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LA PARADOJA Y EL ESTILO
Columna
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Una noche en París

Bob Colacello echó mano de su legendaria agenda. Sentados, durante la cena, Betty Catroux brindó la frase de la noche: “Somos supervivientes y somos leyendas. ¿Qué más puedes pedir?”

Bianca Jagger, durante el estreno del musical 'Billy' en el Drury Lane Theatre de Londres, el 3 de mayo de 1974.
Bianca Jagger, durante el estreno del musical 'Billy' en el Drury Lane Theatre de Londres, el 3 de mayo de 1974.Evening Standard (Getty Images)
Boris Izaguirre

Bob Colacello tenía 19 años cuando entro en la órbita de Andy Warhol. Acababa de graduarse en la universidad de Columbia y escribía artículos acerca de Fellini y Goddard para Village Voice, uno de los periódicos culturales de los años setenta en Nueva York, cuando Warhol le sugirió dirigir su revista Interview después de leer lo que había escrito sobre él. Y así nació una relación profundamente profesional en la que Warhol sacó adelante una publicación que conectaba su ideología, su gusto, con sus obras de arte, y allí Colacello perfiló su periodismo como un instrumento para reflejar los jugosos cambios sociales a través de una muy peculiar crónica social. Acompañaba sus columnas con fotos que tomaba él mismo. No eran unas instantáneas cualquiera porque eran las de alguien que estaba dentro, al lado y en alianza con los fotografiados. Colacello renunció a Interview y se trasladó a Vanity Fair. Warhol falleció tras una operación de la vesícula biliar. Celebridades y cronistas sociales, desde Alaska hasta yo mismo, nos educamos leyendo a Colacello. Aquellas fotos durmieron en cajas hasta que Vito Schnabel, hijo de Julian Schnabel, unos de los artistas promocionados por Warhol, instó al periodista a hacer algo con ellas. Las recuperaron, recopilaron y el resultado iba a ser expuesto en la galería Ivorypress, de Elena Ochoa, en Madrid. Pero la pandemia impidió que fuera el acontecimiento social que merecía. Hasta que el galerista francés Thaddaeus Ropac organizó una muestra, más pequeña que la ideada inicialmente por Ochoa, y Bob Colacello echó mano de su legendaria agenda para reunir de nuevo a los fotografiados.

Fue en una cena en Maxim’s, en París, el 20 de enero, bautizada por Colacello como Una noche de divas. Empezando por Bianca Jagger, imagen en la invitación, que entró al local semioculta con sombrero, gafas y mascarilla, retando a todos sus conocidos a que la reconocieran. Paloma Picasso, con un tailleur de Saint Laurent a medida y más allá de lo vintage, diciendo sí en los tres idiomas de la noche. Yes. Oui. . Marisa Berenson, bellísima pero evitando estrechar manos o recibir besos. Sin afectación, con un entrenado sentido común. “Debió pasarlo bien durante el covid”, se me escapó decirle, atrevido. Respondió con una mirada al bies. Realmente no pasa nada si decides no dar la mano, entendí. No fue mi único error en la noche. Topándome con Betty Catroux, musa de Yves Saint Laurent y compañera de nocturnidad, se me escapo un “¡Madame Catroux!” que ella recibió con disgusto. “Es peor que un insulto”, sentenció.

Invitación, protagonizada por Bianca Jagger, a la cena en el restaurante Maxim’s de París bautizada por Bob Colacello como 'Una noche de divas'.
Invitación, protagonizada por Bianca Jagger, a la cena en el restaurante Maxim’s de París bautizada por Bob Colacello como 'Una noche de divas'.

Elena Ochoa, que sí consiguió publicar el libro que reúne todas las instantáneas que no pudieron verse en Madrid‚ me llevó hacia otra esquina para presentarme a Georgina Brandolini, vestida con un ajustado traje de rayas multicolores. “Cada raya es una década de vida... del traje”, bromeó. Acompañada por su marido, sir Norman Foster, Elena me acercó a Baby Jane Holzer, la única superviviente de las Superstars de Warhol. Cuando Elena dijo que formaban el “grupo de Saint Moritz”, para explicar que fue en esa localidad donde se gestó la cena en Maxim’s, Baby puntualizó que ella era de Palm Beach. Sentí que al fin estaba dentro de una de las OUT de Colacello. Columnas leídas y memorizadas en mi adolescencia en Caracas.

“No conozco Caracas, pero hablo español”, sugirió una voz cercana. Era Doris Brynner, viuda de Yul, el inolvidable intérprete de El rey y yo. En su mirada, curiosa, y con su medida cordialidad detectabas lo que distingue a una doyenne de una persona normal. Nada le asusta y todo le asombra. Sentados, durante la cena (risotto con trufa negra, de primero; langosta, como principal; profiteroles rellenos de helado de vainilla, de postre), Betty Catroux brindó la frase de la noche: “Somos supervivientes y somos leyendas. ¿Qué más puedes pedir?”.

La pequeña orquesta de Maxim’s continuó desgranando su jazz parisino, el techo art nouveau se hizo más brillante y caleidoscópico sobre leyendas y supervivientes. No puedo imaginar mejor forma de celebrar el nuevo año chino, año del conejo.

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