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Una promoción contra la etiqueta de ‘perdida’

La crisis fuerza a docentes y alumnos a exprimir la enseñanza online y a mejorar el modelo híbrido

Clase en la Universidad Pompeu i Fabra, en Barcelona.
Clase en la Universidad Pompeu i Fabra, en Barcelona.Quique García (EFE)
Thiago Ferrer Morini

La pandemia de covid-19 ha sido la mayor disrupción en el sistema educativo de la que se tiene memoria. Un 94% de los estudiantes en el planeta se ha visto afectado en algún momento por cierres de aulas y otros espacios de enseñanza. Y aunque en países desarrollados como España el sistema educativo, mal que bien, ha conseguido juntar las piezas y montar una respuesta razonable, la experiencia estudiantil no ha sido ni volverá a ser la misma. “Por mucho que vuelva a la normalidad, no va a poder ser igual que antes, porque a todos nos está impactando”, considera Sergio Calvo, vicerrector de Estudiantes y Relaciones Institucionales de la Universidad Europea de Madrid (UEM). “No va a suceder en la sociedad y no va a suceder en la educación”.

Esto lo han notado el más de un millón de universitarios que hay en España. Aunque las vacunas vayan permitiendo un regreso paulatino a la normalidad, hay cosas que se están perdiendo durante estos meses de pandemia que va a ser difícil recuperar después. “No estamos aprendiendo igual”, considera Alejandro Navarro, que está dando un doble grado de Ingeniería Mecánica y Diseño Industrial y Desarrollo de Producto en la Universidad Politécnica de Madrid (UPM). “Las clases que son más prácticas no las estamos llegando a dar. Muchas cosas que se hacían en mi carrera, como excursiones a presas, donde se aprendía mucho, no las estamos haciendo”. “El aprendizaje autónomo ha sido anárquico”, considera Andrea Martín, que estudia Sociología en la Universidad de Salamanca. “En muchísimas ocasiones ha habido dificultades a la hora de recibir tutorías en las que el profesor te resuelva las dudas que tienes. En las carreras de sociales, como la mía, hemos asimilado los conceptos como buenamente hemos podido”.

Hay aspectos de las clases presenciales que también se van a echar en falta. “La tecnología ha destapado necesidades muy gordas”, considera David Berná, profesor de Antropología y Psicología Social y asesor del Vicerrectorado de Estudiantes para la promoción de la convivencia y participación estudiantil de la Universidad Complutense de Madrid (UCM). “Una de ellas sigue siendo el hablar en público, las necesidades comunicativas. Toda esa parte de incorporarse de forma activa a la conversación ha sido tremendamente difícil: cuando hablan a través de internet es como si les quisieras matar. ¡Pero si sois nativos digitales!”. Una escena que aparece una y otra vez conversando con profesores y alumnos son las ventanas en negro con solo unas iniciales durante las videoconferencias en grupo. “Las clases se convierten en bidimensionales, sin la dimensión humana”, recuerda Xavier Roca, director de la Escuela Superior de Ingeniería Industrial, Aeroespacial y Audiovisual de Terrassa (ESEIAAT) de la Universitat Politècnica de Catalunya · BarcelonaTech (UPC). “La interacción es mucho más baja”.

“Enfrentarse en clase forma parte del desarrollo personal de los estudiantes”, apunta Alejandro Sierra, estudiante de Grado en Gestión y Administración Pública y presidente de la Delegación de Estudiantes de la UCM. “En la universidad se debe propiciar el debate, la reflexión, la crítica, el tener un mínimo de confianza en uno mismo. El choque va a ser muy bestia”. No solo los alumnos echan de menos esa práctica, como explica Berná: “En clase tienes un feedback, tienes una mirada, y te das cuenta de que igual no estás teniendo su atención. Eso es algo que la mayoría estamos deseando perder de vista”.

Para Roca, la experiencia ha mostrado las deficiencias de la digitalización y obligado a replantearse varios aspectos de la vida académica, incluso el diseño de las propias clases. “La sensación que nos daba es que esto iba a ser el futuro, pero a medida que han ido pasando los meses has visto que eso no es así”, considera. “Te fuerza a remodelar el presente. Porque se ha demostrado que lo que se acaba asimilando es inferior o de peor calidad a lo que era antes”.

Problemas a largo plazo

Y estos problemas en el proceso de formación no se quedan ahí, sino que se extienden el resto de la carrera. “El problema que vamos a tener en nuestra rama es que, conforme vayamos avanzando en nuestros estudios, vamos a necesitar que nos reexpliquen ciertos conceptos porque no los entendemos correctamente”, indica Martín. “Creo que, principalmente, las consecuencias se notan en los conocimientos”, apunta Sierra. “Y no se van a recuperar, porque hay cosas que, una vez aprobada la asignatura, no las volveremos a ver”.

No solo hablamos de la carrera universitaria, sino también de la profesional. “Cuando nos incorporemos al mercado laboral desde mi rama, a la hora de hacer un análisis demográfico o una crítica, si no hemos entendido los conceptos, no vamos a poder hacerlo bien”, estima Martín. “Creo que vamos a estar más verdes”, apunta Navarro. “Sobre todo, porque nos va a faltar cierta experiencia”. “No son las mismas prácticas”, señala Cristian Marcos, estudiante de Relaciones Laborales de la Universidad de Salamanca. “Trabajando a través de internet o a tiempo parcial no aprendes lo mismo que en una oficina”. Ya no es solo el hecho de que las prácticas se queden a medias. El profundo bache económico, del que todavía no se ha salido, está llevando a muchas empresas a prescindir de los estudiantes. “Los compañeros de último curso están teniendo mucho más difícil el encontrar las prácticas”, pone de ejemplo Campos. Para María José Rodríguez Conde, vicerrectora de Docencia e Innovación Educativa de la Universidad de Salamanca, los estudiantes tendrán tiempo de recuperar el tiempo perdido. “Los estudios de grado y posgrado son de recorrido generalmente largo. Están pensados con una lógica secuencial, de complejidad y especialización crecientes, por lo que las oportunidades para completar los conocimientos, competencias y habilidades propias de los títulos no se verán afectadas”. “Aunque la pandemia está siendo larga, el periodo de formación universitaria es considerablemente más largo y permite la adaptación cuando es necesario”.

Eso hace que tan importante o más que la calidad de los cursos durante la pandemia sea la percepción que se tiene de ellos. “Yo creo que el principal problema va a ser la estigmatización”, apunta Campos. “Hay miedo a que nos vean como una generación perdida”. “Nos preocupa una desvalorización del título”, considera Patricia Pinar, que estudia Psicología en la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED).

“Nosotros, como estudiantes, no hemos sacado ningún beneficio de todo esto”, continúa Campos. “Las universidades no han perdido calidad, los estudiantes hemos hecho el esfuerzo, y tenemos las mismas competencias que los que salieron en cursos anteriores”.

O incluso más, como apunta Elena Delgado, estudiante de Matemáticas y Ciencias de la Computación en la UEM. “Antes te sentabas en clase y tomabas apuntes porque no querías perderte nada. Ahora, el hecho de que las clases estén grabadas hace que puedas reaccionar más porque si te pierdes algo siempre lo puedes volver a escuchar. Es un apoyo extra”. Julia de Vergara, que estudia un máster en la Universidad de Granada, comenta: “Hemos podido tener acceso a más formación, cursos de idiomas a los que no hubiera podido ir. Hemos tenido acceso a más formación y más posibilidades de acceder a cursos y charlas”. Esto se ha notado especialmente en los alumnos que viven lejos del campus (muchos de ellos dependientes del transporte público) o que tienen que compatibilizar sus estudios con sus trabajos.

Y no solo. “Lo que creo que va a ser muy productivo es la capacidad adquirida de reestructurarnos rápidamente”, considera Martín. “El mercado nos demanda adaptación rápida, y hemos pasado de Zoom a Teams, a Meets… todo este continuo reciclaje que hemos tenido que vivir va a ser muy importante con vistas a como nos enfrentemos a nuestra vida profesional”.

Trabajos en grupo

Hay aspectos de la incorporación de las nuevas tecnologías que, según los alumnos, se mantendrán. “Antes, cuando teníamos un trabajo y nos quedábamos en la universidad o en casa de alguien, eso ahora lo intentamos evitar”, considera Elena Delgado. “Hablar por Discord o por Skype es algo que se va a quedar. Nos ha gustado, en vez de ir a la universidad el sábado, lo hacemos en casa y se arregla”. “Al realizarse a través de plataformas se facilita muchísimo el trabajar”, apunta Cristian Marcos. “Siempre hemos tenido contacto con plataformas como WhatsApp para hablar con compañeros, pero ahora es obligatorio”. Los profesores también lo han notado. “Nos hemos dado cuenta de que los trabajos son mucho más completos, mucho más complejos, más trabajados… eso hay que incorporarlo”, indica Berná.

La necesidad imperiosa de mantener la universidad en funcionamiento durante los momentos más duros de la pandemia ha supuesto también un cambio en la relación entre estudiantes y universidad. “Una cosa buena ha sido que ante una situación así se ha contado con los estudiantes”, considera Alejandro Sierra. “Parecía que de estas cosas solo se ocupaban los docentes y el personal”. “Profesores que antes te daban clases magistrales han pedido ayuda a sus alumnos para hacerlo mejor”, recuerda Andrea Martín. “Coordinadores de grado, miembros del departamento que hablan de forma más fluida por distintas vías. Espero que ese mayor diálogo perdure”.

Otras consecuencias han afectado a los aspectos más tediosos de la vida académica. “Uno de los requisitos que solía acompañar la matriculación era el presentar la documentación en formato físico”, recuerda Sierra. “Eso se ha eliminado, salvo excepciones. Las propias plataformas permiten descargarse certificados. Todo esto ayuda porque en las universidades falta muchísimo personal, los pocos que están hacen muchísimo trabajo”.

Conservar lo que merece ser conservado, esa es la clave. “En dos meses tuvimos que desarrollar una aplicación virtual de exámenes con tecnología propia”, recuerda Alberto Mingo, vicerrector de Estudiantes y Emprendimiento de la UNED. “Cuando todo esto pase, aunque volvamos a las pruebas finales presenciales, la aplicación quedará como un recurso en el que podemos desarrollar exámenes o pruebas de evaluación continua síncronas. Desde luego, esto es patrimonio tecnológico nuestro y nunca lo perderemos”.

Los ‘campus’ como refugio y válvula de escape

Si hay una cosa que la puesta en marcha acelerada de la educación ‘online’ ha dejado en evidencia es el hueco que deja en una parte tan importante o más de la educación que la mera enseñanza de conocimientos. “Esta pandemia ha supuesto una ruptura a la hora de la vivencia de la universidad”, afirma David Berná, asesor del Vicerrectorado de Estudiantes para la promoción de la convivencia y participación estudiantil de la UCM. “Profesores y alumnos han echado de menos no vivir la vida universitaria, ese café, esa cerveza. La gente cuando viene a la universidad no viene solo a dar a hacer una carrera, emprende un nuevo proceso vital, conocer gente que nunca hubieras conocido fuera de tus espacios. Ese pasillo, ese parque, ese césped, esa mesa de cartas, se ha echado de menos muchísimo, no solo a nivel afectivo, sino a nivel práctico. ¿Con quién quedaban a estudiar? ¿A quién le pedías los apuntes?”. “Virtualizamos muchas cosas, pero la cercanía y la presencialidad son importantes”, considera Sergio Calvo, vicerrector de “El estudiante de grado, de toda la vida, más joven, por muy nativo digital que sea, necesita de esa vida de campus”.

Pero no solo se trata de la partida de mus después de clase. “Han sido meses muy difíciles porque muchos estudiantes no tienen un ambiente familiar adecuado y tienen que conciliar todo en un espacio reducido”, indica Alejandro Sierra. “Y, muchas veces, la universidad es una fuga, un escape”.

Importante teniendo en cuenta que la salud mental está siendo una de las víctimas más graves de la pandemia.

Y no solo la mental. Un estudio de investigadores españoles compilando los resultados de 10 sondeos en ocho países apunta que el ejercicio físico de los universitarios se ha reducido, aunque apunta: “Los que hacían el ejercicio recomendable antes de la pandemia generalmente lo han seguido haciendo”.

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Sobre la firma

Thiago Ferrer Morini
(São Paulo, 1981) Licenciado en Ciencias Políticas y de la Administración por la Universidad Complutense de Madrid. En EL PAÍS desde 2012.
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