de pesetas el martes 12 de septiembre del 2000, tuve claro siempre que yo algún día tenía que atracar un banco”, cuenta.

Detenido en 2013, tras cumplir una pena de prisión, Flako abandonó la delincuencia y contó su historia tanto en el mencionado libro autobiográfico como en el documental Apuntes para una película de atracos (2018), de Elías León Siminiani, haciendo uso de una máscara blanca y un nombre inventado para preservar su identidad y la intimidad de su familia. El antiguo atracador obtuvo popularidad por su empleo de la técnica del butrón y su profundo conocimiento del subsuelo de Madrid. A través del alcantarillado, accedía, junto a sus compañeros de banda, a los sótanos de las sucursales agujereando las paredes. Una vez dentro, esperaban al primer empleado de la mañana para que les abriera la caja fuerte. Siguiendo parcialmente la filosofía de Spaggiari, pese a que sí recurría a la amenaza armada, Flako nunca cometió ningún delito de sangre. “Yo no creo que se hayan reforzado los sistemas de seguridad desde que dejé de atracar hasta ahora”, cuenta. “Puede ser que haya algún nuevo sistema, pero, de la forma en que yo lo hacía, creo que no influiría lo suficiente como para que yo rechazase un trabajo”.

El atracador "El Flako", con su característica máscara blanca, en una escena del documental 'Apuntes para una película de atracos' (León Siminiani, 2018).
El atracador "El Flako", con su característica máscara blanca, en una escena del documental 'Apuntes para una película de atracos' (León Siminiani, 2018).

Sí coincide en el criterio sobre la disminución del efectivo y diagnostica que “seguramente, lo que crezca en los siguientes años sean los ciberataques [que, efectivamemte, se duplicaron en la primera mitad de 2022] y los robos de datos de tarjetas bancarias”. Un factor nuevo que añade complejidad a los atracos a bancos y que Flako sí aprecia es lo que él llama “seguridad pasiva”. “Hace unos años no existía el covid, no había tantas citas… Ahora tú vas a un banco a primera hora, sobre todo en barrios obreros, y a las 8:00 no solo tienes al primer trabajador, tienes a 25 personas esperando a que ese trabajador abra. Esa es una circunstancia que sería muy complicada de abordar y haría bastante daño, porque son 25 móviles llamando a la policía”, reflexiona. “Un factor muy a tener en cuenta es que eso en el barrio de Salamanca no pasa. Tú no ves ahí a las 8 de la mañana a un pobre viejito esperando a cobrar la pensión porque necesite el dinero, la gente de un barrio de clase social alta no baja a esa hora”.

Con una mujer y un hijo que nació horas después de su captura en 2013, Flako asegura que lo que le reinsertó fue su nueva vida familiar y, desde luego, no su estancia de 5 años en la cárcel. “Si no tuviese un hijo, si no tuviera mujer y si no tuviera obligaciones… ¡a mí es que el dinero de los bancos me gusta! No el dinero de una persona mayor que saca su pensión, ¿eh? Hablo del dinero de los bancos”, aclara. “Yo reivindico mucho la reinserción, pero la cárcel no reinserta. Antes de entrar yo andaba buscando inhibidores de frecuencia para desalarmar establecimientos. Nunca vi uno, pero al poco de entrar en prisión conseguí contactos para eso, para obtener armas más fácilmente, para pillar kilos de cocaína buena… Si te meten en un sitio con todos los bandidos del mundo, tienes la opción de agrandar tu círculo pero bien. ¡Todo se te vuelve mil veces más fácil!”.

Su apodo, el ‘Robin Hood de Vallecas’, se lo puso él mismo “por hacer una gracia para calmar la situación durante un momento de tensión”, asegura. “Dije: no os preocupéis, soy el Robin Hood de los atracadores modernos, no os va a pasar nada, solo venimos a abrir las cajas de clientes como Bárcenas”. También afirma, en consonancia con el mote autoimpuesto, que sí donó parte de las ganancias a familiares y amigos que estaban mal económicamente. Contradiciendo los análisis sobre lo poco lucrativos que, presuntamente, son ahora los robos a bancos, Flako, que en el libro indica que nunca se hizo rico, recalca que sí vio “bien de dinero” y que “hay gente que ha ganado más”. Y subraya: “Yo pido perdón a las víctimas físicas de los atracos que he cometido, de corazón. Esas personas pueden ser cualquiera que haya estudiado cinco, seis o siete años para poder trabajar en una entidad bancaria, y que venga yo, te apunte con un arma y pases mal rato no está bien, eres una persona inocente que no tiene que recibir eso. Pero no me arrepiento del dinero del banco. Para eso he pagado prisión”.

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