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BARRIONALISMOS
Columna
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Las cotorras parlotean

Ya casi no se ven gorriones pero en algunas zonas las cotorras funcionan como despertador

Varias cotorras argentinas junto a una paloma en la Casa de Campo (Madrid).
Varias cotorras argentinas junto a una paloma en la Casa de Campo (Madrid).Carlos Rosillo

Cuando era pequeña no había debate acerca del esfuerzo titánico que suponían los deberes. Se hacían y ya. Cerrabas el cuaderno de matemáticas, abrías el de lengua y a continuación te ponías a leer, de forma frenética, ese libro de inglés que te habían mandado hace un mes pero no habías ni tocado. Si encima ibas a extraescolares, apañabas la agenda infantil de ministra ―daba igual que tuvieras 12 años― del mejor modo posible, aunque supusiera perder horas de juego y hasta de descanso.

No era raro que viviéramos el tiempo que dedicábamos a nuestras obligaciones escolares como si de un cautiverio se tratara. Mi amiga María vivía en el portal de al lado y cuando la angustia por haber dejado todo para el último día nos ahogaba, como aún no había móviles, sacábamos el brazo por la ventana y nos hacíamos el símbolo de “ok” con el fin de transmitirnos ánimo.

La ventana era nuestra única escapatoria. Nos servía para entretenernos, huir un rato y reflexionar. Me di cuenta de eso hablando con Jesús Rodríguez, un vecino de Alcorcón que tiene unas intervenciones en Twitter de lo más útiles. Un día, hizo un hilo con fotos que él mismo tomó sobre las paradas de autobús que, en lugar de contar con una marquesina, disponen únicamente de una especie de mástil. El palo no protege de la lluvia ni del viento o el sol y cuando la espera es larga, puede convertirse en un martirio. En otra ocasión, mostró la cantidad de nidos de cotorras que hay en el municipio. Al preguntarle por qué se había interesado por estas aves, me respondió que se acordó de que cuando hacía deberes de niño y miraba por la ventana había un montón de gorriones. Hoy, Jesús es profesor y ya casi no se ven; sin embargo, las bandadas de cotorras surcan los cielos y los tiñen de un verde vivo hermoso, extraño y desubicado.

En el colegio no me enseñaron cómo se llama el sonido que emiten las cotorras porque, entonces, no eran tan comunes por aquí. Estaban lejos, en el sur del planeta, y solo algunas personas las tenían en sus casas, en jaulas que colocaban en las cocinas. Pero llegó un momento en el que se escaparon o las soltaron. Entonces se unieron, se reprodujeron y se reprodujeron y se reprodujeron y ahora son el despertador en un montón de vecindarios en los que también ponen sus nidos de hasta cien kilos. En Alcorcón tuvieron que retirar uno en noviembre por el riesgo que entrañaba que un objeto tan pesado pudiera caer sobre los transeúntes.

Parece ser que es difícil actuar a nivel local, ya que se trata de seres vivos que no pidieron venir y, aunque en la localidad se tomaran medidas, vendrían de las urbes cercanas. No debemos olvidar que pueden volar. Y parlotear, así es como se denomina el verbo que designa su manera de comunicarse. Dado que ya se han instalado en nuestros barrios y las escuchamos no está de más que lo sepamos.

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