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El sector frutícola catalán salva la campaña pese a los malos augurios: “Se ha regado lo que tocaba”

Las pérdidas por la sequía sí han impactado de lleno en los cultivos de cereal y en los viñedos

Un empleado de una finca de Lleida recoge fruta en el inicio de la campaña en una imagen de archivo.
Un empleado de una finca de Lleida recoge fruta en el inicio de la campaña en una imagen de archivo.EL PAÍS

La sequía que azota Cataluña desde hace meses no ha sido suficiente para hacer realidad las peores previsiones del sector de la producción de fruta. En abril y mayo, los agricultores más pesimistas de Lleida alertaron de que faltarían manzanas y peras en el mercado, y de que la falta de lluvias mataría los árboles y tendrían que arrancarlos, comprometiendo no solo esta cosecha sino también las de los años siguientes. Pero con las lluvias de junio se decidió priorizar el agua para regar los frutales, y el resultado ha sido el opuesto a las previsiones. No solo se ha salvado la cosecha catalana de fruta, con una producción similar a la media de los últimos cinco años, sino que algunos productos, como la manzana, presentan buena calidad y son de un tamaño mayor que en otros años, algo muy importante para sector agrícola clave: en Lleida se produce el 70% de las manzanas de España, el 65% de las peras y el 40% de los melocotones y nectarinas. Otras cosechas, como los cereales o la uva, sí que están sufriendo seriamente los efectos de la sequía, con reducciones de hasta el 70%.

Las previsiones de finales de julio de la patronal Afrucat ya indicaban que la campaña de manzanas y peras se salvaría. La entidad apuntó que la cosecha estaría entre un 15% y un 20% por debajo de su producción máxima —en consonancia con las campañas de los últimos años—, con 266.110 toneladas de manzana en Cataluña (un 1% inferior a la media de los últimos cinco años, pero un 22% más que el año pasado) y 126.000 toneladas de pera (prácticamente igual a la media del último lustro, y un 32% más que en 2022). Mientras que las altas temperaturas obligaron a anticipar la cosecha de manzanas y peras, la de melocotones y nectarinas aún se está llevando a cabo. Un hecho diferencial de esta campaña es que, ante la alarma por la sequía y el cierre de los canales de Urgell y de Segarra-Garrigues, se “aclararon” los árboles en la etapa de floración y en la del desarrollo de los frutos, eliminando piezas de fruta para minimizar la necesidad de agua de las que quedaban. Esto ha hecho que los productos hayan salido más grandes y de mejor calidad, con lo que el sector espera que se consiga una mejor comercialización que en los últimos años.

Pere Roque, presidente de la asociación de jóvenes agricultores (Asaja) en Lleida, destaca que la producción de manzana ha sido “plena, como en 2020″ a lo largo de la provincia, salvo en los puntos que se suministraban de agua por el Canal de Urgell, que ha sufrido restricciones este año: “Allí no llegarán a lo habitual”. A nivel general el calibre de las piezas de fruta han sido muy buenos gracias a que, tras las lluvias de mayo y junio, aclararon los árboles “un 40% más de lo normal”. “Si cuando no hay sequía normalmente dejamos 70 piezas, este año hemos dejado 40. Por eso los volúmenes de manzanas han sido superiores”, añade Roque. También señala que las fuertes heladas de inicios de año en 2021 y 2022 bajaron la producción de media un 50%. Uno de los agricultores que han podido tener una buena campaña es Josep Cabré, pese a que en marzo padeció la plaga de conejos en Lleida. Celebra que en esta campaña ha “sufrido poco”: sus 40 hectáreas de frutales de peras, manzanas y melocotones en la comarca del Segrià han sido “normales y correctas”. Aunque calcula estos animales destruyen cada temporada el 10% de sus árboles, este año estima una horquilla de 1.600 toneladas de fruta, sin olvidar que las heladas de 2022 le dejaron “prácticamente sin cosecha”.

“La campaña no ha sido igual en toda Cataluña, porque donde se podía regar ha ido como siempre, pero en las zonas que se abastecen del agua de los canales cerrados, ha estado más castigados”, señala Josep Cuscó, portavoz de Unió de Pagesos. Jaume Pedrós, del mismo sindicato, apunta que la decisión de priorizar el riego de los árboles frutales fue clave para su salvación: “Se ha regado lo que tocaba para salvar el producto. Todos los demás cultivos han tenido problemas”. La sequía llevó a la Generalitat a diseñar y cerrar en agosto un plan de ayudas a la fruta afectada. El plan recibió solicitudes por la afectación a 246 hectáreas, según un portavoz del Departamento de Accio Climática, y las subvenciones, con un importe inicial de 500.000 euros para 2023, se han concedido para compensar la pérdida de producción afectadas por las restricciones de riego en el canal Segarra-Garrigues y Urgell, así como los pantanos de Baix Priorat, Riudecanyes i Margalef. La cantidad que se estableció fue de 5.746 euros por hectárea en las explotaciones aseguradas, y 2.873 en las que no lo están.

Más allá de los árboles frutales, los cultivos que más están sufriendo la sequía son el cereal y la uva. Asaja estima que habrá 498.660 toneladas cosechadas de los principales cereales este año en Cataluña, un 46% menos que en 2022. “En muchas comarcas no se ha cosechado nada”, señala su balance publicado este mes. Por su parte, la vendimia ha comenzado esta semana en Cataluña y el sector da por perdida la mitad de la cosecha, con pérdidas de hasta el 70% en algunos cultivos de uva. “La situación es dantesca, lo que recogeremos es miseria”, dijo a Efe Jaume Domènech, responsable de la DO Cava de la organización agraria JARC.

Falta de temporeros

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El sector agrícola ha vuelto a reclamar este año medidas para hacer frente a la problemática de los temporeros. Jaume Pedrós, de Unió de Pagesos, explica que al inicio de esta campaña no había suficientes trabajadores para todas las cosechas que tenían que hacerse, aunque ahora ya está más equilibrada la fuerza de trabajo con las necesidades en el campo. “Hay gente que venía cada año, y este año no ha venido porque prefieren ir a trabajar en el sector servicios, porque pagan más, y es respetable, pero cada vez que tenemos más trabajo de lo normal, faltan trabajadores”, expresa. Uno de los problemas para contratar estos trabajadores es la obligación de dar alojamiento si no lo tienen, para evitar que muchos terminen durmiendo al raso. “Viene gente que quiere trabajar pero si no puedes darle un sitio, no le puedes contratar. Y luego hay personas sin papeles que tampoco puedes contratar, falta voluntad política para encontrar una solución para ellos”, dice Pedrós. Desde la última vez que se concedieron ayudas, en 2005 sector reclamaba subvenciones públicas para mejorar los alojamientos y ampliarlos, y en mayo de este año se volvieron a conceder, aunque no ha habido margen para llevar a cabo los proyectos: “El año que viene mejorará”.

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