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La vida en Puebla de la Sierra, uno de los primeros pueblos con inmunidad de rebaño: “Esto es un lujo”

En este municipio, ubicado a 110 kilómetros de la Puerta del Sol, están vacunados el 90% de sus vecinos. De los 73, casi uno de cada cuatro pasó la covid entre enero, febrero y marzo

Manuel Viejo
El madrileño Julián Fernández, de 33 años, vecino y herrero del pueblo desde hace dos semanas.
El madrileño Julián Fernández, de 33 años, vecino y herrero del pueblo desde hace dos semanas.DAVID EXPOSITO

El Rata, de voz sabinera, se cobija estas sofocantes mañanas de verano en la silla de un mesón a la sombra, como Dios manda. Sin prisas, con una camisa de cuadros de botones entreabierta, este charcutero en paro con perilla blanca de 57 años se pide a diario un café solo con hielo en la plaza mayor de Puebla de la Sierra, a 110 kilómetros de la Puerta del Sol. Dice que hace unos días vio en la televisión una noticia que le levantó del asientos. “¡Han dicho que está todo el pueblo vacunado y es mentira!”.

―¿Y eso?

― Falto yo.

La inmunidad de rebaño ha llegado al municipio del Rata. De ahora en adelante, el asalto del bicho será mucho más difícil. La alarma Pfizer está instalada en casi todas las casas. De los 73 habitantes, el 90% ya tiene anticuerpos, según confirma el alcalde, Aurelio Bravo. “Estamos muy bien. Solo faltan El Rata y cuatro jóvenes para llegar al 100%, que tienen cita la semana que viene”.

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Puebla de la Sierra se llamaba hasta los años 40 Puebla de la Mujer Muerta. Una vieja leyenda cuenta que por estas calles correteaba una bella doncella que murió de mal de amores cuando su caballero partió hacia la guerra. El soldado, del que apenas se sabe, se olvidó de cumplir su promesa de volver a verla. La vecina no pudo soportarlo. Los mayores cuentan que se llamaba Selene, que estaba muy enamorada y que, en las noches de luna llena, aún se despierta y zigzaguea por los rincones en busca de su amado. Carlos Ruiz, un regidor que tuvo el pueblo, decidió hace 70 años borrar el rastro de la mujer muerta en Puebla de la Sierra. ¿No le gustaba la historia? Quizá. El nuevo nombre, dicho sea, triunfó. Carlos Ruiz es el título que lleva la plaza del Ayuntamiento.

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Una calle de Puebla de la Sierra (Madrid).
Una calle de Puebla de la Sierra (Madrid).DAVID EXPOSITO

El alcalde apuntala esta leyenda en una tasquita de los años 40 llena de azulejos con pequeños dichos populares: “El día que leí que el alcohol era malo dejé de leer”. “La vida nos enseña a vivir a punto de morir. ¡Qué putada!”. El hombre del bastón de mando dice que el coronavirus tardó casi un año en llamar a las puertas de este rincón madrileño. Se coló sigiloso la pasada Nochevieja por una de las casas del centro. Unos vecinos hicieron una gran fiesta para dar la bienvenida a 2021. Entre ellos había un contagiado asintomático que vino a comerse las doce uvas desde otro rincón de España. A los pocos días, seis vecinos dieron positivo. Y a la semana siguiente, 18. Casi uno de cada cuatro habitantes se contagió. “Fue terrorífico”, recuerda Filomena Fernández, otra vecina de 74 años que también lo tuvo, aunque casi le hizo más daño una tormenta de aquellos meses. “Bendito día en el que le pusieron Filomena”, lamenta. El mazazo les llegó en febrero. La covid les arrebató en cuestión de días a la teniente de alcalde: “Era la mejor persona del pueblo”. Tenía 57 años.

Filomena regenta El Olvido, una tasquita que, además de bar, hace funciones de supermercado. Cuenta con las cosas que siempre se olvidan en los recados. Huevos, arroz, pasta, atún, azúcar, sal. “La gente compra en el Mercadona de Madrid o en el pueblo de al lado”, explica, “pero para no ir de nuevo, yo tengo las típicas cosas del olvido”. De pronto, la conversación entre el alcalde y Filomena se vuelve hacia El Rata.

―Dice que no se ha vacunado.

― Igual tiene miedo.

— Más miedo tiene que tener si le pilla la covid.

—¿Se ha negado alguien a ponérsela?

― Que sepamos no.

Filomena es más clara: “Cada uno en su casa hace lo que quiere, pero en el núcleo vacunado más importante del pueblo estamos todos, salvo El Rata y los jóvenes”. El Rata, que se llama Ángel Duque, cuenta que su mote viene desde tiempos remotos. Fue el dardo que le soltó un áspero jefe que tuvo durante una discusión en la charcutería hace más de 40 años. “Tú eres un rata”, le espetó. A los pocos días, Ángel se esfumó del vocabulario del pueblo. “Buenos días, Rata”. “¿Qué tal, Rata?”. “Ey, Rata”. Ley innata de la España rural.

La despensa de la tienda-bar de Filomena, una de las vecinas más mayores de Puebla de la Sierra.
La despensa de la tienda-bar de Filomena, una de las vecinas más mayores de Puebla de la Sierra.DAVID EXPOSITO

En agosto el ruido ha vuelto a este lejano pueblo de la montaña. Vuelven los hijos de los hijos que se fueron. Eugenio, de 76 años, ha regresado con su mujer de Barcelona y no se anda con historias. “Me han sacado tres veces en el periódico y nunca ponen lo que yo digo”. El de los congelados vende más en su mercadillo de los jueves. El frutero expone con más esmero sus rojizos tomates el sábado. La fibra óptica llegó gratis para todos en agosto del año pasado.

El último vecino en empadronarse se presentó hace menos de 15 días. Es madrileño, tiene 33 años y es herrero. “Llevaba mucho tiempo con la idea de irme a un pueblo”, recuerda Julián Fernández, de ojos claros y hombros de acero. Vino de turismo hace menos un mes y el alcalde, al verlo, le enseñó uno de los grandes encantos del pueblo: una fragua de piedra abandonada del siglo XV. Fernández, historiador de la Complutense, trabajaba en un garaje de Alcorcón forjando espadas artesanales de esgrima. “Hay mucha demanda. Sobre todo en internet. Tardo dos semanas en hacerlas y las vendo por 400 euros”.

El giro en su vida ha sido radical. Si hace un mes vivía en un pisito de 60 metros en Cuatro Caminos por 600 euros, ahora paga 250 por una casa entera en la sierra y sin prestar atención a las incidencias acumuladas de los informativos. “Aquí está todo el pueblo vacunado. Ahora mismo estoy de lujo”. Ya tiene hasta mote: “Buenos días, herrero”, le dicen los vecinos. El pueblo tiene demanda. Unos uruguayos han creado un hostal con espacio para teletrabajar en la plaza. Todas las semanas reciben parejas que vienen a desconectar unos días del jolgorio madrileño.

En la calle, mientras tanto, hay niños que corretean con barras de pan. Mujeres tendiendo la ropa. Hombres arreglando chapuzas. Y turistas tomando cervezas como gatos panza arriba. Bárbara Pacheco, de 45 años, vive en París desde hace ocho. Ha venido de visita junto a su marido francés, sus tres hijos y unos amigos. “Este ambiente para los críos es increíble. La gente nos mira y escuchamos: ‘Están aquí los extranjeros’. Los niños están asalvajados. Tocan los perros de los vecinos y eso que mi hija no suele porque le dan miedo. Pon un pueblo en tu vida, que es maravilloso”. El Rata, por cierto, tenía cita este jueves a las 13.00 para vacunarse.

Ángel Duque, alias El Rata, en su huerta de Puebla de la Sierra.
Ángel Duque, alias El Rata, en su huerta de Puebla de la Sierra.DAVID EXPOSITO

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Manuel Viejo
Es de la hermosa ciudad de Plasencia (Cáceres). Cubre la información política de Madrid para la sección de Local del periódico. En EL PAÍS firma reportajes y crónicas desde 2014.

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