Ekiben: comer bien en un tren por ocho euros es posible
La comida para tomar en los transportes ferroviarios de Japón viene perfectamente ordenada en una caja, y es rica, completa, sana y barata. Como en España, ¿verdad?
La búsqueda incesante de la eficiencia y la funcionalidad ha transformado nuestro mundo: hemos optimizado y replicado procesos, eliminado detalles que dábamos por superfluos, maximizando así resultados. Sin embargo, en esta evolución que llamamos progreso, algo se ha perdido: la autenticidad. Un ejemplo de esta funcionalidad es la cafetería de un vagón del AVE. En este espacio, la funcionalidad lo ampara todo. En lo que antes se llamaba vagón restaurante, había mesas y sillas. Al entrar, te inundaba el olor a tortilla de patatas, embutidos de pueblo y se producía, salvando las distancias, lo más parecido a una sobremesa. Incluso los señoros campaban a sus anchas, fumándose puros.
Hoy, cimentado en este concepto funcional, no hay sillas, las mesas son altas, la iluminación fría y todo está pensado para que te comas un sandwich mixto reseco, un café aguado o unos fideos saborizados de quinta gama y te marches corriendo a tu asiento. Podría parecer una utopía, al paso del tren por Cataluña, poderte comer una esqueixada, en un recipiente de madera, perfectamente empaquetado; disfrutar un lomo en manteca a bordo del tren por Andalucía, o en un trayecto por Extremadura, si tuvieran alta velocidad, un zorongollo.
Todo esto, que puede parecer una quimera, en Japón es una realidad gracias al ekiben, fusión de las palabras eki – estación en japonés- y bento; fiambrera o caja de comida. Aunque existen infinidad de teorías sobre su nacimiento, todo apunta a que el primero se ofreció en la estación de Utsunomiya, en 1885, tan sólo 13 años después de inaugurar la primera línea de ferrocarril entre Shimbashi, en Tokio, y Yokohama. Dos onigiris -bolas de arroz-, acompañadas de rábano encurtido y envueltas en hoja de bambú, daban el pistoletazo de salida a lo que hoy es una industria con una facturación anual que oscila entre mil y mil quinientos millones de euros.
Lo que hoy son tramos de dos horas en el shinkansen o tren bala, antiguamente, con las locomotoras de vapor, eran tramos de seis horas. Por lo que el ekiben nace como una respuesta natural a algo tan básico como alimentarse en estos largos tramos. Con los primeros ekiben, ya primaba el ser una comida completa, equilibrada y portátil. La variedad de producto y gastronomía que ofrece Japón, unido a la falta de refrigeración en esos trenes antediluvianos, fomentaron el uso de productos locales, frescos y de temporada.
Antes de la llegada de la alta velocidad, las ekiben eran vendidas por vendedores ambulantes con un elevado sentido de la competencia entre ellos, lo que hizo que fuesen imponiéndose presentaciones muy cuidadas y composiciones variadas. Con la inauguración, en 1964, del primer tren bala, la figura de estos vendedores ambulantes fueron desapareciendo, dando paso a los puestos fijos en las estaciones. Aún con todos los avances tecnológicos, la esencia continuó: dependiendo de la región a la que viajes, estas preciadas cajas son baluarte del producto, la gastronomía local y la temporada actual. Hoy, aunque no hay datos oficiales, se calcula que hay unas dos mil variedades en el mercado, provenientes de las diferentes regiones de Japón.
La calidad de estas no se limita solamente al plano puramente gastronómico. Los recipientes donde son presentados, generalmente fabricados de madera muy fina, aseguran que el arroz transpire, preservando así la humedad controlada para mantenerse comestibles el mayor tiempo posible, una vez adquiridas. Generalmente, dichas cajas son ilustradas con temática local y cerradas con cuerdas o lazos. Aunque también son fabricadas en plástico o en cerámica, las más comunes son las de madera.
Una vez abierta, no falta detalle. Nutricionalmente están bien equilibradas. Disponen de hidratos de carbono, generalmente arroz; proteína, siendo la más común la de carne de vacuno, pollo, pescado o tofu. Además, suelen ir acompañadas de algún tipo de fermento o verdura. Para Juan Revenga, uno de nuestros dietistas-nutricionistas de cabecera, el ekiben es una opción radicalmente opuesta a las que tenemos en España. “El ekiben es un 9,5 sobre 10. Un producto fresco, con elementos vegetales, hidratos de carbono limpios, y además barato”. Además, a un precio medio de unos ocho euros, es una opción sin precedentes en la cultura ferroviaria occidental.
En la Ekibenya Matsuri, situada en la estación de Tokio, disponen de más de 160 variedades procedentes de diferentes regiones. Con una venta vertiginosa de unas 10000 cajas diarias, es una de las principales tiendas de ekiben de Japón. Tras la pandemia, con la bajada de los trayectos en tren y la proliferación del teletrabajo, estas tiendas se descentralizaron de las estaciones de tren, para vender también en las zonas de paso de las ciudades. Por lo que hoy no sólo se consumen en los trayectos de tren, siendo muchos japoneses los que las comen en su casa.
Con una fecha que oscila entre octubre y enero, desde el año 2012, la Japan East Railway Company organiza el premio Ekiben Aji no Jin, en el que por medio de una votación online eligen el mejor del año. Dentro de los criterios analizados para otorgar el preciado premio, los más importantes son: sabor, presentación y diseño. Este último año ha recaído en el Chūken Hachikō, en honor al centenario del famoso perro Hachikō. Este premiado ekiben usa como base el arroz, acompañado de ingredientes relacionados con Ōdate, como el pollo de Hinai y los rábanos encurtidos ahumados.
Otros ekiben, sin premio, pero de gran popularidad, son:
Moo Taro Bento: cuyo recipiente emula una cabeza de vaca. Al abrirse, suena una música tétrica, típica de Mie. En su interior, encontramos carne de Matsusaka, arroz y verduras.
Daruma Bento Gunma: hace honor al Daruma, símbolo de la prefectura de Gunma, inspirado en el fundador del budismo. Dentro del recipiente con forma de Daruma, encontramos arroz, pollo y verduras locales de Gunma.
Hipparidako Meshi Nishi Akashi: si por algo es conocida la prefectura de Hygoyo es por su pulpo. Como no podía ser menos su ekiben, presentado en una pequeña olla de barro, contiene pulpo de Akashi, brotes de bambú, arroz y shiitake.
Comer en un AVE ha quedado reducido a ese limbo que llamamos autoservicio, dónde un escalón por debajo tenemos la máquina expendedora y otro por encima está comerse un whopper. Aunque alguna operadora se ha puesto las pilas, aún queda mucho trabajo por hacer.
Al final, el marketing ha aprendido bien la fórmula para vender absolutamente todo: funcionalidad + una buena campaña = producto que lo sostiene todo o casi todo. Si a la anterior fórmula, le añadimos el cliente cautivo, tenemos la tormenta perfecta. Nuestro viajero nacional no quiere reservar, con 12 horas de antelación, un menú de autor a 25 euros. Ni siquiera quiere comer una fabada o un pulpo a la gallega, sólo quiere que ese factótum de quitar el hambre, llamado sándwich mixto o ensalada tenga unos mínimos de calidad.
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