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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

¿Quién le hace caso al cambio climático?

Ninguno de los países del G-20 está reduciendo las emisiones a la velocidad necesaria para cumplir los compromisos adquiridos

Calor España
Dos personas se refrescan en una fuente del centro de Valencia en agosto del año pasado durante una de las olas de calor.Ana Escobar (EFE)

Se celebra durante estos días la Conferencia del Clima COP28 en Dubai, los Emiratos Árabes Unidos. Se hace en un marco, donde al ritmo actual, los Acuerdos de París para mantener el aumento de temperatura en un máximo de 1′5ºC son prácticamente imposibles de cumplir. El motivo es muy sencillo: ninguno de los países del G20 está reduciendo las emisiones a la velocidad necesaria para cumplir los compromisos adquiridos a pesar de que han estado firmados por 196 países. De continuar en la situación actual, todos los cálculos nos llevan a la conclusión de que sufriremos un aumento de temperaturas de cerca de 3ºC, prácticamente el doble.

La medida del aumento de temperaturas es engañosa. Da la sensación de ser poca cosa, algo soportable, que no merece tanto sacrificio ni preocupación. Pero pensemos un poco en el significado real: Los picos de temperatura alta en 2022, el año pasado, causaron sequías, incendios forestales y decenas de miles de muertes. Concretamente, en España fueron 11.320 personas las que perdieron la vida a causa del calor. Se trata del tercer país del continente europeo con más muertes por esta causa, sólo superado por Italia y Grecia. A lo largo de este año 2023, que será sin duda el más caluroso de la historia, hemos visto incendios, sequías prolongadas, muchas noches tropicales sin poder dormir, fuertes alteraciones en la producción agraria y quedan por evaluar los fallecimientos. Pero al igual que la rana no reacciona al calentamiento progresivo del agua en donde está nadando, los gobiernos se están comportando como ranas, incapaces de actuar y protegerse ante la catástrofe anunciada que se nos avecina.

Detener el cambio climático es una tarea en la que todos podemos y hemos de ayudar. Apostando por una movilidad sostenible, basada en el transporte público, el caminar y la bicicleta, donde el uso del coche privado sea reducido al mínimo. Modificando nuestros hábitos alimentarios hacia productos de proximidad, producidos ecológicamente y con mayor peso de las verduras sobre las carnes. Aumentando el ahorro energético y el uso de energías alternativas en nuestras casas. Favoreciendo el reciclaje, la reutilización y la reducción en el uso de materiales. Todo un conjunto de tareas que suponen una apuesta personal por una forma de vida más sostenible.

Pero no nos engañemos. No podemos detener el cambio climático de forma individual por mucho que nos esforcemos. Son necesarias acciones gubernamentales claras y a todos los niveles, que limiten y sancionen las prácticas más insostenibles a nivel de movilidad, de energía y de comercio tanto a nivel estatal como global y estimulen y ayuden las prácticas económicas y sociales más sostenibles. Por desgracia, estas prácticas de las instituciones no se ven por ninguna parte. Con frecuencia se observa exactamente lo contrario tanto a nivel autonómico como a nivel municipal. En València, por ejemplo, se están planteando políticas para volver a permitir el paso de coches privados por el centro de la ciudad dificultando el paso del transporte público y la movilidad sostenible. En nuestra ciudad, València, se quieren eliminar los mercados agrarios de proximidad en los barrios dificultando la compra de alimentos de proximidad y se está minimizando el que nuestra ciudad sea capital verde europea en 2024 olvidando todos los objetivos de sostenibilidad que estaban planteados. Son unos pequeños ejemplos de un gobierno municipal que va claramente en contra dirección respecto a la lucha contra el cambio climático.

Nos guste o no el cambio climático, va a forzar, mejor dicho, está forzando ya en estos momento, la introducción de nuevos sistemas tecnológicos como son el cambio del motor de explosión por el motor eléctrico que ya estamos empezando a ver en los nuevos coches o la entrada de los sistemas de producción energética basados en la energía fotovoltaica y eólica. Hace dos siglos, la puesta en marcha de la revolución industrial supuso que unos países hegemonizaran el mundo mientras que otros quedaron fuera de juego al quedar retrasados frente a ella. Que nuestro país sepa adaptarse rápidamente a este cambio histórico y tecnológico es la base de nuestro futuro a nivel económico a la vez que ha de ser la base de nuestra contribución para limitar el cambio climático. Son dos caras de una misma moneda: La defensa de la sostenibilidad y de la lucha contra el cambio climático por un lado y, por otro, el estar en la vanguardia de los cambios tecnológicos a nivel energético. Desgraciadamente en estos momentos muchos de dichos cambios están llegando a nuestra sociedad hegemonizados por países del Lejano Oriente.

Joan Ribó es exalcalde de Valencia y concejal de Compromís.

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