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OPINION
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Que todo se sepa sin falta

Es la verdad, no las astucias ni las mentiras, la que nos hará libres. Por eso son muchos los que la ocultan y la temen

El expresidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, en el Parlamento Europeo el pasado 13 de diciembre de 2023.
El expresidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, en el Parlamento Europeo el pasado 13 de diciembre de 2023.RONALD WITTEK (EFE)
Lluís Bassets

Si es verdad que todo se sabrá como dice Puigdemont, ya es hora de que todo se sepa. Lo antes posible. Basta de amenazas. Pese a quien pese. Aunque parezca que llegamos tarde, porque todo debió saberse hace tiempo. E incluso se hubiera sabido si hubiéramos contado en esta década perdida con instituciones democráticas que funcionaran. Los famosos checks and balances: control parlamentario, acción eficaz e imparcial de la justicia, medios de comunicación honestos y ecuánimes… No tan solo faltaron o se deterioraron en el conjunto de España, sino que faltaron y se deterioraron especialmente en Cataluña, donde más se les necesitaba.

Nunca se podrá olvidar que buena parte de los responsables del desastre, de la década perdida y de la destrucción jamás reconocida de la convivencia, fueron precisamente los que huyendo del país rehuyeron de la obligación y la responsabilidad de responder por sus actos, explicar lo que hicieron y por qué lo hicieron. Sin ocultar otros aspectos más polémicos, como dar cuenta de los contactos oficiosos con gobiernos y países indeseables para recabar el reconocimiento de la independencia, ayuda financiera e incluso otras aportaciones menos presentables, como el auxilio en la guerra cibernética desde sus medios de comunicación o las granjas de bots e incluso la acción de algún tipo de agentes, tal como ha contado sin rebozo uno de los truculentos mensajeros del secesionismo irredento.

Puede tener un pase que nadie haya querido arrepentirse, aunque solo sea por un prurito de orgullo que impide a quienes se equivocaron reconocer otro error que el de haberse enfrentado a un monstruo invencible. Puede tenerlo también que no exista propósito de enmienda, como corresponde a quien antes no se ha arrepentido, en este caso por la defensa meramente ideológica del virtual derecho a mantener viva su fantasía. Todo esto podría merecer un pase si no faltara lo que está en el origen de buena parte de las dificultades que impiden el regreso a la normalidad y la recuperación de la convivencia, y estas son las explicaciones veraces y el rendimiento de cuentas sobre todas y cada una de las decisiones que se tomaron desde 2012 hasta al menos 2019 por parte de los sucesivos gobiernos nacionalistas, las cúpulas de los partidos y los grupos informales de dirigentes que condujeron a un fracaso tan clamoroso como difícil de aceptar públicamente. Si algo ha caracterizado el entero proceso independentista ha sido la opacidad y la plétora de construcciones falaces y mentirosas, escudadas en la exigencia de “engañar al Estado enemigo”.

Sin que todo se sepa, no se recuperará la confianza, primero entre catalanes y luego entre los catalanes y el resto de los españoles. Debe ser parte esencial de la agenda del reencuentro, tan denostada por el secesionismo. Es la verdad, no las astucias ni las mentiras, la que nos hará libres. Por eso son muchos los que la ocultan y la temen.

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).
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