Santa Eulàlia y La Paloma
Me encantaría copiarle a Xavi Hernández la jugada, esa tranquilidad necesaria para enfrentar estos días de chismes, polémicas e inestabilidad bancaria
La histórica sala de baile La Paloma fue inaugurada en Barcelona en 1903 y allí recibí el miércoles un gratificante homenaje del Gremi de Restauració celebrando a su patrona, santa Eulàlia. Este año electoral consiguieron hacer l...
La histórica sala de baile La Paloma fue inaugurada en Barcelona en 1903 y allí recibí el miércoles un gratificante homenaje del Gremi de Restauració celebrando a su patrona, santa Eulàlia. Este año electoral consiguieron hacer las paces con la alcaldesa Ada Colau, que había dejado de asistir a la convocatoria tras recibir críticas de los hosteleros en ediciones pasadas. Este año sí acudió, vestida de rojo y con un discurso conciliador en el que alabó la recuperación de la mítica sala donde estábamos. Después se hizo un video conmigo detrás del escenario, los políticos son incorregibles y a mí me gusta agradar, pero aproveché para decirle: “Ada, por fin junts!”
Es que, en semanas electorales, el que no corre, vuela. Mientras Xavier Sardà glosaba con entusiasmo nuestra amistad y mi personalidad, entendí que debía estar más que alerta para que cualquier frase no se convirtiera en una polémica o en carne de campaña. Me aplaudieron con complicidad cuando repetí la única frase que sé decir de corrido en catalán; “Xuro per Deu que mais mes turnaré a pasar gana”, el inmortal juramento de Escarlata O´Hara en Lo que el viento se llevó y que escuché en el doblaje de TV3 la primera noche que dormí en Barcelona. Barcelona ha sido la ciudad que más me ha alejado del hambre, ofreciéndome amistad, trabajo, popularidad, premios importantes y buenos restaurantes.
Esa misma noche, Carles Sans y María Antonia reunieron en su sofisticado piso del Ensanche a unos amigos para festejar la presentación del nuevo libro de Marta Robles. La conversación la acaparó el eslogan y también el deseo de que Barcelona parece estar de vuelta, después del procés y su fatigoso calvario. Incluso se comentó que el equipo de MasterChef estaba en la ciudad de camino al rodaje de un exterior en Sitges. Seguía atento a toda esta conversación y al glamurazo de las invitadas, pero la llegada del entrenador del Barça, Xavi Hernández, y de su esposa Nuria, con mi bolso Dior favorito, galvanizó mi atención. Cuando fuimos presentados se me escapó un: “No puedo creer que esté en la misma habitación que tú”. Me encantó su expresión corporal que es, al mismo tiempo, de jugador, de entrenador y de psicólogo. Relajado y serio, en alerta, sin resultar ansioso. Todo el mundo quería preguntarle algo, porque mañana hay derbi. No evadió ninguna respuesta, jamás se contrarió, aunque los invitados más desinhibidos se apresuraban a sugerirle alineamientos y estrategias sorprendentes. Me pareció oírle comentar algo de Gavi, que podría ser la próxima esperanza del club, rematando con que: “En su juego reconozco mucho del juego que teníamos Iniesta y yo”.
Por supuesto que le preguntaron por los árbitros, las declaraciones emocionadas de Laporta y, ¡cómo no!, por Shakira y Piqué. En ningún momento del interrogatorio Xavi echó balones fuera. Me encantaría copiarle la jugada. Esa tranquilidad necesaria para enfrentar estos días de chismes, polémicas e inestabilidad bancaria.
En la cena del 50º cumpleaños de Vicky Martín Berrocal no se respiraba inestabilidad. Fue fantástica la sensación de estar entre las 50 personas que considera importantes en su vida. Antes del postre conté cuando Victoria y yo tuvimos que abandonar una fiesta en casa de Marta Sánchez porque el mismo día y la misma hora estábamos invitados a otra de Paulina Rubio. Fue perturbador, pero tomé la opción de confesarle a Sánchez que nos íbamos a lo de Rubio. Marta, que luego declararía, elegante, no recordarlo, me miró a los ojos y dijo: “Haced lo que queráis”. Con esa autorización busqué a Victoria, pero no la encontré. Cuando, culpabilizado, llegué a casa de la diva mexicana, fue Victoria quien me abrió la puerta.
La anécdota vivió un éxito instantáneo. Similar al de mi frase en catalán para animar al público de la sala La Paloma días después. La vida puede ser un juramento. Y también una invitación.