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Stanley Ho, el magnate de los casinos que convirtió Macao en Las Vegas

El monopolio de las casas de juegos de la excolonia portuguesa hizo del billonario, fallecido este martes a los 98 años, una de las personas más ricas y poderosas de Asia

El casino Lisboa de Macao, en 2009.
El casino Lisboa de Macao, en 2009.Stefan Irvine (LightRocket via Getty Images)

Stanley Ho no apostaba y aconsejaba a todos sus familiares y amigos que tampoco ellos lo hicieran. Un consejo razonable de no proceder de quien durante casi medio siglo mantuvo el monopolio de los casinos de Macao. Durante ese tiempo, la excolonia portuguesa se convirtió en la capital mundial del juego, con unos ingresos que en 2016 sextuplicaron a los de Las Vegas, y él en uno de los hombres más ricos y poderosos de Asia. El magnate falleció el martes 26 en Hong Kong a los 98 años de edad, según confirmó su familia, a consecuencia de su salud decadente.

A lo largo de su vida, Ho tuvo que bregar con todo tipo de fuerzas para levantar su billonario emporio. La brutalidad de las huestes invasoras japonesas durante la Segunda Guerra Mundial; el autoritarismo del Partido Comunista Chino; la perversión de las mafias locales conocidas como tríadas o el desembarco de competidores estadounidenses ansiosos por hacerse con parte de sus fichas. Frente a ellos, el difunto millonario siempre encontró la forma de abrirse camino incluso en las aguas más turbulentas hasta imponerse, lo que le granjeó los apodos de El Padrino o El Rey del Juego.

A Ho le sobreviven 16 de los 17 vástagos que tuvo con cuatro mujeres distintas, a las que siempre se refirió como sus “esposas”. Algo que la legislación permitía: la poligamia fue legal en Hong Kong, donde residía de manera habitual, hasta 1971. A partir de su jubilación, la mayor parte de sus activos empresariales fueron divididos entre su hija Pansy Ho, propietaria de MGM Macao; su cuarta mujer, Angela Leong, directora general de SJM Holdings y diputada en el Parlamento local; y su hijo Lawrence Ho, quien controla la franquicia de casinos City of Dreams. Sus últimos años estuvieron marcados por los escándalos y desencuentros de sus familiares, quienes luchaban entre sí en tribunales y medios de comunicación por su herencia.

El empresario Stanley Ho, en Hong Kong en 2008.
El empresario Stanley Ho, en Hong Kong en 2008.ANDREW ROSS (EL PAÍS)

Pero su mayor legado es la ciudad de Macao, a cuya historia siempre estará ligado su nombre. No en vano se convirtió en el primer ciudadano en tener una calle en su honor en el directorio municipal en vida. Tampoco era para menos: sus empresas —entre ellas el icónico casino Lisboa— llegaron a emplear a un cuarto de la población activa del territorio y los impuestos a su actividad representaban el 70% de los ingresos fiscales de la hacienda local.

De la abundancia a la escasez, y al revés

El difunto empresario nació en 1921 en el seno de los Ho, una de las cuatro familias que controlaban la mayor parte de la riqueza de Hong Kong durante la época colonial. El clan descendía del mercader judío de nacionalidad holandesa Charles Henry Maurice Bosman, asentado en la isla en el siglo XIX, por medio de su concubina asiática, Sze Tai. Esta mezcla étnica hizo de ellos perpetuos extranjeros, condenados a ser chinos para los extranjeros y gweilos —término coloquial cantonés— entre sus compatriotas, tal y como el propio Ho relató en una entrevista concedida al diario South China Morning Post en 1972.

El noveno de trece hermanos, la casa familiar de verano en el exclusivo barrio de Stanley sirvió de inspiración para su bautizo. Pero la opulencia no duró demasiado. El clan había prosperado al establecerse como compradores locales para la firma británica Jardine Fleming, pero tras el fallecimiento de su abuelo y también parlamentario en el Consejo Legislativo—Ho Fook, el negocio quebró y entraron en bancarrota. La escasez era tal que, siendo un adolescente, Ho llegó a padecer la enfermedad de beriberi a causa de su malnutrición.

Ho fue un estudiante mediocre, pero pese a estar en el nivel más bajo de su instituto logró una beca para acceder a la Universidad de Hong Kong. Sus estudios fueron interrumpidos por el estallido de la Segunda Guerra Mundial, y escapó de la invasión japonesa instalándose en la vecina Macao, de aquella colonia portuguesa –las fuerzas niponas respetaron la neutralidad del país ibérico–, adonde llegó con diez dólares hongkoneses (1,17 euros al cambio) en el bolsillo tras haber trabajado durante una semana en el Servicio Antiaéreo de su ciudad.

En Macao fue contratado por una firma japonesa de exportación y más tarde amasaría sus primeros millones por medio del contrabando de productos de lujo a través de la frontera china durante el conflicto militar. En la década de los sesenta cerraría la operación que le haría famoso, cuando junto a varios socios se aseguró el monopolio del juego en la ciudad, con la promesa de contribuir a promover el turismo y desarrollar las infraestructuras. La empresa depositaria de esta concesión se llamó Sociedade de Turismo e Diversões de Macau.

El negocio estaba destinado a ser un éxito, pero el potencial estalló a partir de los ochenta, cuando Macao se convirtió en un destino habitual para la nueva clase capitalista que emergía en China, dispuesta a jugar con su recién adquirida riqueza. Ho perdió el monopolio de la industria en 2002, cuando el Partido decidió extender la alfombra roja al capital extranjero. Para entonces, no obstante, Stanley Ho se había convertido en uno de los hombres más ricos de Asia, cuyos tentáculos empresariales se extendía en todas direcciones: esa apuesta ya la había ganado.

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