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Percebes sin mascarilla

Silencio sepulcral en la costa. Con los marineros confinados y los pesqueros amarrados, cualquier movimiento en el agua se vuelve sospechoso para la Guardia Civil

Decomiso de marisco durante el estado de alarma en un puerto de A Coruña.
Decomiso de marisco durante el estado de alarma en un puerto de A Coruña.Guardia Civil

El hombre de uniforme verde, con mascarilla blanca y guantes de látex azules, va dando saltos por la pasarela de rocas afiladas. No le hace falta andar con sigilo para sorprender in fraganti al que persigue. Porque el viento y las olas que baten en la playa se tragan todas las demás músicas. La percusión de sus zapatos negros sobre la resbaladiza piedra mojada. El chirrío de la ferrada, la espátula de mango largo con la que se dispone a arrancar los percebes el furtivo. El barullo del rodaje de Fariña, cuando la serie recaló en el arenal. El golpe que hace 52 años rompió la séptima vértebra cervical de Ramón Sampedro en este mismo lugar, que todavía resuena.

“Devuelva al mar lo que ha cogido”, le grita el guardia civil al clandestino. “No cogí nada, que acabo de llegar”, protesta el percebeiro sin carné de la Xunta mientras agita en el aire una bolsa de plástico vacía. Esta vez el furtivo no se lleva nada a casa, pero mañana o esta misma tarde volverá para intentarlo. Después, venderá puerta a puerta el género, o directamente se lo entregará a un pescadero de confianza, y este lo despachará en su negocio, o lo mandará a Madrid por mensajero. Si uno busca “venta percebes" en internet se reencontrará con muchos viejos cómics de Francisco Ibáñez, 13, Rue del Percebe, a seis o 10 euros; pero también con centenares de kilos de marisco presto a llegar a la mesa del que quiera darse un homenaje en la España confinada.

Mientras este agente para los pies a un furtivo en la playa de As Furnas (Porto do Son, A Coruña), otros tres coruñeses cosechan el fruto de las rocas a los pies del faro de Mera, en Oleiros. Donde más bate el mar, mejor es el percebe, ese cotizado bocado de océano con presencia alienígena, como tantas otras criaturas marinas. El trío lleva ya 22 kilos recogidos cuando descubre que se acerca una patrulla costera del Seprona. Uno da la voz de alarma a sus compañeros, recogen los bártulos y echan a correr con un saco a cuestas. Logran esconderlo en una cuadra cercana. Camuflan los percebes donde se guardan los cerdos y huyen de allí con las manos vacías, pero al final los cazan. Toda su recolección del día vuelve también al mar, lo mismo que los 14,3 kilos decomisados dos días después en Camariñas.

Porque a diferencia de otros mariscos y pescados que se decomisan estos días (150 kilos de pulpo en la Costa da Morte el día 28 o más de 10.000 kilos de caballa en varios puertos coruñeses en un par de jornadas) los percebes incautados casi nunca llegan a las cocinas económicas, sino que “se resiembran”, explica una portavoz del cuerpo. Además, los propios mariscadores furtivos, que no utilizan ninguna protección “ni medida de higiene”, pueden ser “un foco” de contagio. Estos crustáceos no pasan por la lonja y no se someten a “ningún tipo de control”: “pueden estar infectados de coronavirus, por ejemplo”, apunta la guardia civil de la Comandancia de A Coruña. En el estado de alarma, “los furtivos no han parado”, y tampoco los narcos. Los investigadores creen que los primeros se han multiplicado y que los segundos también se están aprovechando de la pandemia, pero se logran dar más golpes al tráfico de drogas porque “la policía nacional y la Guardia Civil lo tienen mucho más fácil para trabajar": "No hay movimientos en la calle ni en el mar, y todos los que hay tienen que ser justificados”.

Así que esta semana arribaban 4.200 kilos de coca al puerto de Vigo en una operación con 28 detenidos de Galicia y de Bangladesh, y en Cáritas de Cee (A Coruña) se aprovisionaban de pulpo fresco de la ría para una temporada. Mientras, en el municipio de Ares los agentes daban el alto a un par de coches con demasiados pasajeros abordo: más de 140 kilos de erizos de mar viajaban apretados en los asientos de atrás y ocultos en los maleteros, desprendiendo su fragancia sospechosa, al tiempo que los verdaderos recolectores con licencia esperaban de brazos cruzados confinados en sus casas.

Erizos de mar procedentes de la pesca furtiva durante el estado de alarma, en un decomiso en A Costa da Morte.
Erizos de mar procedentes de la pesca furtiva durante el estado de alarma, en un decomiso del Seprona en A Costa da Morte.Guardia Civil
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Los mariscadores están sin trabajo desde el 14 de marzo porque no tienen restaurantes a los que vender. No han cobrado, de momento, ninguna compensación porque según el Gobierno el sector pesquero es esencial y debe seguir funcionando. “Pero lo que falla es la demanda”, lamenta Susana González, que se dedica al erizo y es patrona mayor de la Cofradía de Baiona (Pontevedra), con 220 socios. “Entre el 90 y el 99% de nuestra mercancía iba para la restauración. Las mariscadas no son algo que se suela hacer en casa, y menos en estado de alarma”, explica la percebeira Lidia Durán, que lleva más de tres décadas encaramada a las rocas de cabo Silleiro o los bajos de las islas Estelas (Nigrán, Pontevedra) y es una de las 47 mujeres de la misma cofradía que trabajan el crustáceo.

“Todos en Galicia estamos igual”, apunta González, con los barcos amarrados, la demanda y los precios en origen por los suelos, y “esa lacra... ese cáncer de los furtivos campando a sus anchas". Con las rocas a su merced, los percebes engordando y clientes e intermediarios “sin escrúpulos" a los que saben llegar, porque “se dedican profesionalmente al furtivismo”. “En realidad, los percebeiros dejamos de trabajar tres días antes que la demás gente, porque los restaurantes se olieron lo que iba a pasar y dejaron de comprarnos”, comenta Durán. “Tengo compañeros que lo están pasando muy mal, sin ganar un duro y sin ahorros, porque en esto hay meses que ganas 2.000 euros y otros en los que no sacas más que 300. Y las facturas siguen, las hipotecas siguen, Hacienda sigue...”

Según las dos veteranas con permex (permiso de extracción oficial, sujeto a cuotas de captura, controles, declaraciones e impuestos), “todo el mundo conoce” a los ilegales, y también “todo el mundo sabe” que hay gente con carné, “socios de las cofradías”, que también están trabajando en negro al margen de las lonjas. “Si les hacen pagar una multa, los furtivos no la pagan, porque se declaran insolventes”, y los compañeros de la cofradía que “furtivean”, la pagan y “siguen, porque les compensa”. “Pero casos que hayan llegado a juicio y sentencias”, protesta la patrona mayor, “no conocemos ni uno”.


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