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Socialistas y ERC, aliados por la mañana, rivales por la tarde: “En campaña no hay amigos”

La alianza entre ambas formaciones se ha consolidado en Madrid, pero la disputa por un mismo electorado exacerba los ataques a Illa y Sánchez en campaña

Salvador Illa saluda al candidato de su partido y presidente de UGT Cataluña, Matías Carnero, este viernes en un mitin en L'Hospitalet.Foto: TONI ALBIR (EFE) | Vídeo: EPV
Xosé Hermida

Salvador Illa no pudo ocultar su sorpresa ante la agresividad con que el portavoz de ERC en el Congreso, Gabriel Rufián, lo interrogó hace diez días en su comparecencia ante la comisión parlamentaria que investiga las compras de mascarillas. Dos semanas atrás, tan perplejos como el candidato del PSC se habían quedado los senadores socialistas ante los cáusticos comentarios de Pere Aragonès cuando acudió a la Cámara alta para hablar de la ley de amnistía. Y, el pasado lunes, solo la derecha superó en dureza al president y candidato de ERC ante el anuncio de Pedro Sánchez de que se queda tras cinco días de meditación. Una “comedia” para “jugar con los sentimientos de la gente”, sentenció Aragonès,

La campaña del 12-M obliga a hacer filigranas a socialistas e independentistas, aliados en Madrid y duros rivales en Cataluña. El PSOE necesita el triunfo de Illa como aval a su política de distensión frente a los cantos apocalípticos de la derecha. Y, a la vez, corre el riesgo de incomodar a dos apoyos imprescindibles para Sánchez. El independentismo debe hacer ver que su contribución a la estabilidad del Ejecutivo no supone claudicar en sus exigencias. Sobre todo en el caso de ERC, siempre bajo la lupa de Junts por su política pactista de la anterior legislatura. De modo que los ataques más duros de Esquerra se están concentrando en el PSC y particularmente en Illa, cuando no en el mismo Sánchez.

Los socialistas rehúyen el choque. Lo aconsejan el contexto político general y el afán del candidato del PSC de presentarse como una figura aglutinante y conciliadora. En el Gobierno hasta se muestran comprensivos con la actitud de ERC. “En campaña no hay amigos”, constatan en La Moncloa.

No ha sido fácil para los socialistas afianzar una relación estable con Esquerra, cuestión que, por momentos, ha acaparado al ministro de la Presidencia, Félix Bolaños. El partido de Oriol Junqueras contribuyó a tumbar el primer Gobierno monocolor de Sánchez tras rechazar sus Presupuestos, al comienzo de 2019. Meses después, en la investidura, no pasó de la abstención y al comienzo de la pandemia tampoco apoyó los estados de alarma. La relación parecía ya engrasada hasta que saltó el caso Pegasus, con el reconocimiento del CNI de que había intervenido el teléfono de Aragonès cuando era vicepresidente. Por unas semanas amenazó con irse todo al traste. Al final se enderezó y hoy ERC es un aliado mucho más fiable para el Gobierno que el imprevisible Junts.

Pero Esquerra ha pagado su precio: en las generales de julio sufrió una hemorragia en favor de los socialistas y pasó de 13 a 7 diputados. En un terreno más favorable para el independentismo como son las autonómicas, Aragonès y los suyos, aun dando por descontado el triunfo de Illa, se están empleando a fondo para minimizar las fugas. En ERC destacan que su gran ventaja y al mismo tiempo su gran inconveniente es que tienen un electorado fronterizo con todos los demás, exceptuando la derecha: PSC, Junts, Comuns Sumar y CUP. La última encuesta del CEO, el instituto demoscópico público catalán, resulta muy reveladora: Esquerra es la segunda opción para los votantes de todas esas formaciones. Es decir, que tanto puede quitarles votos como perderlos en favor de ellos.

El CEO y el CIS coinciden en que, a su vez, la segunda opción del electorado de ERC, por delante de Junts y de los Comuns, se sitúa en el PSC. Porque no todos los que se decantan por el partido de Aragonès pueden considerarse irreductibles independentistas. Uno de cada cuatro, según el CIS, se declara “tan catalán como español”. Ahí hay una bolsa de electores que se disputan Illa y Aragonès, y que ambas partes sitúan fundamentalmente en el cinturón metropolitano de Barcelona.

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Los socialistas llegan más lejos aún en ese potencial que la jerga politológica denomina “atrapalotodo”. Excepto CUP y Vox, comparten fronteras con los demás, incluido el PP. “En julio nos votaron desde independentistas pata negra que querían evitar a toda costa que ganase la derecha hasta antiguos electores de Ciudadanos”, subraya un destacado cargo socialista. El madrileño Sánchez, tan repudiado en su comunidad natal, ha conseguido hacer de Cataluña un reducto sanchista. El 42% de los catalanes lo prefiere como presidente del Gobierno, cifra que se dispara por encima del 55% en el caso de los votantes de ERC y Junts, también según el último CIS.

Esas cifras explican los esfuerzos de Illa por aparecer como un candidato transversal, abierto a pactar con todo el mundo. En el primer debate electoral del jueves en TVE, ni siquiera descartó a Junts, pese a la insistencia de la líder de Comuns, Jéssica Albiach, para que lo hiciera. Este viernes pareció marcar más diferencias al manifestar que Carles Puigdemont “es bloqueo”.

El otro gran motor de la campaña de Illa, mostrarse como el hombre tranquilo que sosegará definitivamente la turbulenta Cataluña, encajó este viernes un gol en propia meta. El último candidato del PSC por Barcelona, Matías Carnero, también presidente de UGT Cataluña, dijo que Puigdemont había huido de España “meado y cagado” en un maletero. No solo Junts se le echó encima. Tampoco Aragonès dejó pasar la nueva ocasión para cuestionar los lamentos de Sánchez contra la “máquina del fango”. Y se lanzó a tuitear: “Para no querer fango se han metido con los dos pies”.

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Sobre la firma

Xosé Hermida
Es corresponsal parlamentario de EL PAÍS. Anteriormente ejerció como redactor jefe de España y delegado en Brasil y Galicia. Ha pasado también por las secciones de Deportes, Reportajes y El País Semanal. Sus primeros trabajos fueron en el diario El Correo Gallego y en la emisora Radio Galega.
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