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Un entorno rejuvenecido para el nuevo Museo del Prado

La ampliación de la pinacototeca prevé cambios en los contornos del Salón de Reinos, un paso subterráneo y la restauración de esculturas al aire libre

Fachada del Salón de Reinos, junto al parque del Retiro.
Fachada del Salón de Reinos, junto al parque del Retiro.Santi Burgos
Miguel Ezquiaga Fernández

El discurso del Museo del Prado escapa a cuatro paredes. La institución conforma en la actualidad un campus con los alrededores de su sede histórica, diseñada en un principio por el arquitecto Juan de Villanueva con otro fin, el de acoger el Gabinete de Historia Natural y la Academia de Ciencias. A este edificio se han ido sumando, desde 1995, otros enclaves cercanos: el claustro de los Jerónimos, el Casón del Buen Retiro y las oficinas administrativas de la calle de Ruiz de Alarcón.

La última incorporación a este complejo se anunció hace seis años, pero solo ahora el Gobierno ha desbloqueado los 36 millones de euros necesarios para su rehabilitación. Se trata del Salón de Reinos, el inmueble para festejos del Buen Retiro, un desaparecido palacio que el valido de Felipe IV proyectó como casa de recreo real. Su decoración del Siglo de Oro invocaba la trayectoria pasada y futura de los Austrias, una ensordecedora defensa de la sangre azul con origen belga. Serán el estudio de Norman Foster en España y el del arquitecto Carlos Rubio, ganadores del concurso público, quienes rehabiliten este palacio que hasta 2010 acogía la colección del Museo del Ejército, trasladado desde entonces a Toledo.

Los autores también tienen entre sus planes reordenar un entorno urbano que hace solo tres meses la Unesco nombró Patrimonio de la Humanidad en la categoría de Paisaje Cultural: un paso subterráneo conectará este nuevo espacio con el Casón del Buen Retiro, al tiempo que los accesos se complementarán con rampas y escalinatas. Así se sustancia un convenio entre la pinacoteca y el Ayuntamiento de Madrid, que autorizará los trabajos y estudiará la integración futura del resto del campus. Esta será la segunda mayor ampliación del Prado tras la que Rafael Moneo acometió en 2007, cuando añadió un edificio de nueva planta al claustro de los Jerónimos.

Un gran atrio abierto

Preocupaba la integración del nuevo Salón de Reinos en el paisaje, por lo que el tándem de arquitectos ha revelado un gran atrio abierto hacia el Sur. El desmontaje de los forjados, además, hace que esta nueva fachada principal filtre la luz natural, al tiempo que la superficie suprimida quedará restituida en la tercera planta. Allí se extenderá una sala de exposiciones, cuya cubierta va a incorporar placas fotovoltaicas que servirán al suministro eléctrico del conjunto. Las columnas acabadas en bronce soportan el volado de la nueva altura sin necesidad de mayores apeos. El resultado supondrá al complejo museístico 2.500 metros cuadrados más de recorrido expositivo.

Además de contemplar la renovación de los accesos al Salón y un túnel bajo el mismo, el convenio con el Ayuntamiento hace parada en las seis esculturas de bulto redondo que jalonan la entrada norte, donde en tiempos estuvo el acceso original. Todos estos granitos se restaurarán. Lucirán en la Plaza de Oriente y los jardines del Retiro aquellos que representan a personajes desconocidos, no así los de Luis I y Felipe IV, dada su estrecha relación con la historia del entorno. Ambas forman parte de la serie que el benedictino Martín Sarmiento destinó en 1743 a la balaustrada superior del Palacio Real. La de Luis I se trajo en 1841 al Museo de Artillería, quizá porque el mandatario nació aquí.

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Aunque la talla nunca estuvo identificada, puede reconocerse en ella la viva imagen del segundo Borbón gracias a cuadros y varios grabados que se conservan de él. Lo mismo sucede con la escultura de cuerpo entero de su tatarabuelo, un Austria menor que también vigiló las alturas del Palacio Real tras pasar por el taller iconográfico de Sarmiento. Por eso la figura de Felipe IV, tocado con manto de armiño y capa hasta el suelo, nunca llevó incorporada una cartela y solo ha podido relacionarse con el representado por medio de otras obras. Dicen los historiadores que su cambio de ubicación podría estar relacionado con su activo papel en la creación del palacio y los jardines del Buen Retiro a partir de 1632.

Estos movimientos buscan restituir la coherencia histórica en el espacio urbano de la capital. Igual que el programa del Salón de Reinos incorporará guiños al pasado barroco. Pese a que no se conservan testimonios visuales del aspecto que este ofrecía, sí existen relaciones contemporáneas o inventarios que han permitido reconstruirlo: su techo y paredes estaban pintadas de blanco, con arabescos dorados. En la bóveda, como suspendidos por encima de las ventanas, brillaban 24 blasones de los reinos españoles que dieron nombre al palacio. Bajo estos frescos colgaba La rendición de Breda, de Velázquez, cuyas cabezas gachas recordaban al Rey Planeta el deshonor de una guerra perdida.

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