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Laura Borràs, un fichaje del independentismo que termina en el banquillo

La presidenta de Junts entró en política tras el referéndum del 1-O y ha rentabilizado su supuesto amateurismo para escalar en el partido y en los cargos públicos

Laura Borràs
Laura Borràs saluda a la gente que acudió a prestarle apoyo, antes de entrar a la Audiencia.Albert Garcia
Marc Rovira

Laura Borràs (52 años) posee una profunda cultura literaria. Antes de anunciar este jueves que congelaba su hiperactividad en las redes sociales para concentrarse en la defensa de su juicio por corrupción era habitual que publicara en Internet citas de autores célebres. Mostraba predilección por los cantos épicos que invocan a la resistencia y por los postulados que adulan la insurrección. “El hombre en rebeldía defensa lo que es”, escribió en Twitter la víspera de su juicio, recordando a Albert Camus. Borràs siempre hizo gala de ir por libre, alguien capaz de movilizar a los independentistas de a pie porque huye de los clichés que rellenan los discursos de los que ella llama “políticos profesionales”.

Ahí, en el supuesto amateurismo radica el comodín que esgrime para tratar de elevarse por encima del resto de altavoces del independentismo y defender la autenticidad de su mensaje. Por eso fue capaz de restar legitimidad al Ejecutivo que integraban sus compañeros de Junts antes de romper con Esquerra, “es un gobierno de colisión”, dijo, o de llamar “imperfecto” el reglamento del Parlament que forzó su suspensión como presidenta de la Cámara. Quizá también por eso, Borràs ha tenido que afrontar el juicio en una situación de desamparo visible. El Govern de Esquerra le ha dado la espalda, lo mismo que la CUP y Òmnium, o que personalidades de su misma cuadrilla política, como es el caso de Xavier Trias, Artur Mas, Jaume Giró y Victòria Alsina.

Borràs mantiene que se la juzga porque su condición de independentista incomoda a la Justicia, una tesis que choca con los indicios que dice tener la Fiscalía para pedirle seis años de cárcel y 21 de inhabilitación. La líder de Junts está acusada de trocear contratos públicos para poderle adjudicar a dedo encargos a un amigo suyo cuando dirigía la Institució de les Lletres Catalanes, un organismo que depende de la consejería de Cultura de la Generalitat. Su juicio arrancó este viernes en el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña.

Licenciada en Filología Catalana, fue entre libros donde Borràs cultivó amistad con uno de sus valedores dentro de la política, el expresident Quim Torra. En diciembre de 2017, estimulada por la agitación posterior al referéndum del 1-O, “soy una hija del 1 de octubre”, ha dicho ella, aceptó incorporarse a la lista de Junts per Catalunya a la que ponía cara Carles Puigdemont.

Borràs daba el paso como candidata independiente, pero su progresión fue fugaz, en el partido y en los puestos de mando del Govern. En cinco meses se hizo con la consejería de Cultura, cargo que ostentó hasta dar el salto a Madrid para ser la voz de Junts en el Congreso de los Diputados. Paralelamente, Borràs exprimió su tirón popular para hacerse fuerte en su formación y se trabajó un círculo de incondicionales. Arrasó, con un 75% de los votos, en las primarias para ser la candidata de Junts a presidir la Generalitat y cuando quedó claro que era Esquerra quien se llevaba el mando del Govern trató de administrar poder desde la presidencia del Parlament. En junio pasado se aupó a la presidencia de Junts y asumió el cargo prometiendo “estorbar” al Estado y a ERC. A la postre, fue precisamente Esquerra quien le dio la puntilla para apartarla del Parlament.

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