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OPINIÓN
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Brexitismo y procesismo, agonías paralelas

La idea que las hermana ha demostrado idéntico valor corrosivo, para los países y para sus promotores

Boris Johnson, favorable al Brexit, durante su etapa como alcalde de Londres en una imagen de 2011.
Boris Johnson, favorable al Brexit, durante su etapa como alcalde de Londres en una imagen de 2011.STEFAN WERMUTH (REUTERS)
Lluís Bassets

Además de vidas paralelas, también hay agonías paralelas: tal es el caso del Brexit y el procés; brexitismo –según la acertada descripción de Timothy Garton Ash— y procesismo, dos peripecias convocadas durante la misma década por una idea, la independencia, tan atractiva como desastrosa. Juntas nacieron en 2013, cuando David Cameron prometió un referéndum sobre la salida del Reino Unido de Europa y Artur Mas anunció la fecha y las preguntas de la consulta sobre la secesión de España para el 9 de noviembre del siguiente año, y juntas desfallecen en este 2022.

La idea que las hermana, el Brexit triunfante y el Catexit fracasado, ha demostrado idéntico valor corrosivo, para los países y para sus promotores. Separar, actuar unilateralmente, sortear la legalidad internacional, recuperar viejas soberanías, sustituir la cooperación y la solidaridad por la arrogancia, el resquemor y la desconfianza, lleva a idénticos resultados, se aplique desde la plena capacidad ejecutiva del gobierno de un Estado o desde el desbordamiento de la soberanía compartida de una entidad subestatal autogobernada. Los responsables comparten el mismo error en el análisis: sobrevalorar las propias fuerzas y minusvalorar las del adversario, encarnado por Bruselas y Madrid respectivamente. Comparten también una odiosa y sistemática afición a la mentira para convencer a los votantes. Y finalmente, los resultados, peor que nulos: paralizantes y destructivos para los respectivos países e incluso para los partidos independentistas y sus dirigentes.

Reino Unido está condenado a recuperar cuanto pueda de su relación con la Unión Europea, incluso lo más esencial del mercado único, y por supuesto el protocolo de Irlanda del Norte, surgido de los acuerdos de paz del Viernes Santo. Lo aconseja el resultado catastrófico del Brexit, especialmente económico y comercial, un balance que supera de lejos la particular e indiscutible catástrofe conseguida por el independentismo catalán. No le será fácil a Cataluña reparar sus averías, aunque por dimensión y relevancia los desperfectos del brexitismo serán de más difícil recuperación que los del procesismo.

Ha terminado la subasta independentista, que ha polarizado, radicalizado y destruido los partidos, elevado a los políticos más frívolos e ineptos y dañado el prestigio de ambos países y de sus economías. Rishi Sunak era partidario del Brexit, como Pere Aragonès de la independencia, pero ambos quieren gobernar en favor de la economía y de los ciudadanos, y no de las quimeras alentadas por oportunistas como David Cameron y Artur Mas, los que encendieron la mecha, extravagantes como Quim Torra o Boris Johnson, o escapistas como Nigel Farage, esfumado promotor del Brexit, o Carles Puigdemont, viajero hacia la irrelevancia.

Sin brexitismo ni procesismo, urge que Reino Unido y Cataluña recuperen el espíritu de integración y de cooperación alrededor de la mejor idea surgida de la entera historia europea, que sigue siendo la libre y democrática unión de sus pueblos y ciudadanos.

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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