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Una vida al servicio de otros: despunta el interés por la carrera de Medicina

Las profesiones dedicadas a atender a las personas destacan en un año en el que la pandemia ha cambiado las prioridades

Curso básico de la Unidad Militar de Emergencias.
Curso básico de la Unidad Militar de Emergencias.UME

Los motivos para decantarse por unos estudios u otros son más inescrutables de lo que muchos se piensan. Influencias familiares, opciones laborales, gustos propios o la tan manoseada vocación. Son algunas de las razones más esgrimidas, no las únicas. Según la Asociación de la Prensa de Madrid, el curso 1998-1999 es uno de los que mayor número de alumnos registró y se asocia a la influencia de la serie televisiva Periodistas. La crisis de los refugiados sirios marcó un punto de inflexión en el interés por las profesiones relacionadas con estos colectivos. Los estudiantes se nutren de la realidad en la que viven para configurar el que puede ser su futuro laboral.

Por eso, como no podía ser de otra manera, un año y medio de pandemia también influye a la hora de tomar una decisión como esa. El interés de los estudiantes por materias de salud ha aumentado en esta época de crisis sanitaria. La demanda para acceder a la carrera de Medicina en las universidades públicas ha crecido un 44% entre 2019 y 2020, el mayor incremento desde que el Ministerio de Educación registra estos datos, y un 30% en el caso de la Enfermería. Lo mismo sucede, según fuentes de Defensa, en el grado de Medicina impartido en la Academia Central de la Defensa, adscrita a la Universidad de Alcalá de Henares (Madrid). Es decir, en medio de una pandemia que ha afectado de casi todas las formas imaginables a decenas de miles de sanitarios, hay más personas que quieren unirse a ellos.

“Creo que se ha visibilizado más la profesión; se conoce más, antes no se tenía tan claro lo que se hacía”, explica Guadalupe Fontán, enfermera del Instituto de Investigación del Consejo General de Enfermería, que añade: “Y por otra parte es que el paro es cero, cualquier persona que estudie Enfermería tiene trabajo seguro”. Una de las razones de esto y que esgrimen desde el Consejo General de Colegios de Enfermería es la falta de profesionales, que sitúa a España con 5,3 enfermeros (o enfermeras) por habitante cuando la media europea está en 9,1. Así que, efectivamente, el paro es muy escaso. Según el Informe sobre Recursos Humanos de Enfermería 2020, que analiza los datos de 2019 (anteriores a la pandemia), la tasa de paro media nacional de la profesión estaba en el 1,64%, mientras la media general española cerraba el año en el 13,96%. En los últimos seis años, el porcentaje más alto de desempleo para los titulados en Enfermería fue del 5,05% en febrero de 2015.

Estos datos obviamente influyen en que las carreras sanitarias se vean como atractivas para los futuros estudiantes, pero la pandemia ha sido sin duda fundamental. “El sector se ha visto muy valorado por la población y esto ha llamado mucho la atención a los jóvenes”, sentencia Fontán. Aunque no es sencillo acceder a estos estudios, por una parte el aumento de la demanda no ha conllevado un consecuente aumento de la oferta. Desde 2015, las plazas ofertadas, que dependen de los puestos laborales que hay disponibles, en Medicina han subido un 2,5% y un 3,3% en las referidas a Enfermería. Además, las notas de corte para acceder a ellas también se eleva. La consecuencia es que en Medicina, por cada alumno que entra hay 11 que no lo consiguen, y si nos fijamos en Enfermería, el número es de casi 3 alumnos, mientras en el resto de carreras de Ciencias de la Salud es de 2.

Y así con todas las formaciones que tienen que ver con el sector sociosanitario. “Sí, hemos observado un incremento, no solamente en el ámbito de Cruz Roja, sino en el ámbito global; el sector sociosanitario ha adquirido más valor ante la situación de pandemia que hemos sufrido”, asegura Pablo Navajo, director de formación de Cruz Roja. Esta entidad cuenta con dos escuelas de Enfermería y en sus casi 16.000 cursos dirigidos al empleo, en todos los niveles, ha formado en 2020 a más de 173.000 personas. Sus especialidades, y donde se han convertido en un referente, son en el ámbito que rodea a las emergencias y los socorros, así como en el de la cooperación internacional y la ayuda ­humanitaria.

El complejo “tercer sector”

El Informe EPyCE 2020 de Posiciones y Competencias más Demandadas, realizado por EAE Business School, recogía como habilidades blandas imprescindibles para un mundo laboral poscovid la resiliencia, el trabajo en equipo, la resolución de conflictos o la flexibilidad. Características todas ellas muy necesarias en el llamado “tercer sector”, el de las entidades sin ánimo de lucro.

Las carreras más dirigidas a este ámbito pasan por trabajadores sociales, sociólogos, abogados, técnicos de integración social, psicólogos e incluso perfiles más económicos. Aunque es fundamental que tengan contacto con el sector, por ejemplo participando como voluntario, y ciertas cualidades o capacidades para encajar en un ámbito complicado en un momento aún más difícil. “Tienen que saber trabajar en equipo, ser personas muy empáticas, con una importante capacidad de resiliencia y tener habilidades para resolver conflictos”, resume Mónica López, directora de programas de la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR)

Sin embargo, aquí las perspectivas laborales no son tan boyantes como en el caso de la rama sanitaria. “Cada vez se demanda un nivel de formación más elevado, con conocimiento del sector, y por otro lado es un espacio que en materia laboral no puede competir con otros, el nivel salarial no es especialmente alto. Sí es un espacio muy gratificante por el trabajo que haces y el contexto en el que trabajas, que te permite aprender mucho”, resume Navajo.

En el mismo sentido se expresa López: “Trabajar en la atención directa no es fácil y para eso se necesita tener mucha vocación porque son trabajos que desgastan mucho. Uno se tiene que enfrentar a situaciones complicadas y que conllevan una implicación emocional muy alta”. López esboza el perfil de lo que se busca en este sector, especialmente en lo relacionado con migrantes y refugiados, y donde, cómo no, los idiomas se convierten en una competencia fundamental. “Sobre todo francés, inglés —evidentemente— y luego, si se puede, completar con otro idioma como, por ejemplo, el árabe. Un perfil social con árabe va a ser siempre muy demandado”, asegura.

Hay que tener en cuenta que, según el último Informe sobre el Tercer Sector de Acción Social en España, el empleo en estas entidades tiene un comportamiento contracíclico, ya que su actividad “crece cuando la situación económica general decrece y aumentan los problemas y las demandas sociales”. Este mismo informe asegura que el 62,4% de las entidades cuentan con personas remuneradas, mientras un 37,6% no los tienen y se nutren exclusivamente de voluntarios. De los profesionales remunerados, el 60,1% contaban con un grado universitario —74,1% si le sumamos los que han estudiado un máster o doctorado—, un 14,7% formación profesional, un 7,6% estudios secundarios y un 3,5% menos de estudios secundarios. Si se observa la evolución histórica del nivel de estudios en el “tercer sector” se aprecia perfectamente la importancia que han ido adquiriendo los estudios universitarios y la especialización con el paso del tiempo, a la vez que se iba profesionalizando cada vez más el sector.

Eso sí, el voluntariado es una de las entradas laborales más habituales en este tipo de entidades, muchos empiezan así y luego, tras estudiar una carrera, se incorporan como personal laboral. “El mejor consejo para los estudiantes interesados es que se acerquen al voluntariado como una manera de ir conociendo el sector y también de ir afinando su vocación y su motivación. Y si quieren trabajar en temas de migración y asilo, que viajen y que aprendan idiomas, sin duda ninguna”, resume López.

El nuevo perfil militar

Otro de los sectores que también se han visto destacados es el de las Fuerzas Armadas, muy bien valorado por los ciudadanos por su actuación durante la pandemia, que se ha percibido como una ayuda muy relevante. Por ello, se perfila para muchos jóvenes como una buena opción para aquellos que buscan asistir a otros. La institución militar saca cada año un buen número de plazas, vía oposición, que se dividen en función de la especialidad, el nivel académico del aspirante o su nivel físico. Existen plazas para tropa y marinería, suboficiales y oficiales. Además, las Fuerzas Armadas permiten cursar grados universitarios homologados gratuitos para el alumno y mientras cobran un salario por su formación. Eso sí, las plazas son muy limitadas, al igual que el catálogo de estudios, muy vinculados a las necesidades de las Fuerzas Armadas.

Así, el Ejército cuenta con cuatro centros docentes con rango universitario: la Academia Central de la Defensa, adscrita a la Universidad de Alcalá, para estudiar el grado en Medicina; el grado de Ingeniería de Organización Industrial puede cursarse tanto en la Academia General del Aire en San Javier (Murcia), adscrita a la Universidad Politécnica de Cartagena, como en la Academia General Militar de Zaragoza, adscrita a la Universidad de Zaragoza, y, por último, la Escuela Naval Militar de Marín (Pontevedra), adscrita a la Universidad de Vigo, con el grado en Ingeniería Mecánica.

Además, el perfil militar ha cambiado. Fuentes de Defensa señalan que, si bien antes era habitual que quien se interesase por las Fuerzas Armadas era porque había tenido relación directa con ellos, en la actualidad es más normal que accedan personas completamente ajenas a la vida militar. Se busca borrar los prejuicios existentes y demostrar que las Fuerzas Armadas son un reflejo de la sociedad, que van cambiando y evolucionando con ella. Aunque igualmente señalan que hay que estar dispuesto a tener un mínimo de sacrificio al igual que una predisposición a la disciplina superior a la media del resto de las profesiones.

Otra opción para aquellos que estén interesados por la actividad del Ejército, pero conservando su carácter civil, es la figura del reservista. Profesionales como médicos, traductores, expertos en riesgos laborales, etcétera, que no dedican todo su tiempo a las Fuerzas Armadas, sino que se activan para ellos durante unos meses al año. Para acceder, se convoca igualmente una convocatoria anual, de unas 200 plazas, con los profesionales demandados en función de las necesidades que las Fuerzas Armadas tengan en ese momento.

La UME, un reclamo muy valorado

En 2017, el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) pedía a la población que valorase 10 profesiones. En el podio de los menos valorados, por detrás de los periodistas, quedaron militar de carrera y soldado profesional. Han pasado apenas cuatro años y las Fuerzas Armadas se alzaban como la institución mejor valorada de largo por los españoles durante la pandemia, mientras la ministra de Defensa, Margarita Robles, obtenía también la máxima puntuación. Mucha de la responsabilidad de esa valoración la tiene la Unidad Militar de Emergencias (UME), creada en 2005 por Rodríguez Zapatero, cuya finalidad es actuar en momentos de grave riesgo, catástrofe u otras necesidades públicas. La pandemia provocada por el coronavirus ha cumplido todas esas premisas y la UME activó la Operación Balmis, que se prolongó casi 100 días con casi 20.000 intervenciones en 2.300 localidades. Aunque no fue el último momento mediático para esta unidad, a principios de 2021 volvían a los telediarios rescatando coches y abriendo camino a hospitales cuando Filomena sepultó de nieve la capital.

Ahora la UME se ha convertido en un gran reclamo para las Fuerzas Armadas, y cada vez que una actuación suya aparece en el foco mediático, el interés por ella se multiplica. Eso sí, para acceder hay que ser militar y cumplir el compromiso inicial, normalmente de entre dos y tres años, y una vez que las vacantes son publicadas en el Boletín Oficial de Defensa (BOD), se inicia el proceso de selección, que una de las cosas fundamentales que implica es superar el Curso Básico de Emergencias.

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