_
_
_
_
_
Una escena de 'Prisioner of the State'.
Una escena de 'Prisioner of the State'.

El grito de libertad de David Lang atronó en el Grec de Montjuïc

Ovación de gala en el anfiteatro para el compositor, que presentó su recreación del ‘Fidelio’ de Beethoven

Entre los múltiples fastos que en 2020 se prepararon para celebrar el 250 aniversario del nacimiento de Beethoven se encontraba la recreación de su Fidelio en manos del compositor angelino David Lang. La nueva ópera titulada Prisoner of the State se había estrenado en 2019 en el Lincoln Center neoyorquino y tenía que circular después por diversos escenarios europeos que habían colaborado en su producción, entre ellos L’Auditori barcelonés. La pandemia frustró esa gira que ahora, tres años después, ha concluido con su estreno en el festival Grec. Y el resultado no pudo ser mejor: casi diez minutos de aplausos y vítores con todo el anfiteatro, prácticamente lleno, puesto en pie.

Ovación de gala, tanto para el autor, que exultaba felicidad, como para todos los intérpretes. Merecida, ya que el canto de libertad de Lang mantuvo en tensión a todo el auditorio durante casi una hora y cuarto. La explosión final era la única conclusión posible. La montaña de Montjuïc tembló como si de un el terremoto se tratara.

Lang ha tomado de Beethoven el esqueleto argumental de su Fidelio (basado en una obra de Jean-Nicolas Bouilly que ya había sido convertida en ópera con anterioridad), lo ha trasladado de Sevilla a un incierto presente que fácilmente podría ser cualquier lugar y lo ha despojado de cualquier elemento que pudiera desviar la atención del oyente sobre su idea de defensa de la libertad individual y la lucha contra la injusticia. De alguna manera la exhortación al amor conyugal del Fidelio original se convierte aquí en la dura lucha contra la injusticia.

Musicalmente Beethoven está totalmente ausente de la partitura de Lang que, acercándose por momentos más al musical épico que a la ópera, crea una atmósfera opresiva y desasosegante que culmina con un tutti exaltado en el que tanto los cuatro solistas como el coro y la orquesta transmiten un mensaje inapelable: nacemos libres pero vivimos encadenados, la diferencia entre la cárcel y el mundo exterior es que en la cárcel se ven las cadenas.

Un mensaje acongojante que no impidió el estallido eufórico del público. La Orquesta Sinfónica de Barcelona, bajo la batuta de su titular Ludovic Morlot, defendió la partitura con fuerza, brillaron maderas y metales sobre una percusión por momentos asfixiante. En la parcela vocal destacó el bajo barítono Davóne Tines en el papel de carcelero mientras que el tenor Alan Oke supo transmitir, más con su presencia que con su voz, la perversidad del gobernador don Pizarro (apabullante su “es mejor ser temido que amado”). El coro tras las rejas carcelarias, Orfeó Català y Cor de Cambra del Palau, brilló también a gran altura transmitiendo la fatalidad de su destino.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Una puesta en escena sobria, en la que la orquesta parecía estar incrustada en el mismo patio carcelario y la roca natural del escenario magnificaba la sensación de zozobra, contribuyó a qué nada pudiera desviar la atención del inequívoco mensaje de David Lang.

Puedes seguir a EL PAÍS Catalunya en Facebook y Twitter, o apuntarte aquí para recibir nuestra newsletter semanal

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_