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El Govern apuesta por el agua regenerada para mantener el caudal del río Llobregat ante la sequía

En el último año se ha triplicado el agua reciclada inyectada en el delta del río para evitar la salinización. Agbar desarrolla un proyecto para potabilizar las aguas residuales

Rodrigo Marinas
Rio Llobregat
El rio Llobregat a su paso por Martorell, este miércoles.Carles Ribas

El agua regenerada adquiere más protagonismo en la estrategia hídrica de la Generalitat en un escenario de lluvias escasas: el área de Barcelona continúa en alerta por sequía desde finales de noviembre, y en prealerta desde febrero de 2022. La Agencia Catalana del Agua (ACA) realiza pruebas desde diciembre para aumentar el caudal del Llobregat en un escenario de “excepcionalidad” con bajas reservas para mantener su ecosistema y para el consumo doméstico mediante aguas recicladas. Este río de 170 kilómetros que nace en la sierra del Cadí es el segundo canal de abastecimiento de agua a Barcelona después del Ter. La estrategia persigue extraer la menor agua posible de los embalses catalanes, que se encuentran a apenas un 30% de capacidad, la mitad que hace un año.

Cataluña cuenta con más de 40 estaciones de regeneración que tratan aguas residuales pasadas previamente por una planta depuradora. Y para los próximos años, la intención de la Generalitat es seguir aumentado la capacidad de producción. Se emplea para uso industrial, agrícola y lúdico. La tercera parte de los 60 hectómetros de agua regenerada que aportaron estas instalaciones en 2022, 10 más que el año anterior, fue para estos usos. El resto fue utilizado para garantizar el caudal ecológico del río para su flora y fauna, evitando así recurrir a liberar agua de los embalses.

Las cuencas internas de los ríos catalanes aplican un régimen de caudales obligatorios mínimos desde 2020, que dependen de cada tramo y de la época del año. Desde 2008 diversos planes de restauración de los Municipios del Área Metropolitana de Barcelona han recuperado la calidad de agua del tramo final del Llobregat, contaminado desde los años setenta por la industria y la población urbana. Por ejemplo, se construyeron pozos en el delta para infiltrar agua depurada dulce en los acuíferos para evitar la entrada de agua salada, un fenómeno conocido como “intrusión salina”. En 2022 se ha triplicado la cantidad de agua regenerada en esta barrera contra salinización en el delta del Llobregat ante la falta de aportación natural del río: de 2.000 metros cúbicos diarios a 6.000.

El delta del Llobregat está integrado en la Red Natura 2000, una red ecológica europea de áreas de conservación de la biodiversidad que cuenta con zonas de especial protección de las aves (ZEPA). La Comisión Europea advirtió con una carta de emplazamiento (primer paso para poner una sanción) a España en 2021 por la desprotección de este pulmón verde enclaustrado entre el aeropuerto y el puerto de Barcelona. La Generalitat está en proceso de aprobar un “Plan de Protección del Medio Natural y del Paisaje y un Plan de gestión del Espacio Agrario” que otorgue una normativa medioambiental para este espacio.

En paralelo, la empresa Agbar desarrolla un proyecto con la ACA para habilitar para consumo humano de este agua reciclada, basado en aplicarle otro tratamiento para mejorar su calidad después de que se haya mezclado con la del río: una potabilización en tres fases. Otras regiones del mundo usan agua regenerada potabilizada como Namibia desde hace cuatro décadas o California desde hace varios años.

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La Agencia Catalana del Agua ha continuado esta semana las pruebas para comprobar si hay cambios en la calidad del Llobregat tras inyectar agua reciclada en un tramo de más de seis kilómetros desde Molins de Rei hasta la planta potabilizadora de Sant Joan Despí. Hasta diciembre del año pasado, el agua regenerada del Llobregat solo se aportaba para el caudal ecológico por debajo de este punto. Una quinta parte del agua que circula ahora por el Llobregat en ese tramo superior es renovada y la ACA pretende que en febrero sea una cuarta parte: de 400 a 800 litros por segundo.

Según fuentes de la agencia pública que vela por la gestión del agua en Cataluña, “una vez llegados a esa cifra, se valorará si se mantiene esta cantidad en función de los resultados obtenidos”. Aclaran que, en todo caso, estas pruebas son para prepararse ante un escenario “de máxima producción” en una situación “excepcional” donde los embalses del Ter-Llobregat se sitúen por debajo del 24% de capacidad (140 hectómetros cúbicos).

La ACA también tiene una estación de medición del Llobregat en la localidad de Sant Joan Despí, donde el caudal ha descendido cada 1 de enero en los últimos tres años: de cinco metros cúbicos por segundo de media a 3,8 en 2022 a 2,9 hace una semana. Esta estrategia de ACA para aprovechar agua reciclada pretende alargar las reservas de agua de los embalses lo máximo posible. El otro pilar de esta política son las desalinizadoras del Prat y de Tordera, que operan al 95% de su capacidad desde el pasado agosto y han aportado 57 hectómetros cúbicos de agua en 2022.

Desde la ACA remarcan que no ha habido “aportaciones significativas de aguas de lluvia en los embalses” desde la primavera de 2021, y añaden que el régimen de lluvias desde otoño de 2020 ha sido “inferior al habitual”. El área de Barcelona sigue en alerta por sequía desde finales de noviembre, lo que supone restricciones en riegos agrícolas, jardines y usos lúdicos, entre otras limitaciones del decreto de alerta hidrológica. Los embalses de las cuencas internas catalanas se sitúan al 30% de su capacidad este jueves, la mitad que hace un año. Además, las previsiones meteorológicas no pronostican lluvias intensas a corto plazo para paliar la sequía.

Barcelona aprovecha el agua de la capa freática de su subsuelo

En Barcelona, y ante el escenario de sequía, en febrero del año pasado el Ayuntamiento presentó un plan para combatir la falta de lluvia. Pasa por que los servicios municipales —sobre todo los de limpieza, parques y jardines y alcantarillado— dejen de utilizar agua potable. La ciudad está preparada para aprovechar las aguas freáticas del subsuelo de la ciudad y explotar el acuífero donde se asienta. Unas aguas que, a corto plazo, no se ven enormemente afectadas por el cambio climático y que —si la sequía castiga — permitirían liberar agua potable para que no peligre el suministro.

Los responsables de Barcelona Ciclo del Agua SA (BCASA) —la sociedad pública que gestiona las redes de alcantarillado, la retención de aguas fluviales, los suministros municipales, las playas y las fuentes ornamentales— explicaron que el plan prevé en un caso extremo que el 100% de estos servicios utilicen aguas freáticas.

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