Importantes razones para ser feliz
En el enlace del hijo de Rosa Clará en París, Paloma Cuevas me habló de su pareja, Luis Miguel: “La vida nos ha reunido de varias formas y ahora estamos juntos. Quizás, nos fuimos conociendo para luego enamorarnos. ¿Ha sido distinto? Puede ser, pero no puede ser mejor”
Tengo razones para ser feliz. Y quiero compartirlas. Una de ellas es que he conocido a Luis Miguel, El Sol de México, en la boda de Anne-Marie Colling y Daniel Clará. Ocurrió en la fiesta previa en un bateau mouche surcando el Sena la segunda tarde de junio. Antes de abordar, saludamos a su pareja, Paloma Cuevas, acompañada ...
Tengo razones para ser feliz. Y quiero compartirlas. Una de ellas es que he conocido a Luis Miguel, El Sol de México, en la boda de Anne-Marie Colling y Daniel Clará. Ocurrió en la fiesta previa en un bateau mouche surcando el Sena la segunda tarde de junio. Antes de abordar, saludamos a su pareja, Paloma Cuevas, acompañada por una de sus hijas. Una vez a bordo, soltamos amarras y estrechamos manos. Luis Miguel dijo: “Sé perfectamente quién eres”, en un tono bastante Sinatra (aunque él mismo después se refirió a su atuendo como más bien de Elvis). Yo, navegando encantado con la situación, agregué: “Yo también sé casi perfectamente quién eres tú”. La conversación, larga y picante, no fue en un encuentro casual, sino un pistoletazo de salida para, al menos, un fin de semana difícil de olvidar.
No sé cuántas veces estaré convocado a una boda cuya recepción transcurra en el Museo Rodin. La novia, que consiguió reunir en su matrimonio el catalán, el coreano, el francés, el español y el inglés, disfrutó e hizo disfrutar con los diseños de Rosa Clará redescubriéndonos a los presentes la importancia de ese rito, social y afectivo, que es una boda. En mi mesa, un tanto corporativa, coincidí con una importante fiscal que yo desconocía, pero aunque los nuestros no son mundos cercanos, afortunadamente tienen un soporte común que es el lenguaje y si a eso le sumamos la misma curiosidad por la mesa vecina, donde cenaban Luis Miguel y Paloma Cuevas, la cena se me hizo corta.
Después, en Maxim’s, con la Luna flotando sobre París durante la fiesta posterior, rodeados de lámparas art nouveau y mullida moqueta de rojos y azules, como si rubíes y zafiros hubieran caído de algún cuello distraído pero importante, Cuevas me habló de su pareja: “Nuestros padres eran amigos y nosotros nos conocemos de pequeños. La vida nos ha reunido de varias formas y ahora estamos juntos. Quizás, nos fuimos conociendo para luego enamorarnos. ¿Ha sido distinto? Puede ser, pero no puede ser mejor”. Esa primera aparición oficial ha resultado electrizante. Y, ahora, estoy de acuerdo con Paloma: la vida vuela, pero generalmente te regresa al sitio importante.
El regreso a Madrid fue prolongar el sueño parisino, con la llegada de Adriana Abascal para presentar juntos una charla sobre el éxito en el congreso Santander WomenNOW. Los dos hemos conocido y susurrado el éxito, pero, como acababa de estar rodeado de tanto en la ciudad donde ella vive, comentamos un poquito de Luis Miguel y Paloma Cuevas “Enamorarse es siempre una aventura, arriesgada, pero siempre válida”, explicó Adriana, casada tres veces. Revisamos nuestra condición latinoamericana; Abascal es mexicana como Luis Miguel y yo venezolano como Simón Bolívar (a su manera, dos hombres que han hecho mucho por nuestra vistosa identidad).
Hablando de esto fue cuando descubrí que las botas de Adriana eran muy parecidas a las que viste la Mujer Maravilla. Ese fue el clic. Tanto Abascal como yo hemos sido fans del cómic y de la serie de televisión de los años setenta. “Mis padres me regalaron unas botas vaqueras en unas navidades en Texas”, contó Adriana ante el auditorio. “Me hicieron sentir empoderada nomás ponérmelas”, declaró. Fiel a mis principios, me levanté como un resorte y la invité a hacer el célebre giro de Diana Prince para transformarse en la Mujer Maravilla. El aplauso fue un nuevo éxito. Como la breve reflexión sobre la importancia de los complementos en una superheroína como Wonder Woman, que anida en mi cabeza casi como para escribir un ensayo superimportante. La Mujer maravilla tiene superpoderes asociados a sus brazaletes, un látigo mágico, botas altas y un culotte, como el de Superman pero dorado. Y, además, lleva una tiara, quizás el aporte europeo. Como también lo es un barco en el Sena.