Jonathan Anderson (Loewe): “Me gusta que cada persona elija sus prendas. Cuando dictas al público lo que tiene que llevar, nunca lo hace”
La colección primavera/verano 2022 para hombre de la firma de lujo dialoga con la obra del artista Florian Krewer y evoca la euforia de la vida nocturna a través de colores vivos, prendas sin categorías y juegos de significado
El diseñador Jonathan Anderson, director creativo de Loewe, ha presentado su colección de moda masculina para la primavera del año que viene acompañada de un libro dedicado a la obra de Florian Krewer, un artista alemán nacido en 1986. “Para mí, es uno de los mejores pintores de mi generación”, explica en un encuentro con la prensa Anderson, que cuenta que lo descubrió hace dos años en la galería de Michael Werner. “Representa la llegada de un nuevo renacimiento de artistas jóvenes, porque en el último año han tenido que renunciar a mucho de lo que nosotros tuvimos: ir a la universidad, encontrarse a uno mismo, perderse, reencontrarse y averiguar lo que quieren hacer con sus vidas. No hay que subestimar el nivel de ansiedad que hay en los jóvenes”.
En los últimos años, el empeño de Anderson de convertir Loewe en una marca cultural le ha llevado a asumir la recuperación de figuras como David Wojnarowicz, Divine o el pionero del fanzine Joe Brainard, a quien dedicó la colección de este verano. Como contrapunto, su nuevo proyecto es prácticamente la primera monografía consagrada a este artista poco conocido.
La obra de Krewer, residente en Nueva York desde poco antes de la pandemia, se compone de dibujos y, sobre todo, monumentales pinturas con colores brillantes –aunque se han vuelto más nocturnas con el tiempo– que representan figuras humanas, esencialmente hombres, en un entorno urbano, callejero y casi clandestino que resulta casi una Arcadia noctámbula tras un año de confinamiento. Su estilo, reducido a contornos marcados rellenos por masas de color poco uniformes pero muy expresivas, parece haber inspirado en cierto modo el pensamiento que Anderson ha insuflado a las prendas de la colección.
La colección de hombre, del mismo modo, procesa prendas más o menos reconocibles hasta descomponerlas y recomponerlas. Las sudaderas y los jerséis se estructuran con nudos, hay unos pantalones construidos con cordones y elementos metálicos que juegan con la rigidez aparente de los materiales y la infinita fluidez de los tejidos y las prendas en un juego que, para Anderson, tiene paralelismo con los espejos de feria.
La masculinidad, aquí, está filtrada y transformada a base de texturas, contornos y detalles que apuntan a una concepción más escultórica y sensual del cuerpo masculino. “Siempre me ha obsesionado la idea del armario compartido. Me gusta que cada persona elija sus prendas. Cuando dictas al público lo que tiene que llevar, nunca lo hace. Es mejor dejar que cada uno lo interprete”. En sus colecciones para hombre, Anderson es tan experimental y libre como resulta concreto y definido a la hora de diseñar accesorios y complementos: entre los de esta temporada hay botas que parecen anudarse al tobillo como bolsas de plástico, y nuevas variaciones del bolso Puzzle, en forma de riñonera o de bolso amplio, que sugieren un uso aún más libre. Todo es expresivo, plástico, táctil, fieramente físico. En ocasiones no resulta fácil de definir, pero tiene carácter, igual que la obra de Krewer.
También hay espacio para el desconcierto, en forma de colgantes que replican frutas y verduras –un plátano o una vaina lacada de guisantes metálicos–, y para un color rosa flúor que es el optimista hilo conductor cromático de la colección. “Estoy en un momento en el que considero que visualizar algo es el primer paso para lograr que suceda”, explica a propósito de esta colección hedonista y libérrima. “No fui un fiestero a tiempo completo. De hecho, cuando nos dejaron salir después del confinamiento, lo primero que quise fue ir a los museos. Quería ir a la National Gallery, al Prado, necesitaba ver la historia del mundo. Quería ver un Tiziano, un Holbein. Pero al mismo tiempo también entiendo la emoción de perderse y de dejarse llevar, porque es algo novedoso en estos tiempos. La moda para mí es proyectar en el futuro”. Las fotografías que David Sims ha tomado en las calles de Marsella inciden en esa misma idea: hombres reales vistiendo prendas que aspiran a plasmar lo complejo, diverso, tortuoso e inesperado que resulta vivir en esta época histórica.
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