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Cataluña
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Capella y el Mayo del 68

El debate sobre la regulación de los pisos turísticos se ha convertido en una batalla ideológica entre una derecha desreguladora y económicamente liberal y una izquierda intervencionista

Un grupo de afectados protestan ante las puertas del Parlament.
Un grupo de afectados protestan ante las puertas del Parlament.Quique García (EFE)
Manel Lucas Giralt

Defender el derecho a la vivienda en plena época navideña puede causarle a cualquiera un arrebato de épica y romanticismo. Por eso, la consellera de Territorio, Ester Capella, al terminar su defensa del decreto de regulación de los pisos turísticos, ha parafraseado a Salvat-Papasseit, el poeta que escribió aquellos versos de Navidad: “Mañana, puestos a la mesa, olvidaremos a los pobres”. No dudo que Capella tenía presente al escritor ácrata cuando se ha dirigido a los grupos de la derecha para animarlos a recordar, durante los brindis navideños, a las personas sin medios para pagar un alquiler. En una pulsión cuasi revolucionaria, la consellera ha ido más allá y ha terminado su intervención rescatando un eslógan de Mayo del 68: “la playa sigue estando bajo los adoquines.” (Ya es triste que, de aquel movimiento transformador, sólo nos hayan quedado los eslóganes).

El debate sobre la regulación de los HUT (Habitatges d’ús turístic) se ha convertido en una batalla ideológica, con el Parlament dividido entre una derecha desreguladora y económicamente liberal -y ahí coinciden PP, Ciudadanos, Vox y Junts per Cat- y una izquierda intervencionista, partidaria de frenar la proliferación de instalaciones turísticas en beneficio de la vivienda social. Los defensores de la regulación argumentan que, cada vez que un piso ordinario pasa al mercado turístico, se pierde una vivienda para una familia necesitada. En el centro del debate se sitúa el PSC, que en Catalunya adopta un papel menos escorado a la izquierda que el PSOE de Pedro Sánchez. En fin, las alianzas y los huecos electorales tienen eso. Los socialistas catalanes han apoyado el decreto a cambio de poder retocarlo cuando se convierta en proyecto de ley.

El decreto de Ester Capella ha protagonizado el momento de mayor calado político del último pleno parlamentario del año. Y se ha evidenciado que, en el triángulo de amor-odio de los tres grupos mayoritarios, Esquerra Republicana está mucho más encariñada con el PSC que con JxC. “Ustedes se sienten más cómodos con la derecha”, les decía Capella a los de Puigdemont, mientras los antiguos socios no ahorraban críticas a la medida propuesta y al tono utilizado. Tampoco es casualidad que el portavoz de JxC en este tema haya sido Joan Canadell, la cara visible del ala más ultraliberal.

Poco antes de este debate, la sesión de control al Govern y al presidente de la Generalitat ha sido mucho más ligera, con un Salvador Illa (PSC) deseando felices pascuas y haciendo una velada referencia a “la política útil”, su lugar común desde que es líder de la oposición. Los socialistas se han ofrecido a pactar los presupuestos con Pere Aragonés, algo que también ha hecho el portavoz de JxC, Albert Batet, aunque con un tono más reticente, acompañando su oferta de ataques indirectos al gobierno republicano en solitario. Otra prueba más del mal momento de relación que viven los dos partidos independentistas; que siempre la han tenido mala, la relación, pero hoy por hoy ya no les retiene ningún acuerdo para expresarlo con libertad. Incluso a las puertas de Navidad.

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