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Mauritania en la milla de oro

El fotógrafo Alfredo Cáliz presenta una panorámica sobre el trabajo de jóvenes mauritanos en plena calle de Serrano de Madrid

Exposición de fotografía 'Empleos que cambian vidas: Construir Mauritania' de Alfredo Cáliz, en la calle Serrano De Madrid.
Exposición de fotografía 'Empleos que cambian vidas: Construir Mauritania' de Alfredo Cáliz, en la calle Serrano De Madrid.Julian Rojas
Patricia Segura

La exposición Empleos que cambian vidas: Construir Mauritania cuenta con 20 fotografías que representan las experiencias de los trabajadores en los sectores esenciales de Mauritania: la construcción y la pesca artesanal. Los protagonistas forman parte de los programas que desarrolla la Organización Internacional de Trabajo (OIT) en el país africano con el objetivo de crear oportunidades de empleo y mejorar la protección de los jóvenes mauritanos. Durante los últimos cinco años, 4.000 jóvenes han sido beneficiarios de estos proyectos.

La Calle de Serrano, en pleno centro de la capital, se ha convertido en un paseo dedicado al arte fotográfico. Entre los números dos y 10 de la avenida, se aprecia el trabajo del fotógrafo Alfredo Cáliz (1968, Madrid). El retratista ha trabajado durante cuatro años junto al periodista y escritor Bru Rovira. Ambos han seguido las realidades de los estudiantes, desde su formación y lugar de trabajo hasta su vida familiar.

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Frente a la plaza de la Independencia, donde se encuentra la Puerta de Alcalá, empieza el recorrido. Enmarcadas en vitrinas de color negro mate se encuentran las capturas de Cáliz. En la segunda fotografía, un joven corre con un traje azul por el desierto. A su paso, va dejando el polvo suspendido en el aire. “Antes era un país de nómadas. Desde su independencia en los años 60, se ha transformado mucho y muy rápido”, explica el fotógrafo. Mauritania representa la frontera entre los países del Magreb y el África Negra. Un lugar con un clima caluroso y seco “con sitios muy desérticos, duros y hostiles”, según Cáliz.

El madrileño ha colaborado en el proyecto que involucra a refugiados en el país africano. Por eso, ha fotografiado a los aprendices, que llevan batas blancas, en el centro de Formación Profesional en el campo de refugiados de Mbera. La ciudad de Bassikounou, al sureste de Mauritania, ha acogido a 60.000 refugiados, la mayoría de ellos malienses.

La primera vez que estuvo en Mauritania fue en 2016. Cáliz asegura haber hecho unos 15 viajes, de incluso un mes de duración: “No es fácil profundizar tanto en algo. Necesitas mucho tiempo no solo para hacer el seguimiento de los proyectos en las escuelas, si no para caracterizar el país”. En una de las imágenes, siete estudiantes de la Escuela Básica de Dar Salam en Kaédi se refugian del sol bajo un toldo hecho de cañas, vestidas con trajes coloridos y estampados florales.

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El objetivo principal del artista es contar la realidad de la población mauritana con la que ha compartido comidas y “tomado el té”. “He estado trabajando y he pasado horas y horas en lugares inhóspitos con jóvenes que construían un muro. Eso me parece emocionante”, cuenta Cáliz. En la esquina de la calle Serrano con la calle de Columela, una fotografía de una chica con un vestido rosa fucsia frente a una montaña de piedra grava y una gran maquinaria. La joven se llama Haby y supervisa la llegada de los materiales de construcción para su escuela en Kaédi.

Habi, joven de la escuela taller de Kaedi (Mauritania) que trabaja como encargada de obra.
Habi, joven de la escuela taller de Kaedi (Mauritania) que trabaja como encargada de obra.Alfredo Cáliz

La exposición incluye retratos coloridos llenos de luminosidad. En uno de ellos, aparecen tres mujeres de la Asociación de Algareria de Yirla construyendo piezas para mejorar la eficiencia energética de las escuelas con las manos ensuciadas por el barro. A continuación, dos pescadores a bordo de una embarcación, con redes en el interior, se encuentran en la costa de Mauritania, inmersos en un mar agitado y turquesa.

El fotógrafo se sumerge en el día a día de los jóvenes. “El objetivo es sensibilizar a la población europea, en este caso en Madrid, acerca del trabajo que se está haciendo y dar una visión positiva de países desconocidos”, explica Federico Barroeta, consejero técnico de empleo y juventud de la OIT en Mauritania. Los tres proyectos, reflejados en la exposición, tienen que ver con el empleo decente en el mar, el sector de la construcción y los refugiados o poblaciones mauritanas. Estos programas están financiados por la Unión Europea. Barroeta y su equipo trabajan en zonas en las que hay una escasa oferta de formación profesional para los residentes: “Los jóvenes con los que trabajamos han sufrido desescolarización precoz en medios rurales bastante vulnerables. Para muchos de ellos es como una segunda oportunidad”.

Por eso, utilizan una metodología que incluye una parte teórica y otra parte práctica a partir de escuelas taller. “Vamos con las autoridades locales y con el centro de formación más cercano. Hacemos una selección de jóvenes que tengan interés para aprender un oficio”, explica Barroeta. Además, se miden criterios de vulnerabilidad, como personas que tienen menores a su cargo y aquellas que tienen menos recursos. Una de las imágenes de la colección refleja las dificultades que ha sufrido Aichetou. Una mujer que ha tenido que luchar para encontrar su lugar en el sector de la construcción. La joven estudió en la escuela taller de topografía de Aleg y ahora trabaja como ayudante.

La OIT, junto al Ayuntamiento de Madrid, ha organizado la exposición, que también se exhibió en junio en el Museo Nacional de Nuakchot (Mauritania) y que estará disponible hasta el ocho de octubre en Madrid. Es la primera vez que el fotógrafo realiza un proyecto de tan largo recorrido para una institución. Cáliz ya está preparando su próximo viaje para el mes que viene. No duda en afirmar que lo volvería a hacer: “Me ha dado la posibilidad de ir quitándole capas, con ese tono exótico, acercándome un poco más a la realidad de Mauritania”.

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