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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Preocupaciones municipales

Al parecer, tanto Trias como Maragall han tomado nota, y ninguno de los dos –pero muy especialmente Trias, viniendo del partido que viene– ha optado por enarbolar la ‘estelada’

Vista de Barcelona y la catedral Sagrada Familia.
Vista de Barcelona y la catedral Sagrada Familia.David Zorrakino (Europa Press)
Albert Branchadell

¿Quién ganará las próximas elecciones municipales en Barcelona? Los sondeos auguran una carrera muy reñida y una foto finish de infarto con hasta cuatro vencedores virtuales. Algunas obviedades son seguras: la cifra mágica de 21 concejales (léase mayoría absoluta) no está al alcance de ninguna candidatura, y la vara de alcalde o alcaldesa recaerá en quien tenga mayor habilidad para tejer pactos. Una vez superada definitivamente la política de bloques, entre los cuatro vencedores potenciales casi todo es posible: si ganan los comunes, podrían pactar con Esquerra y/o reeditar su pacto con el PSC, con el permiso de Jaume Collboni; si gana el PSC, podría pactar con Esquerra y/o con Junts, pero también reincidir con la formación de Ada Colau; si gana Junts, podría pactar con Esquerra y/o con el PSC; y si gana Esquerra, podría pactar con cualquiera de los otros tres partidos.

Tan o más interesantes que los resultados que auguran los sondeos preelectorales son las preocupaciones de los ciudadanos llamados a pronunciarse en las urnas. En una encuesta de opinión publicada recientemente en un diario barcelonés se constataba el deshinche del tema procesista: el encaje de Cataluña en España solo preocupa al 6,5% de los barceloneses. Peor para el procesismo fueron los resultados de la segunda oleada del barómetro municipal publicados el pasado mes de diciembre: en aquel entonces solo el 0,4% de los entrevistados consideró que ese encaje sea el problema más grave que tienen la ciudad de Barcelona en estos momentos. Al parecer, tanto Trias como Maragall han tomado nota, y ninguno de los dos –pero muy especialmente Trias, viniendo del partido que viene– ha optado por enarbolar la estelada.

La bandera que sí han izado los partidos en esta legislatura es la de la lengua, y buena prueba de ello es el precipitado paquete de 68 medidas en favor del catalán aprobado por el Ayuntamiento de Barcelona el pasado mes de febrero. En este caso, la adhesión de ciertos partidos al discurso de la “emergencia lingüística” no coincide precisamente con las inquietudes de los ciudadanos. En la encuesta del diario barcelonés citada, la lengua ni siquiera aparece en la lista de preocupaciones, que encabezan la vivienda, la inseguridad y la suciedad en las calles; en el barómetro de diciembre, ni una sola de las 800 persones entrevistadas se refirió a la lengua como el problema más grave de Barcelona. (En ese barómetro, la inseguridad, la limpieza y la vivienda también se repartían el podio.)

Donde sí hay problemas graves con la lengua es en los municipios franceses que han visto negada la mera posibilidad de utilizar oralmente el catalán en los plenos. Por más que intelectuales catalanes tan insignes como Salvador Cardús sigan hablando de una “mal disimulada voluntad de genocidio lingüístico” por parte de España (“El retorn d’una vella, coneguda olor”, Ara, 1/5/2023), en lo que se refiere a la protección de las llamadas lenguas regionales o minoritarias el contraste entre el estado de las autonomías español y la República Francesa es sideral.

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