Itziar Miranda, de ‘Amar es para siempre’ a escritora de libros infantiles
La actriz, conocida por su papel de Manolita en la famosa telenovela, publica una colección de cuentos relacionados con los 17 objetivos de la Agenda 2030 de la ONU
Itziar Miranda (Zaragoza, 42 años) llega a la taberna Y Lucientes, en Madrid, apurada y preocupada por si se le notan los ojos hinchados: “Vengo de llorar todo el día con escenas de Manolita”, se justifica la actriz mientras se baja las gafas de sol. Pero no ha perdido ni la sonrisa ni la energía. Lo que iba a ser solo un pequeño personaje, que no requirió de casting, se ha convertido en el papel de su vida tras 16 años encarnando a Manuela Sanabria en Amar es para siempre, serie anteriormente conocida como Amar en tiempos revueltos. Y lejos de pensar en el hastío, Miranda habla de Manolita con un cariño con el que le brilla la mirada. Cuando antes los periodistas le preguntaban qué papel le gustaría interpretar, la actriz recurría a grandes clásicos, pero desde hace un año se percató de que tenía en sus manos el mejor papel: “Es un personaje muy rico. Ha vivido tanto y ha aprendido tanto de todo lo que le ha pasado en la vida que se ha convertido en un símbolo de todas las mujeres españolas”.
Esa misma ilusión con la que mantiene vivo a su personaje la muestra con un proyecto en el que lleva volcada más de un lustro junto a su hermano, Jorge Miranda: los libros de Miranda, dirigidos a niños (y no tan niños, por lo que confiesa la actriz a raíz de los encuentros con los lectores). Unas historias infantiles a través de los ojos de una niña de ocho años con las que buscaban poner el foco en grandes mujeres de la historia: Frida Kahlo, Concepción Arenal y Juana I de Castilla, entre otras. La actriz lleva bajo el brazo las dos primeras entregas de una nueva colección, Mirando y Tato, en la que la protagonista, ya con 11 años, y acompañada de su hermano y su amigo Álex, un chico que nació chica, aborda otros temas sociales. “Miranda ha crecido y nosotros también con ella”, apunta la intérprete, que ha investigado sobre asuntos como la desigualdad, el hambre, la salud y la educación, que forman parte de los 17 objetivos de desarrollo sostenible de la Agenda 2030 de la ONU.
Si con la colección Miranda pudieron conocer a la etóloga Jane Goodall, con esta nueva serie han tenido la oportunidad de charlar con el padre Ángel, fundador de la ONG Mensajeros de la Paz. “Quién mejor que él para hablarnos de pobreza”, expresa Itziar Miranda sobre las entrevistas con expertos que incluyen estos libros. “Es un hombre superoptimista y positivo. Es un hombre que en vez de preocuparse se ocupa y esto me dio qué pensar. Salí de allí [de la Iglesia de San Antón] con la mochila más descargada de toda la angustia que yo llevaba”, recuerda.
Los comedores sociales son uno de los escenarios por los que transitan los protagonistas de estos libros. También un centro de menores extranjeros no acompañados, ahora muy de actualidad a raíz del polémico cartel que usó Vox para la campaña electoral del 4 de mayo, el cual la actriz tilda sin miramientos de “vergüenza”. No le agrada tampoco el ruido mediático de las últimas semanas: “Hay tanta bronca, tanta discusión, que ni nosotros escribiendo Miranda”.
La intérprete, su hermano y su marido —el actor y presentador Nacho Rubio, que se suma a esta nueva etapa literaria— trabajan primero por separado, corrigiendo el texto del otro y aportando sus ideas para luego pasárselo al siguiente. Así hasta que se reúnen los tres para trabajar en conjunto. “Nos metemos mucha caña, pero es muy divertido porque sabemos que no va a ningún sitio, que seguimos siendo familia”, dice la actriz mientras moja una galleta en el café cortado descafeinado. Comenzaron a elaborar esta última colección durante el confinamiento, donde no solo la distancia les dificultaba el trabajo sino también sus hijas, Daniela y Julia, de seis y cuatro años respectivamente. Miranda asegura que desde que es madre ha mejorado su capacidad de concentración, pero que durante los primeros meses de la pandemia por el coronavirus intentaban buscar diferentes actividades que distrajeran a las pequeñas: “Me recordaba a cuando mi madre nos decía a mi hermano y a mí ‘poneos a escribir algo’ para que la dejáramos escribir a ella”.
De padres actores, criadas entre teatros y platós de televisión y habiendo aparecido en algún episodio de Amar es para siempre, las niñas no tienen tan claro lo de seguir los pasos de Miranda y Rubio. “Una vez oí que le decían a una amiga: ‘No seas actriz, que mi madre es actriz y está todo el día estudiando, se levanta muy temprano [a las cuatro de la mañana] y cuando estudia llora”, cuenta Miranda entre risas, a lo que añade: “A mí me encantaría que fueran biólogas marinas o diseñadoras de sueños, que creo que va a ser un trabajo que va a tener mucho futuro a partir de 2030”.
Por su parte, Miranda tenía muy claro desde joven que quería dedicarse a la interpretación, aunque su padre intentó que estudiara Periodismo. Pero el entusiasmo de un profesor de literatura por el teatro, las enseñanzas de su tía, la actriz Rosa Vicente, el afán de una madre poeta por crear una compañía allá por donde fuera y la pasión por la profesión que desprendió el fallecido actor Fernando Fernán Gómez durante una charla en Barbastro (Huesca) fueron determinantes para ella. Con 17 años dejó Aragón —que al recordar se emociona por la necesidad que tiene de volver a subir al Pirineo— para formarse y probar suerte en Madrid. En la capital conoció a una joven Manuela Velasco, que se debatía entre la interpretación y la Historia del Arte. Aquellas dos muchachas que dudaron en algunos momentos de su valía ahora coinciden en Amar es para siempre.
Son ya más de dos décadas volcada en este mundo en el que afirma conocer a toda la profesión. También trató con personajes ilustres durante su infancia, pues su padre, un médico rural, solía invitar a su hogar, al que llamaban la casa Godoy, a intelectuales como Félix Romeo, Joaquín Carbonell, Javier Krahe y José Antonio Labordeta. Preguntada por quién le ha dado el mejor consejo, vacila un poco: “¡Uff, qué difícil!”. Finalmente se decide y toma una senda inesperada: “Pilar Bardem me dijo un día: ‘Ese chico del escenario, ese chico me gusta mucho. Lígatelo tú ya que yo no puedo’. Y contesté: ‘Sí, tranquila, va a ser el padre de mis hijas”. Sin saberlo ambas acertaron. Hoy ese chico es Nacho Rubio y las niñas se llaman Daniela y Julia.
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